Capítulo 44: Estoy enamorado.
Francisco estaba parado frente a todos los peones de la estancia. Era más que necesario terminar de una buena vez con las indicaciones. En los últimos días había hecho de todo menos su trabajo. Principalmente por culpa de Nikki. Ella se la pasaba metida todo el día en su cabeza, confundiéndolo cada vez más. Luego de que Matt los interrumpiera (sí, el inoportuno de Matt) no habían vuelto a estar solos. Y él tenía ganas de estar a solas con ella. Demasiadas ganas.
-Bien, los reuní porque es hora de repartir los trabajos de ganadería. ¿Alguien quiere algún puesto en especial?. -les preguntó.
-No. -dijeron todos a la vez.
-¿Seguros?. -quiso saber.
-Si. -volvieron a contestar como soldados. Francisco puso los ojos en blanco.
-Ya les dije que no tienen que comportarse como maquinas cuando el señor Brizz está aquí. Solo hagan su trabajo como siempre.
-Bien, yo quiero encargarme del marcado de las vacas. -dijo uno de ellos. El rubio sonrió.
-Bien, Joselo, tienes ese puesto. -dijo contento.
Entonces todos comenzaron a pedir diferentes trabajos. Francisco asentía y asentía, pero ya se estaba mareando con tantas voces a su alrededor. Hasta que todos callaron. Él frunció el ceño, ¿Por qué todos se habían quedado en silencio de tal forma?.
-¿Qué sucede? -les preguntó. Ninguno dijo nada -Oigan, ¿Por qué se quedaron callados de golpe?. -ellos miraban fijo hacia atrás de él. Entonces uno de ellos le hizo un gesto con la cabeza, de que mirara. Y así lo hizo. Se sorprendió mucho al verla allí parada con una media sonrisa en el rostro -Nikki... ¿Qué...qué haces aquí?.
-Buenas tardes a todos -dijo ella sin dejar de mirar a Nikki.
-Buenas tardes, señorita -contestaron como coro. El rubio comenzó a sentirse nervioso. Ella estaba allí por alguna razón.
-Siento haber interrumpido su charla... pero necesito hablar unos minutos con su capataz. ¿Me dan el permiso? -preguntó.
-Claro... - Respondió alguien.
-Si, señorita... - Respondió otra persona.
-Lléveselo, ya nos estaba hartando... - Respondió un peón,divertido.
Francisco se giró a verlos con un gesto serio. Todos volvieron a cerrar la boca al instante y se pararon erguidamente.
-Señorita Nikki, no creo que podamos hablar en estos momentos. Estoy muy ocupado con el trabajo -dijo él.
-¿Mucho? -inquirió ella y le hizo ojos. El pulso de Francisco se aceleró.
-Pero si ya has terminado de darnos los trabajos -habló Juan.
-Si -dijo él apretando los dientes y con la vista fija en ella. -Terminé de darles los trabajos pero yo también debo trabajar.
-Oh, Francisco, no te preocupes por eso. -siguió hablando Juan. -Nosotros hacemos tu trabajo. No puedes dejar a la señorita Nikki con la palabra en la boca.
-Además de que si se tomó la molestia de venir a buscarte, es porque es algo realmente importante. -habló Roy, que hasta entonces se había mantenido callado. Francisco lo miró serio.
-Voy a matarlos a todos. -murmuró para ellos. Todos se aguantaron una sonrisa. Francisco volvió la vista a Nikki -¿Le parece si hablamos más tarde? -le preguntó.
No sabía por qué le estaba diciendo que no. Si lo que más él quería era poder tener unos cuantos segundos a solas con ella. Pero algo dentro de él le decía que no. Que primero debía aclarar todas las cosas con Nabila, y luego si podría seguir a su corazón.
-No será mucho tiempo, Francisco. -aseguró ella -Lo juro.
-Bien, solo voy a decirles a estos que vayan a trabajar...
Giró y se le fue la voz al ver que ya no había nadie detrás de él. ¡Se habían ido todos! Por dios, esos eran más chismosos y metidos que viejas en una peluquería.
Nikki sonrió por lo bajo. Él la escuchó y nervioso volvió a mirarla.
-Parece que ya se fueron -dijo ella.
-Si, me adoran -sonrió él nervioso.
-Ven. -le dijo y estiró su mano para tomar la de él. -Podemos dar un paseo y charlar un poco, ¿te parece?.
Él vio sus manos unidas y se le secó la garganta. Siempre que la tomaba de la mano, el cuerpo le empezaba a sudar.
-Tengo toda la mano llena de tierra -le dijo.
-No me importa -aseguró y comenzó a caminar, tirando de él.
Francisco tuvo que seguirle el paso. Tenía que corazón desbocado y no sabía que decir o que hacer. Por dios, y él se hacía llamar el hombre con más carácter del mundo. En esta situación simplemente parecía un joven adolescente idiota de 14 años.
Caminaron en silencio, con los dedos entrelazados. Era hermoso tenerla de esa manera. Observó su perfil. Estaba atardeciendo, y los rayos anaranjados del ocaso jugaban con el color de sus ojos, cabello, piel... boca. Su mirada quedó clavada en aquella parte de su anatomía. No había dejado de pensar en sus labios ni un solo segundos. Entonces ella se detuvo y se giró a verlo. Francisco sacudió la cabeza. Ella le entregó una dulce sonrisa.
-Llegamos -le indicó.
El rubio miró a su alrededor y se sorprendió al encontrarse frente al viejo roble que estaba cerca de las caballerizas. Justo al lado del árbol había un mantel blanco que estaba lleno de cosas. Él divisó dos tazas y una tetera. Miró a Nikki.
-¿Qué es esto? -le preguntó. Ella soltó su mano, él se sintió vació, y caminó contenta hasta el mantel.
-¿Acaso me vas a decir que no recuerdas cuando éramos niños y yo te daba clases de 'modales' mientras tomábamos el té debajo de este árbol?. -le preguntó.
Él se sorprendió de aquello. Si lo recordaba, claro que lo recordaba. ¿Cómo poder olvidar esas insufribles clases de palabras raras que luego él usaba en el colegio?.
-¿Cómo olvidarlas?. -dijo él. Nikki sonrió y se sentó. Francisco soltó un suspiro y se acercó para sentarse frente a ella,sólo a unos pocos centímetros.
-No eras un muy buen alumno, Francisco. - dijo ella mientras servia un poco de té en su taza y la taza de él.
-Claro que era un buen alumno. Tú eres la maestra mala... siempre me retabas y me enseñabas esas palabras por las cuales luego peleaba en la escuela.
-Eso es porque siempre has sido un salvaje. -terminó de servir y tomó un poco de su taza. Lo miró sobre el borde de la misma.
-Yo... -empezó a hablar él, pero las palabras se trabaron en su garganta.
-Creo que me estoy enamorando de ti, Francisco. -le dijo ella tranquila cuando apoyó la taza en su lugar.
Si, se lo había dicho así sin más. Sin anestesia, sin avisar. De una y bien frontal. Se sentía muy bien por haberlo hecho. Pero comenzó a sentirse nerviosa al ver que él estaba simplemente helado, mirándola fijamente, sin pestañear. ¿Y si había hecho mal en sacar su parte sincera? ¿Y si él no sentía lo mismo? Dios, no podía ser tan impulsiva.
Pero en un abrir y cerrar de ojos, los labios de Francisco estaban sobre los suyos. La tenía con firmeza de la nuca. Francisco cerró los ojos, respondiendo al desesperado impulso. Se aferró al cuello de su camisa sin mangas entreabierta. Las puntas de sus dedos acariciaron la piel expuesta de su pecho. Sus pulmones, alma y vida se llenaron de su sabor.
Entonces él la soltó para poder respirar. Apoyó la frente sobre la suya, y le dio un tierno beso esquimal. Ella sonrió con los ojos cerrados.
-Yo no lo creo... simplemente estoy enamorado de ti -le susurró aún algo agitado. Nikki buscó sus labios con los suyos, para volver a besarlo.
-¡Nikki! -escuchó que él gritaba. Se alejó de Nikki. No podía ser cierto. ¡¿Cuántas veces más Matt iba a arruinarles los momentos?! El chico llegó agitado hasta ellos. Ambos se pusieron de pie con caras de pocos amigos. -¡No me miren así! No quise interrumpirlos, lo juro. -dijo agitado. -Nikki, tu padre esta tirado en su despacho... parece como si estuviera...muerto.
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Will Horses - Adaptada-
RomancePrólogo. Que nerviosa se sentía, le temblaban las piernas. No recordaba, o eso creía, haber pasado un día tan emocionante como ese. Su cumpleaños número doce. No podía dejar sus manos quietas y se mordía el labio,nerviosa. Sí, estaba nerviosa. Su...