Líbranos del mal ©

El mal que habita en ti

CAPÍTULO DIECISÉIS:

—¿Qué quieres decir con eso?

Relajo el rostro cuando infiero el significado de sus palabras, pero lo vuelvo a contraer por la misma razón.

—Siete años —dice Gedeon—. Hace siete años llegaste.

—Yo llegué hace apenas un año.

—No al pueblo, Indira, a esta versión.

No comprendo lo que dice, y así se lo hago saber.

—No entiendo —niego—No...

—Tú no perteneces a esta versión —que Eion lo repita empeora la situación a un nivel escandaloso.

—Eso es mentira —respondo aun cuando no han preguntado, rio sin gracia—. Eso es falso. ¿Que yo no soy de esta "versión"? ¿Piensan que creeré eso? Yo no hice nada malo, no pret—

—No es que no lo hayas hecho, es que no lo recuerdas. Cuando se cruza de una versión a otra, con el tiempo, el suceso se olvida completamente —explica el castaño.

—¿Qué...?

—Tú y yo hemos hecho un trato —Sechtman interviene nuevamente, le observo—. Querías saber la verdad, aquí la tienes, amor.

Ruego mil veces en mi cabeza que mi hermana aparezca a mi lado para decirles que se vayan a la mierda y me dejen en paz, pero ella no aparece. Mis ojos arden y se humedecen.

"Tú no eres de esta versión"

—¿Entonces de dónde soy? ¿Significa que no soy de este mundo? ¿Qué significa?

Solo puedo pensar en Vera, quiero que esté aquí.

—Hace siete años, algo te sucedió y eso causó que cruzaras de tu versión a la nuestra, no sabemos cómo lo hiciste, pero lo lograste.

"Tu versión a la nuestra"

—¿Qué versión? ¿Qué pasó? ¿Qué hice?

Vera no sabe dónde estoy, no le di aviso, debí haberle dicho, haberle enviado un mensaje.

—¿Por qué me dices esto? —Vuelvo a preguntar—¿Qué quieren lograr ustedes contándomelo?

—Porque hemos esperado por muchos años, además, creo que es momento de que cumplas con tu parte del trato.

Busco mi teléfono por toda mi ropa hasta que un portazo me hace sobresaltar, miro la puerta y veo a mi hermana ingresar con pasos fuertes.

—Vera.

Bajo su ceño fruncido, sus ojos observan con molestia y confusión a todos.

—Vera —denoto alivio y emoción—¿Qué... qué haces aquí?

No es eso lo que realmente me importa, pero lo digo.

—Belfrey —él me llama—. Vuelve aquí.

—No me he movido.

—¿Sabes qué hora es? —mi hermana llega hasta mí—. No volvías a casa, me preocupé. ¿Me explicas qué sucede?

—¿Recuerdas que Sechtman me propuso hacer un trato? —le recuerdo y ella asiente, pestañeo y un par de lágrimas escapan de mis ojos, que estaban reteniendo todas mis emociones—. Pues acepté, y él ha cumplido con su parte, ahora debo cumplir con la mía.

—¿Y por qué carajo estás llorando? ¿Qué te han hecho?

Escucharla me hace llorar aún más, corro a abrazarla, pero Sechtman me toma del brazo.