Adiós y hola

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Kim Namjoon era un hombre que no se ponía nervioso fácilmente, después de todo era uno de los hombres más poderosos y millonarios del mundo empresarial, pero en ese tipo de situación quien no lo estaría. Frente a él, una chica rubia, de piel pálida y ojos azules lo miraba fastidiada, sus labios pintados de rojo se torcian en una mueca de desagrado y sus ojos denotaban aburrimiento.

-Joonie, cariño - su tono de voz era dulce pero su rostro reflejaba lo contrario - ...eres un idiota...
Pedirme matrimonio de esta forma es absolutamente estúpido - la chica arrojó el pequeño anillo de plata adornado con un diamante rosa a la mesa, tomó su bolso y antes de salir se giro para mirarlo con una pequeña sonrisa como sino hubiera pasado nada - para la próxima, espero un anillo y propuesta muchos mejores. Adiós, cariño.

Namjoon apretó fuertemente la pequeña caja aterciopelada que tenía en su mano, estaba enfadado, triste, pero sobre todo desepcionado.
Amelia era una mujer de buen porte, hermosa, y de una "familia adecuada" o al menos eso decía su madre.
Su encuentro fue algo casual, como si el destino lo hubiera planeado, aquel primer encuentro ocurrió en un viaje de negocios que hizo a Australia,  país de origen de la rubia. Fue algo muy normal, su padre los presentó a ambos y la química que ambos sintieron fue instantánea, como si supiera todo de él.

Ambos pasaron juntos algunas semanas, que fueron fantásticas para el moreno, quien quedó fascinado por su elegante forma de ser. Una mujer inteligente que lo cautivo no sólo con palabras, sino también con su cuerpo.
Después de volver a Corea, aún mantenían el contacto y un años más tarde se volvieron oficialmente novios, su madre estaba fascinada, y que decir de su padre, el hombre estaba más que contento, pues la chica resultó ser hija, nada más ni nada menos, que de un inversionista de la compañía.

Pero no todo podía ser color rosa, después de volverse pareja y de que ella viniera a vivir a Corea, Amelia dio un cambios de 180°, la rubia pedía atención a gritos y no sólo de forma literal, comenzó a actuar como una niña mimada e infantil, era como su se hubiera convertido en una persona totalmente diferente.
Aún así Namjoon seguía creyendo que se trataba de algo pasajero, sólo era cuestión de  tiempo para que se adaptara, no dudaba que ella era su mejor elección para volver se la señora Kim.

Por ello, decidió que era el momento de dar el siguiente paso, matrimonio. Con la emoción al tope busco entre sus cosas la pequeña caja de madera que guardaba su tesoro más preciado, un hermoso y sencillo anillo, herencia de su abuela a quien amaba sobre todo y quien lo cuido durante toda su infancia, como si de una madre se tratara.
Sus padres se encantaban más preocupados por el trabajo y los ingresos, como para prestar atención al cuidar de su pequeño hijo.

El moreno creía que aquel bello recuerdo sería perfecto para ser llevado por la persona que se volvería su esposa, pero jamás pensó que aquella mujer que lo tenía loco le hiciera tal escena, frente a varios personas, y sólo por proponerle matrimonio en un pequeño restaurante, con un anillo que a ojos de la rubia era horrible y no encajaba con su estilo, ella merecía algo mejor, muchos mejor. Las palabras que salieron de su boca resultaban aun más frías que aquel vaso de té helado que le fue arrojó intentar detenerla para poder hablar.

Avergonzado se disculpo con él mesero por los problemas causados, sin más que decir decidió pagar la cuenta y salir del lugar, no sin antes dejar una gran propina al joven que había tenido que presenciar tal escena, soltó un largo suspiro antes de comenzar a caminar sin rumbo alguno, mirando a la nada, no es como si tuviera cabeza para pensar en algo más que no fueran las palabras de su novia.
Una llamada irrumpió en sus pensamientos y rompió aquella burbuja de fantasía en la que se había encerrado, sacó el teléfono de su bolsillo y sin mirar contesto. Ni siquiera podía tener un momento para deprimirse, que horror.

Dos son mejor que unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora