Familia

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—Al fin llegas, ma, intenté cocinar, pero sólo quemé la cacerola, lo siento. Pero me hice un sándwich —sonrió divertido, mientras jugaba con su consola, sin ver a su madre.

La rubia sonrió suavemente y se acercó a él para darle un beso en la cabeza.

—Está bien, cariño, ahora iré a cocinar algo para ambos, estoy hambrienta también.

—¿Y sabes algo de él ya?

—No, aún nada.

—Hm, bueno.

Era increíble ver a su hijo, y pensar que tenía diez años. El muchachito debería verse como un niño, no como un adolescente.

Hacía un mes, cuando habían llegado a la isla, lo primero que había hecho fue llevarlo a un pediatra, para que le dijeran si todo estaba bien con el crecimiento de su hijo.

Sasha tenía diez años, pero media más de un metro sesenta, y hasta había comenzado a crecerle el vello como a un adolescente. Y el médico, con una sonrisa divertida, le explicó que aquella era normal en los jóvenes kanatitas.

Lía le había dicho que habían conocido a otros kanatitas de la edad de Sasha, y que ninguno había tenía un crecimiento acelerado. Fue entonces, que el médico les explicó que sólo los kanatitas de la isla tenían una adolescencia más temprana.

Dejaban de ser niños a los ochos años.

Y sólo les habían permitido entrar a la isla, porque el padre del muchacho vivía allí, y querían encontrarlo.

***

—Espera, tú, el muchacho rubio.

El joven se giró y la observó curioso, reconociéndola.

—Ah, la chica de anoche ¿Cómo estás?

—Bien, muy bien, no sabes cuánto me alegra verte una vez más aquí —sonrió.

—Hm, no me digas nada ¿Me preguntarás por Ketall?

—Sí ¿Cómo lo sabes?

—No dejabas de mirarlo —sonrió divertido—. Está soltero, si eso querías saber.

—No, pero necesito hablar con él.

—Eso no será posible, lo siento. Él se fue esta tarde hacia la selva.

—¿Por qué? ¿Puedes decirme dónde encontrarlo? Por favor, es urgente que hable con él.

—¿Y por qué? —le inquirió curioso.

Lía suspiró y luego lo miró.

—¿Eres un buen amigo de él?

—Algo así.

—¿Él confía en ti?

—Sí.

—En ese caso yo también lo haré. Nos conocemos hace más de diez años, yo llegué aquí con mi madre, ella era azafata. Lo conocí durante el Kok'ta Kanat'ma, y nosotros... Pasamos la fiesta juntos.

—Oh, comprendo ¿Quieres revivir esos momentos? —sonrió travieso.

—Él me regaló esto —le dijo mostrándole su brazalete—. Se supone que esto es como un anillo de bodas ¿Verdad? Él es mi esposo, mi marido, y estoy aquí, porque tenemos un hijo y él no lo sabe. Ketall tiene un hijo, Sasha, que lo desea conocer con toda su alma. No me importa si me odia, si no quiere volver a verme, pero mi hijo nada tiene que ver con todo esto.

Semt la observó aturdido, sin poder creerlo. ¿Su jefe se había casado? ¿Tenía una Umi'et? Pero si él odiaba a los humanos, y el Kok'ta Kanat'ma.

—Por favor, tienes que ayudarme. Tengo un permiso para quedarme aquí por seis semanas, y ya se me está por vencer. Mi hijo necesita conocer a su padre.

...

KetallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora