Parte 35

453 65 2
                                    

La comadrona llegó a la hora de examinar a Serena, y confirmó que su vientre se había agrandado. Teniendo en cuenta sus síntomas, era casi seguro que estaba esperando un hijo. Serena le dio las gracias a la mujer y la acompañó hasta la puerta.

―¿Quiere informar a mi esposo de la feliz noticia? ―Habló con cínica y falsa alegría pero la partera no reconoció su burla. Sus ojos bailaban de alegría.

―Sí, señora, pero él está esperando junto a la puerta. Quizás, le gustaría decírselo usted misma.

―No. Quiero que tú le des la noticia. Dudo que lo crea, viniendo de mí. ― La robusta mujer sonrió.

―Piensa que es demasiado bueno para ser cierto. ¿Es eso? Bueno, se lo diré yo, si ese es su deseo.

―De hecho, lo es.

Serena abrió la puerta y encontró a Darien esperando. Su fría mirada se alzó, mirando a través de Serena, estaba apoyado contra la puerta con los brazos cruzados en su pecho. Inclinó la cabeza hacia él y levantó una ceja.

―Ya veo ―le dijo a la mujer, sin mirarla― Puede irse. ― La sonrisa de la partera se desvaneció de inmediato, luego bajó la mirada y corrió hacia la escalera. ―Es cierto, entonces ―dijo Darien.

Serena regresó a su habitación y puso su mano en el borde de la puerta. Estaba tan enfadada con él, que podría haberle escupido. ―Por supuesto que es verdad. Me sorprende que tu precioso oráculo no te haya informado aún, pero tal vez no siempre lo vea todo tan claro. ¿Por qué no te metes en la cama con ella y le preguntas si se olvidó de mencionar que vio a tu primogénito en mi vientre? Dio un paso adelante, estaba ansioso.

―Serena...

―No. No quiero escucharlo. Estoy demasiado furiosa contigo. ―Le cerró la puerta en las narices.

―Debes deshacerte de ella ―dijo Nicolas, mientras seguía a Darien hasta el patio, a través del vestíbulo― Envíala de regreso a su cueva oscura de dónde vino. Solo aporta veneno.

―Ella no vive en ninguna cueva ―contestó Darien― Tiene una casa pequeña y me dejó vivir en ella la mayor parte del año, cuando no tuve a dónde ir. No voy a echarla.

Entraron en el patio. El cielo estaba nublado, y una niebla espesa y blanca se cernía sobre las cuatro torres de las esquinas. Darien miró a las nubes, apenas era capaz de comprender lo que la comadrona acababa de confirmar, que Serena estaba embarazada. Iba a ser padre. Debería ser una buena noticia. Debería estar celebrándolo, pero lo único que sentía era un miedo salvaje y atroz, que le era completamente desconocido, porque nunca había temido el futuro. Pero ahora, todo era diferente. Debido a su matrimonio con Serena. Algo nuevo había nacido en él.

―Rei destruirá todo lo que hemos construido aquí ―dijo Nicolas, manteniendo el ritmo de Darien, cuando este apresuró el paso a través de la muralla― Ella lo destrozará con todos sus presagios espeluznantes y sus profecías desastrosas. ―Tuvieron que parar y dejar pasar un burro y un carro frente a ellos. Las ruedas desvencijadas dejaran unas huellas profundas en el barro. Darien miró las marcas y vio como se llenaban de agua.

―Y no me digas que crees en sus maldiciones y hechizos ―continuó Nicolas― Es una loca. No es más que una locura.

―Ella no lanza hechizos ―dijo Darien― Tiene visiones, y predice el futuro. Sabía que vendrías a mí, y que juntos levantaríamos un ejército para recuperar Kinloch.

―Cualquiera podría haber previsto eso. Y te olvidas de que no predijo que serías padre, ¿no es así? La mención de su futuro hijo provocó que algo en su interior se agitara.

―Tal vez sea, porque no voy a ser... porque moriré.

Se detuvieron en la puerta del polvorín y Darien metió la mano en su escarcela en busca de la llave. Lo que encontró fue la carta que le había escrito a Zafiro. Pensó por un momento que debería hacerla pedazos. Ya tenía bastantes distracciones. ¿Cuál podría ser la razón para tratar de avivar una vieja amistad si no iba a vivir lo suficiente incluso, para ver de nuevo a Zafiro? Al mismo tiempo, sabía que sería beneficioso para su clan tener aliados en el castillo de Moncrieffe, ya que Zafiro era uno de los nobles escoceses más poderosos e influyentes, y su castillo era un viaje sencillo de dos días desde ahí. Si Serena diera a luz a su hijo, el niño podría ser el jefe del clan un día. Requeriría de amigos y aliados. Tal vez Zafiro, el gran conde de Moncrieffe, velaría por ellos... Sacó la carta y se la entregó a Nicolas.

―Vela porque sea entregada en Moncrieffe. Envía un jinete para que la lleve hoy y dile que espere una respuesta. Si la hay.

Nicolas se acercó para tomarla. ―Pensaba que el conde y tú no os hablabais.

―Así es, pero es hora de remediar eso ―Darien abrió la puerta del polvorín y entró. Levantó la tapa de uno de los barriles de manera

― ¿Están todos completos?

―Hasta el borde. Tenemos suficiente pólvora para hacer estallar todo el ejército inglés hasta el otro lado del mar Irlandés.

Darien miró a su alrededor. ―¿Qué pasa con todo el arsenal? ¿Son todos fusiles en buen estado? ¿Tenemos suficiente munición?

―Si.

―Bien ―se dirigió hasta la puerta—. Reúne a los hombres, Nicolas. Me gustaría hablar con ellos en el patio. 

Reclamada por elDonde viven las historias. Descúbrelo ahora