Capitulo 2. Pequeños Detalles.

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Me cuesta admitirlo, pero últimamente él ha actuado un poco extraño. Se preocupa más por mí que antes y hace un par de meses, cuando le conté sobre mi futuro matrimonio su reacción fue realmente mala, aunque en realidad, no sé qué es lo que yo esperaba. ¿Quería que saltara de felicidad dándome buenos deseos y alentándome a hacer las cosas bien? No, la verdad, es que anhelaba con el alma que me suplicara no hacerlo. Que encontrara las palabras para hacerme entrar en razón y negarme tan pronto como me lo propusieran nuevamente…Pero no fue así. Se entristeció y enfado a sobre manera, pero su único comentario fue que si yo creía que eso era lo mejor, lo hiciera. Yo no discutí. El ambiente en ese momento era demasiado hostil y cualquier otra palabra fácilmente podría romper el riguroso orden de emociones que ambos llevábamos.

Hoy en día las cosas siguen del mismo modo; No tenemos secretos, pero desde mi punto de vista, a pesar de tener entre nosotros un vínculo como ningún otro, no nos esforzamos en compartir nuestros problemas y buscarles solución. La mayoría de las veces, cada uno busca arreglar las cosas como puede.

Me esfuerzo en hacer caso omiso a su reacción y camino con él hacia el gimnasio. Nos separamos por unos cuantos minutos para ir a los vestidores y cuando estamos de vuelta nos juntamos para hacer estiramiento mientras el profesor hace acto de presencia; Siempre llega tarde. Mientras tanto, en una de las dos canchas un minúsculo grupo de chicos elabora un pequeño partido. A nuestra izquierda, en las gradas, un grupo de chicas conversa tranquilamente de la forma en que lo harían aquellas que no están interesadas en los deportes. Entre ellas localizo fácilmente a quien considero la persona con más potencial a ser mi rival en esta escuela. Su nombre es Katherine, pero casi todos la llaman Katy. Desde que ingrese a esta institución intenta robar mi lugar en el cuadro de honor, sin éxito claro, pero por alguna razón, eso no me hace sentir satisfecha. Ella es, por mucho, más bonita, alta y agraciada que yo. Tiene más amistades y conocidos, además de que mantiene una buena relación con casi todos los profesores de la escuela.

Mark debe haber notado que la miraba mientras terminaba de destensar los músculos de la espalda, pues aprovecha los siguientes segundos para formular un comentario que no me resulta muy agradable.

— ¿De nuevo con el odio hacia Katy? —pregunta mientras me mira con una sonrisa. Le devuelvo la mirada, pero con desagrado, pues la forma en la que pronuncia su nombre me hace sentir extraña de alguna forma, pero no quiero hacérselo saber.

— No la odio. —respondo soltando un suspiro mientras comienzo a atar mis cabellos en una cola alta. —Es más, pienso que, si la viera ahogándose y yo pasara por su lado en un bote, hasta la saludaría. —comento terminando mi labor y sonriendo al mismo tiempo en que mis hombros se elevan con sutileza. Al instante Mark suelta una carcajada y toma asiento en el suelo, yo me coloco junto a él y reviso el vendaje alrededor de mi rodilla izquierda, hace tiempo me lastime y ahora me veo obligada a utilizar esto.

— Pero, ya hablando en serio…Debes admitir que ella es demasiado bonita. —Me veo obligada a admitir aquello frente a Mark esperando una opinión suya.

— Bleh, patrañas. Piensa que, si el mundo fuera ciego, ¿A quién impresionaría? —me responde llevando sus manos hasta mi rodilla para ayudarme a ajustar la venda a mi piel antes de mirarme como si quisiera cuestionarme.

— Supongo que tienes razón…—contesto. Más resignada que convencida por su respuesta, aunque debo admitir que tiene un buen punto. Tras ello, lo miro de vuelta y asiento dedicándole una sonrisa.
Segundos después, el profesor entra al gimnasio y ambos nos levantamos para acercarnos a nuestros lugares. Entonces la clase da inicio y lo único que podemos hacer desde ese momento es mandarnos miradas de complicidad, una manera bastante sencilla de comunicación para nosotros.

Dos horas después, cuando ya todos se han ido, Mark y yo continuamos luchando por la victoria en un partido de basquetbol de uno contra uno. Él va ganando, claramente, pero no por mucho y eso me hace sentir bien. Los minutos pasan y finalmente siento el agotamiento invadir cada centímetro de mi cuerpo, lanzo el balón en mi último tiro y este entra sin problemas en la canasta. Luego de eso, me recuesto en el suelo respirando con dificultad mientras fijo mi mirada en el techo, no hay necesidad de informarle a Mark que el partido se acabó. Disfruto el silencio y la tranquilidad de este único momento y, luego de eso, incorporo mi torso y me quedo sentada mientras observo a mi amigo a lo lejos, junto al primer piso de las gradas, tomar sus cosas y quitarse la playera quedándose desnudo de la cintura hacia arriba. La escena me hace sentir rara, pero no aparto la mirada ni por un segundo de su esbelta pero marcada figura. Recorro el perfecto contorno de sus brazos y admiro la forma en que sus músculos se tensan y relajan mientras busca algo dentro de su mochila, él no se da cuenta, así que no corro ningún riesgo. Finalmente, poso mi mirada con más cuidado en su espalda y puedo ver claramente su piel blanca empapada de sudor, pero no es eso lo que me hace moverme de mi lugar. Sin darme cuenta y casi por instinto, me he puesto de pie. Me encuentro caminando hacia Mark con pasos presurosos y con el entrecejo fruncido.

Él escucha mis pasos aproximarse en su dirección y se gira hacia mi confundido, puedo verlo en su expresión, pero en este momento no me importa en absoluto. Me posiciono frente de él y lo fuerzo a dar media vuelta. Coloco una de mis manos sobre su hombro derecho, con la otra, hago un recorrido sobre la marca que se asoma desde lo más bajo de su cuello hasta la mitad de su espalda mientras entrecierro los ojos en mayor medida de lo normal. Él se tensa al instante y se gira apartándome con brusquedad. Sé bien de esa clase de cosas, la marca que tiene en su espalda no es un tatuaje, mucho menos un golpe, es una cicatriz y no la tenía hace un par de días, lo puedo asegurar.

Estoy por cuestionarle quién se atrevió a hacerle eso y cuál fue el motivo, porque estoy segura de que no fue un accidente, sin embargo, antes de que pueda formular las palabras en mi mente, él ya las tiene en sus labios.

— ¿Me estabas observando?...

El contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora