Hacía más de tres día no la veía, y es por eso que había salido de la selva, para buscarla en la ciudad. Quería saber de ella, dónde estaba, o si estaba bien.
Había podido averiguar qué los humanos que habían llegado de afuera, vivían en un hotel privado, por lo que él no tenía acceso para ingresar.
Pero Ketall no iba a quedarse de brazos cruzados. Esperó en cada hotel a encontrarla, que no eran muchos, sólo tres, y luego siguió a una mujer que tenía el aroma de Lía, por lo que supuso que sería su madre.
Y finalmente supo donde vivía la jovencita.
Esperó hasta que fuera de noche, y con sigilo comenzó a subir por lo diferentes balcones de las habitaciones, buscando a la joven rubia.
Ya sólo quedaban unos pocos días para que ella se fuera.
Olfateó el aire, y el dulce aroma de ella, le hizo saber que estaba cerca. Abrió suavemente la ventana, y se metió dentro de la habitación.
No era la habitación de Lía, sino de su madre.
Gruñó molesto, y cuando estaba por salir, la escuchó hablar.
—¿Qué más quieres que haga, eh? ¡Me pasó encerrada en éste maldito lugar! ¡No tiene nada de malo que haya bajado a comprar un maldito helado! —le gritó a su madre antes de entrar a la habitación y cerrar de un portazo.
Su madre la había regañado por salir sólo a una tienda que estaba cruzando la calle. ¡Era una exagerada! Así que otra vez encerrada y con custodios del otro lado de la puerta para que no se fuera hasta que ella regresara.
—Lía.
Y la joven no hizo tiempo de encender la luz, que unos fuertes brazos se envolvieron al rededor de su cuerpo, tomándola por sorpresa.
—¿Ketall? ¿Cómo me encontraste? ¿Cómo hiciste para entrar aquí? —preguntó sorprendida, desconcertada.
—Te estuve esperando, y no regresaste, es por eso que vine a buscarte. Quería verte, tuve miedo, pensé que ya te habías ido.
Ella lo miró a los ojos, y luego lo abrazó.
—Aún no, pero pronto me iré.
—¿Por qué? ¿Y si te quedas aquí conmigo?
Aquella pregunta le causó un remolino de emociones, alejándose de él para mirarlo una vez más a los ojos.
—¿Qué?
—Quédate conmigo, aquí, yo viviría sólo para ti, estaría siempre contigo, y seríamos muy felices. Podría hacer una cabaña mucho más grande, para que tú te sientas cómoda. Éste podría ser tu hogar... Y tú el mío, Lía. Quédate conmigo.
—P-Pero no puedo hacer eso —le dijo sintiéndose afligida, al ver la ilusión en sus ojos.
—¿Por qué no? ¿No quieres quedarte conmigo?
Ella lo tomó del rostro, y lo besó, sin tener el valor de decirle que no podía hacer aquello, que no podía quedarse con él, por más que quisiera.
Y erróneamente, Ketall creyó que aquello significaba que se quedaría a su lado.
***
Se había escapado una vez de su madre, y ya no le importaba si luego la castigaba, después de todo, en la mañana se irían. Le había prometido a Ketall que iría hasta su cabaña, que había llevado cerca de la cascada, y allí estaba él, sentado en la puerta.
—Viniste —sonrió emocionado, antes de abrazarla a él y besarla.
Ella también lo abrazó, y correspondió a su beso, intentando olvidarse de todo, porque luego de aquel día, volvería a su vida cotidiana una vez más.
...
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Ketall
Historia CortaHistoria corta, libro especial de la serie "Bestias" Inicio 11/02/20