Francisco y Nelson volvían de la charla con Robert, completamente en silencio. La charla no había sido buena. Y Francisco temía que si la cosa seguía así de tensa, habría más enfrentamientos y tiros que nunca.
—Tendré que tomar otras medidas con respecto a Montoya —habló Nelson al fin.
—Tranquilo, señor —lo calmó —Todo va a estar bien. Solo tenemos que aprender a manejar un poco más la situación.
—No puedes prohibirle a Roy ver a Liliana…
—No tenía pensado hacer eso. Ellos dos son libres de hacer lo que quieran. Y si necesitan apoyo… no estarán solos. Pero me preocupa lo que Montoya pueda llegar a hacer.
—Robert lo va a entender tarde o temprano, hijo.
—Eso espero —susurró el rubio.
Cabalgaron hasta detenerse frente a la casa grande. Nelson se bajó con cuidado y se giró a verlo.
—Quiero que hoy cenes con nosotros —le dijo. Francisco frunció el ceño. Seguro que se estaba refiriendo a él y a la pareja.
—¿Le parece, señor? —inquirió.
—Si… quizás te lleves una gran sorpresa.
—Está bien —asintió.
Nelson entró a la casa. Francisco soltó un lento suspiro y miró hacia el cielo. La noche estaba completamente despejada. Aquel manto de estrellas era un espectáculo. ¿Cuántas veces se había tirado a intentar contarlas? Miles… ¿Lo había conseguido? Nunca. Infinito el universo sobre su cabeza, lo llenaba de una cierta alegría. A veces él mismo se sentía infinito. Jamás llegaba a conocerse del todo. Siempre le aparecía una faceta nueva, un sentimiento nuevo, un miedo nuevo, una pasión, una necesidad.
No puedo evitar pensar en la nota que había encontrado casualmente en el pequeño valle. Sonrió levemente y cerró los ojos para recordarla. Jamás había conocido otra niña con una sonrisa tan bonita como la de ella. Jamás le había gustado, siendo un niño, tomar de la mano tanto a una niña como a ella.
Y de repente aquel día en el que ella se marchó entró a su cabeza. Aquel sentimiento que lo había invadido jamás volvió a sentirlo. Se había sentido totalmente desolado, angustiado, perdido. Era como si ese día le hubiesen arrancado un pedazo de corazón, así sin más. Y recordó sus lágrimas, recordó el dolor en su mirada chocolate… ella no quería irse. Entonces, ¿Por qué no volvió? Un año después de su partida él la había estado esperando… pero jamás llegó. Tampoco le escribió como lo había prometido, tampoco lo llamó. Quizás ella si se olvidó de él. Sonrió con amargura, era completamente ilógico que él todavía pensara en ella… lo más ilógico era que todo el día había estado así. Jamás se le había ocurrido preguntarle a Nelson que había sido de la vida de Nikki Brizz. Lo poco que sabía era gracias a su madre, y tampoco era demasiado. En los últimos años ella ni se le había asomado por la cabeza, pero al parecer hoy estaba completamente incrustada en su mente.
Se bajó del caballo y se quitó el sombrero. Se secó el sudor de la frente y se observó a si mismo. Estaba hecho un desastre. Tendría que ir a arreglarse si se jefe quería que cenara con él esta noche. Y tendría que fijarse que ropa adecuada para una cena iba a ponerse. Lo único que él solía utilizar eran camisas que terminaron como musculosa, vaqueros buenos para cabalgar y sus siempre cómodos borcegos. Tal vez iba ir así vestido a cenar… no iba a hacerse mucho problema.
Entró a la cocina sobresaltando un poco a su madre. Está se giró a verlo rápidamente con la mano sobre el pecho.
—Me asustaste —le dijo exaltada.
—Lo siento —sonrió él —No fue mi intención.
Ella respiró con más tranquilidad y se acercó a él.
—¿Cómo les fue con Montoya? —quiso saber.
Francisco dejó el sombrero sobre la mesa y se sentó en una de las sillas.
—No muy bien —se lamentó —Está demasiado cabreado con Roy. Y Liliana no ayuda mucho escapándose a cada rato.
—Pobre niña, Francisco —dijo ella —Hay que entenderla. A nadie le gustaría estar presa en su propia casa. Creo que Montoya necesita unas buenas clases de actualidad.
—Yo también lo creo, má —dijo divertido —¿Cómo está Roy?.
—Bien —sonrió ella —Gracias a dios solo fue un simple raspón… ahora está durmiendo.
—Ese chiquillo un día va a darnos un gran susto —aseguró y se rascó la nuca.
Pero entonces percibió algo… la cadenita no estaba allí. Apresurado se puso de pie y se alejó la musculosa del pecho para cerciorarse. Y si, no estaba. Maldijo por lo bajo.
—¿Qué pasó? —preguntó Paula.
—Tengo… tengo que ir a guardar a los caballos —dijo lo primero que se le vino a la mente. No podía decirle a su madre que había perdido de nuevo la cadenita.
—¿No vas a cenar? —inquirió. Él caminó hacia la puerta y la miró.
—El señor Nelson me invitó a cenar con él… así que voy a guardar los caballos, vengo a ducharme y ceno con él —le dijo. Francisco abrió la puerta.
—Hijo, espera… —él, de nuevo, pareció no escucharla —¡La hija del señor Brizz está aquí, en el campo! —gritó para ver si él regresaba. Pero no, no volvió.
Había algo que no quería que Francisco se enterara de que ella estaba de nuevo allí. Era la segunda vez que quiso decírselo, pero siempre pasaba algo… Se encogió de hombros y volvió a prestarle atención a la cena. Tal vez era mejor que se encontraran ellos mismos.
Francisco caminaba a paso rápido sin saber bien a donde. No sabía bien en dónde comenzar a buscar su cadenita. Hoy había estado en todos lados. ¿Y si se le había caído en el pequeño valle? ¿Y si se le había caído en la casa de los Montoya? Mierrrda, si la encontraba iba a pegársela al cuello para que no se le cayera nunca más. Entonces se dirigió hacia las caballerizas… tal vez tenía suerte y la encontraba allí. Dios quiera que si.
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Will Horses - Adaptada-
DragostePrólogo. Que nerviosa se sentía, le temblaban las piernas. No recordaba, o eso creía, haber pasado un día tan emocionante como ese. Su cumpleaños número doce. No podía dejar sus manos quietas y se mordía el labio,nerviosa. Sí, estaba nerviosa. Su...