Se sentía como en una especie de película de espionaje. Y a decir verdad no había podido dormir en toda la noche, pensando en cómo haría para salir de allí sin hacer ningún ruido. Además de que no había podido dejar de pensar en Francisco y en que la había citado en las caballerizas. ¿Hablarían bien allí? ¿Él le diría todo lo que pensaba de ella? Su corazón se aceleró al pensar que estaría a solas con él. Logró salir de la casa sin hacer ningún escándalo. Soltó un suspiro y miró encantada a su alrededor. El sol comenzaba a asomarse, bañando a aquel campo de luz. Los suaves sonidos de las aves llegaron a sus oídos. Aquello si que era paz. Respiró profundamente y comenzó a caminar hacia las caballerizas. No se sentía demasiado segura de si era correcto. Pero de ninguna manera podía evitarlo. Tenía ganas de verlo, de saber por qué la había citado allí.
Comenzó a caminar hacia el lugar indicado. Se sentía como una boba niña de 15 años, estaba emocionada. Al parecer aun no había ningún peón por allí, ya que todo estaba completamente desierto.
Llegó y entró con cuidado. Aquel familiar olor volvió a invadirla. Miró a su alrededor buscando a Francisco y él no estaba allí. Miró la hora en su reloj y marcaban las 7 en punto. Frunció el ceño. El sonido de un caballo le hizo levantar la mirada. Se congeló. No podía ser cierto... aquel, ese... ese era su caballo blanco. Sin poder evitarlo comenzó a caminar hacia él. El caballo se giró a mirarla y retrocedió unos pasos, mientras hacía un sonido con la boca. Se acercó un poco más pero se detuvo. Tenía miedo, el mismo miedo que había tenido la primera vez que lo había visto.
-No le tenga miedo -dijo él.
Nikkk giró rápidamente para encontrarlo parado en la puerta del establo, semiapoyado contra el marco.
-¿Es él? -le preguntó con un poco de timidez. Francisco sonrió de costado e ingresó del todo. El pulso de Nikki se aceleró.
-Si, es White.
Ella volvió a mirar al animal. Su corcel blanco estaba realmente hermoso. Sonrió levemente. Francisco había cumplido su promesa de cuidarlo. En cambio ella... ella no había hecho nada. Se sintió una basura, y no era exagerado. El caballo resopló y Nikki le prestó atención de nuevo. Quería tocarlo, pero no sabía como iba a reaccionar ante una desconocida.
-No le tenga miedo -volvió a decirle -Él no le hará daño...
Nikki volvió a mirar a Francisco y ahora el azulino estaba un poco más cerca. Sintió una presión en el pecho.
-Es que... no me conoce, no tiene ni idea de quien soy -dijo ella.
Francisco suspiró y caminó hasta estar a su lado. Nikki fue muy conciente de sus diferencias. Mientras él era todo músculo y fibra, ella era toda delicadeza y ropa cara. Francisco se veía sexy como el infierno con aquel sombrero de vaquero. Pero la ponía nerviosa. La ponía nerviosa no poder ver bien sus ojos, no saber si él la estaba mirando, o como la miraba. Quería quitarle ese sombrero de un manotazo. Tragó saliva.
-White -lo llamó él al caballo.
Al instante el animal lo miró e hizo un relinche. Nikki lo miró asombrada, era increíble que le respondiera de esa manera.
-Es increíble -musitó.
-¿Sabes quien es ella? -preguntó él. White meneó la cabeza y volvió a contestar. Nikki estaba perpleja -Ella es la señorita Nikki -el caballo relinchó un poco y golpeó el piso con una de sus patas -Puede tocarlo, señorita, él sabe quien es usted.
Ella se armó de valor. Ya no era una niña, no podía temerla a un lindo animal como ese. Pero su valor se fue en un abrir y cerrar de ojos. No podía hacerlo, de verdad tenía miedo.
Francisco se quitó el sombrero, soltó un suspiro y sin darle aviso se acercó a ella por detrás y tomó su mano. Ella se quedó completamente quieta sintiendo su cercanía. Su mano era el doble más grande que la suya. Fuerte, áspera, caliente. Con cuidado la hizo caminar hacia delante, aun sosteniendo su mano. La levantó un poco cuando el caballo se acercó a ellos. Nikki retrocedió unos pasos soltando un suspiro de sorpresa. Pero se encontró con el pecho de Francisco. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
White se acercó otro poco a ellos, hasta que la mano de Nikki se apoyó sobre su hocico. La mano de Niall seguía sobre la de ella, e hizo el movimiento descendente para que ella acariciara a White. Se quedaron en silencio.
El corazón de Francisco latía rápido. Él no sabía bien por qué estaba haciendo aquello. No debería estar tan cerca de ella. Su perfume lo rodeó. La tenía tan cerca, era como un sueño.
Ella se mordió los labios. La situación era la misma que hace diez años atrás. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Besarlo? Sacudió la cabeza.
-¿Lo ve? -inquirió él cerca de su oído -Él no va a hacerle daño.
Nikki se estremeció, su voz era tan masculina. Giró un poco la cabeza para encontrarse con sus ojos a escasos centímetros.
Él podía besarla si se inclinaba un poco, y la idea lo emocionó de una tonta manera. Ya no era un niño, no iba a besarla como tal. Pero, por dios, era como una extraña para él ahora. Aunque en su mirada chocolate podía ver que ella seguía siendo la misma de siempre. Se había ido una niña y ahora veía una mujer. Una hermosa mujer. Se alejó de ella rápidamente. Eso era extraño, él no podía comportarse de esa manera.
Nikki se quedó quieta en su lugar, acariciando a White por si sola. No sabía que decir, ni que hacer. Todo era tan raro. Acomodó su garganta.
-Está realmente hermoso White, Francisco -le dijo para romper el hielo.
Él se rascó la nuca y no la miró.
-Es el mejor caballo de la estancia.
Nikki le sonrió al caballo y lo palmeó un poco. White se le acercó más hasta tocar su rostro con su hocico.
Nikki rió por lo bajo. Francisco la miró, y su corazón palpitó. Se veía tan hermosa allí parada, casi abrazando a White. Al parecer el caballo no lo había olvidado. Él no se mostraba tan cariñoso con las personas.
-Francisco -lo llamó ella sin mirarlo.
-¿Si? -le preguntó. Nikki tenía los ojos cerrados y ahora abrazaba a White. Era como si estuviera recordando algo.
-¿Recuerdas cuando éramos niños y jugábamos a las escondidas? -inquirió y abrazó un poco más fuerte a su caballo. Se sentía bien así -Tú te escondías en algún lugar de la caballeriza y yo tenía que buscarte. Y cuando te encontraba...
Abrió los ojos y él no estaba allí. Frunció el ceño extrañada. ¿Podía ser posible que él se fuera dejándola sola? Pero entonces escuchó el sonido de algo que se caía. Sonrió al recordar que esa era la señal. Él estaba escondido en algún lugar.
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Will Horses - Adaptada-
RomancePrólogo. Que nerviosa se sentía, le temblaban las piernas. No recordaba, o eso creía, haber pasado un día tan emocionante como ese. Su cumpleaños número doce. No podía dejar sus manos quietas y se mordía el labio,nerviosa. Sí, estaba nerviosa. Su...