eleven.

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"Fui creado para quitarles el aliento de los pulmones, para destruir pequeñas cosas bonitas y quemarlas, para poner de rodillas al mundo y escuchar mi nombre en susurros temerosos. Nací para ser un monstruo."

El Soldado nunca dejó ver que había preocupación entre él y la niña. No de verdad. Era más fácil para ella, por supuesto, porque todos sabían que Svetlana recordaba a su padre.

A veces se le permitía tratar de hacerlo sonreír y mostrarle amabilidad cuando estaban cerca de los guardias y los doctores. Él hacía creer que era simplemente otra forma de tortura de HYDRA a la que podía sobrevivir. Podía contra cualquier cosa, especialmente con la niña a su lado. Incluso si no podía tocarla, abrazarla o decirle que cerrara los ojos cuando ocurrían las cosas violentas, era capaz verla. Podía verla distraídamente mirar hacia la nada como lo hacía con tanta frecuencia, presionando sus dedos contra las palmas opuestas, oírla murmurar historias para sí misma, observar a los guardias con los ojos entrecerrados cada vez que la empujaban.

Sus vidas continuaron tan sangrientas como se esperaban.

Se les permitió mantener la habitación compartida, pero se proporcionó otra cama y eso significó que cualquier contacto se hizo añicos. Sin embargo, antes de que la niña se durmiera, se aseguraban acostarse de lado para que pudieran verse si fuera necesario. El Soldado casi nunca dormía, incluso si una misión lo dejaba agotado. Había un miedo amargo y enfermizo dentro de él de que, si cerraba los ojos, incluso por un momento, le quitarían otra vez a la pequeña Svet. No recordaba demasiado acerca de sus días después de que ella fuera secuestrada, pero podía recordar la miseria de ser arrancado.

Era una especie de miseria oscura, furiosa e inmovilizadora.

Un sentimiento que solo había sentido dos veces en su vida. Por mucho que lo intentara, no podía ubicar exactamente a qué o a quién estaban vinculados esos recuerdos, pero sabía que no iba a permitirse sentirlo de nuevo.

Entrenaban en la jaula durante el día si no había misiones. La primera vez que el Soldado de Invierno intentó entrenar a la niña, mostrándole un simple lanzamiento del brazo, ella tomó su brazo de metal, le dio la vuelta a su pequeño cuerpo y le lanzó una fuerte patada en la parte posterior de las rodillas. No se había caído, pero sí sorprendido. No podía creer que un ser tan pequeño y frágil como su hija pudiera lograr tal hazaña.

Y ella solo mejoró.

O, tal vez, debería decirse que ella empeoró.

La Habitación Roja la había destrozado, pero las instalaciones siberianas hicieron algo más sucio. Abría las grietas de la niña hasta que los tentáculos de HYDRA pudieron perforarla y acurrucarse en su alma. Se enroscaron alrededor de su interior y cubrieron la luz, la bondad y la pureza por la que su padre la había nombrado. Svetlana se convirtió en una persona diferente de la que estaba en misiones. Svetlana era pequeña, amable e inocente. La otra, como ella había llamado en su mente, era algo que debía temer. Luego, lentamente, la"otra" se convirtió en un nombre muy diferente. Quizás era la forma en que mataba lo que finalmente le dio el apodo.

La Bailarina Sangrienta.

Se susurraba sobre ella en las calles durante los eventos oscuros, cuando temían la llegada del fantasma y la niña. Hombres, mujeres y niños por igual se estremecían al pensar en la niña, aparentemente despiadada, que había tomado tantas vidas de forma tan violenta e implacable.

Siempre era un destello rojo lo que sus objetivos veían primero. Incluso si su cabello estaba recogido en un moño apretado, destacaba como el fuego en la oscuridad. Era el giro elegante que acontecía después cuando ella se alejaba de sus movimientos para resistir lo inmutable. Sus dedos de los pies la levantaban mientras metódicamente se deslizaba hacia atrás para evitar sus ataques.

✓ BLOODY BALLERINA ▹ barnes-romanoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora