𝐂 𝐀 𝐏 𝐈 𝐓 𝐔 𝐋 𝐎 34

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Los días pasaban y pasaban. Creo que la última vez que me levanté de la cama fue ayer. La tristeza cada vez se apoderaba más de mí.

Tocaron la puerta, ni me inmuté en mirar quién entraba.

-Hija, tienes que ir a verlo- habló mi mamá.

-No quiero volver a pisar ese hospital nunca en mi vida- murmuré.

-¿Puedes ir? Es por el bien de tu padre.

-Ve tú con tu estupido esposo- me levanté y entré al baño.

Mi mamá suspiró rendida y se fue de la habitación, dejándome a mí, otra vez en soledad.

-Sólo lo hago porque eres tú, papá- me cambié y tomé el primer taxi que me llevara al hospital.

Dije el número de la habitación y me dejaron ir. Respiré y entré. Ahí estaba él, conectado a miles de cables, pálido y con cicatrices por todo su cuerpo.

-Hola- susurré, sabía que no iba a responder. -Ya perdí la cuenta de hace cuántos días estás así, sé que quieres volver a casa- solté una risita. -Recuerdo cuando te llamaba en las noches diciendo de que había un monstruo debajo de mi cama y tú me decías "él único monstruito aquí eres tú"- sonreí irónica. -Tuve que haber aprovechado esos momentos- suspiré. -Te extraño, ¿Piensas despertar? Quiero volver a Florida contigo- miré los cables que estaban pegados a su cuerpo. -Pero no volveré sin ti, eres mi única esperanza, papá- me acerqué un poco más, y con cuidado tomé su mano. -Aquí voy a estar apoyándote, hoy y siempre- sonreí y las lágrimas empezaron a caer.

Me despedí de él con un abrazo y me fui.

(...)

Al llegar a casa, se encontraba mi mamá con un pañuelo en su mano, mientras ¿Lloraba? Nunca la había visto en ese estado.

-A-Ah, ya llegaste- intentó sonreír. -¿Quieres salir un rato al aire libre?- la miré incrédula. -No me refería a salir de casa. ¿Por qué no te cambias y sales a la pileta? Está muy lindo afuera- asentí e hice lo que me dijo.

Me cambié y salí al patio, me senté en una silla y me puse a tomar sol. O eso intenté.

-Que yo sepa no eres muy fan del sol- esa voz, su voz.

-¿Hace cuánto llevas ahí?- pregunté sin mirarlo.

-Recién llego, tu mamá me dejó pasar. Quería ver cómo estabas- suspiró al final.

-¿Cómo estarías tú, Chase?

El silencio inundó el patio.

-Perdón por irme tanto tiempo- se acercó a mí. -Pero sabes que estoy aquí para ayudarte, y que me puedes contar todo- habló.

»Uf, como si te fuese a contar que me vuelves loca desde hace meses«

-No puedo leer tu mente, pero me imagino lo que estás pensando- ambos reímos.

-Chase- dije. -Bésame-

Eso definitivamente no salió de mi boca. Se acercó a paso decidido y juntó mis labios con los suyos. Esa sensación de las malditas mariposas en el estómago, volvían hacia mí.

-Extrañé esto- dijo y nos unió en otro profundo beso.

𝙎ó𝙡𝙤 𝙪𝙣𝙖 𝙢𝙞𝙧𝙖𝙙𝙖 - 𝘾𝙝𝙖𝙨𝙚 𝙃𝙪𝙙𝙨𝙤𝙣 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora