Trato

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CAPÍTULO DOCE:

Son pocas las personas que asisten al entierro.

Además de los Intendentes, están algunos compañeros de Odette, incluyendo a sus amigos, luego Kiera, Vera y yo. No hay ceremonia, solo un lúgubre ambiente y un silencio lamentable.

Cuando los hombres terminan de hacer su trabajo y ordenan el césped, debajo del cual se encuentra el féretro de la señora Eva Grillette, se marchan.

Observando la lápida con el nombre de su madre y su fecha de defunción, Odette limpia su última lágrima.

Es tarde, el viento sopla despacio, pero fuerte. Los compañeros de Odette se han ido, y los Intendentes comienzan a hacerlo ahora. Todos son movimientos suaves, silenciosos, precavidos.

El día de la presentación, un hombre de bastón fue el que a la multitud nos mostró, ese mismo se encuentra hoy aquí, a unos metros de distancia de mí.

Su expresión es tosca, remilgada, cansada y hastiada. Las mujeres, que lo acompañan junto con sus esposos, que son otros miembros de la Intendencia, antes de irse, se acercan a Odette para entregarle claveles. Si esa es una forma de demostrar luto, es una nueva para mí.

Gedeon sigue a su madre hasta un punto, y después regresa para unirse nuevamente al círculo que hemos formado.

El hombre de bastón golpea en suelo dos veces con el palo, y luego gira para retirarse del lugar, es en ese momento que su mirada se cruza con la mía, y en mi ignorancia creyendo que sería una fugaz, no aparto mi vista, pero para mi sorpresa, él tampoco. Así que me vuelvo blanco de una mirada que no sé cómo interpretar, pero me altera el sistema y alerta todos los sentidos.

Conversa algo con su hijo y se va, solo unas pocas palabras y el rostro de Eion cambia notablemente, sus ojos se dirigen hacia mí.

Veo miedo, expectación y lástima.

Aparto bruscamente mi vista de él. Me enfoco en otras personas.

Mi hermana, por su lado, está sorprendentemente callada, admirando todo a su alrededor y observando a los pocos que quedan. Kiera me abraza de lado para decirme que ya deberíamos irnos, pero le hago saber que me quedaré un poco más.

—Yo me iré ahora —dice mi hermana encogiéndose de hombros, y me mira cómplice por algunos segundos.

Kiera asiente y, luego de despedirse de Odette, junto con mi hermana, se va.

Nos quedamos solo la razón de nuestra presencia aquí, Howard, Isis, Eion, Gedeon y yo.

Howard se quita sus, ya tan familiares e infaltables, audífonos y se acerca a Odette.

—¿No deberías volver a casa? —Le dice.

—¿Es una pregunta o una sugerencia?

—Tómalo como una orden si deseas.

Ella se cruza de brazos y lo mira mal.

—Ya lloraste mucho, un descanso no te vendría nada mal. Tienes una cara de miedo.

—Miedo te va a dar cuando decida moverme de aquí, pero no para ir a descansar —amenaza.

Gedeon, quien tiene los brazos cruzados, suelta una risa a boca cerrada y mira el suelo.

Unos bromean, otro se ríe.

—¿Realmente van a quedarse sin hacer algo? —Hablo llamando la atención de todos—. Una mujer fue asesinada y lo asimilan como algo natural.

Gedeon entrecierra los ojos e inclina su cabeza un poco hacia un lado, analizando.

Howard frunce los labios y vuelve a colocarse sus audífonos, busca algo en su celular, seguramente, una canción.

Líbranos del mal ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora