Tal es el impacto de las palabras de Mark en mí, que ni siquiera puedo darle sentido a lo que me ha dicho. Es como si la oración en si no tuviera un significado definido. Me siento idiota, por primera vez en mucho tiempo, y sin poder evitarlo, he comenzado a reír como si la situación fuera una broma. Realmente espero que lo sea.
— Esa fue buena. —le digo sonriendo mientras que una última risita llena de nerviosismo se escapa de entre mis labios. Acto seguido, doy media vuelta y comienzo a caminar hacia el aula en la que deberíamos estar desde hace ya varios minutos, pero Mark se empeña en detenerme y coloca su mano alrededor de mi muñeca tirando de ella haciéndome girar en su dirección. Detesto que me frenen de esta manera, y es la segunda vez en el día que él lo hace. Estoy por reclamarle, pero al dar la vuelta me doy cuenta de que la distancia entre su anatomía y mi cuerpo es casi inexistente. A él no parece importarle y se acerca aún más. Yo retrocedo casi por inercia y el me sigue acorralándome contra una de las paredes.
— No estoy bromeando. —sentencia con un tono de voz que en este preciso momento se siente extremadamente varonil e íntimo. Él toma una de mis manos y apoya la otra a un costado de mi cabeza, sobre la pared, formando una especie de prisión con su cuerpo para mí. Entonces me doy cuenta de que no hay salida, pero tampoco es como si estuviera buscando desesperadamente escapar. De hecho, me sorprende en demasía el torbellino de emociones que se arremolina en mi interior mientras Mark continua acercando sus labios a los míos en un momento que parece eterno; Quiero empujarlo lejos de mí y recriminarle su repentino y extraño comportamiento, gritarle y quizá golpearlo un par de veces por atreverse a ponerme en semejante aprieto, pero...También quiero que acelere el paso, sentir la calidez de sus labios sobre los míos y apoderarme de su hermosa sonrisa con el beso que desea darme. No reconozco en lo más mínimo a la persona frente mío. Pero quiero hacerlo, aprender de él y descubrir esta nueva fase que me atrae con una fuerza sobrehumana pese a mis esfuerzos por resistirme.
Los segundos pasan y apenas los labios de Mark rozan los míos con suma delicadeza cuando una voz se hace escuchar desde uno de los extremos del pasillo.
— ¡Señorita Hwang! ¡Joven Tuan!
De inmediato Mark se aparta de mí con la cabeza gacha mientras muerde su labio inferior antes de hacer una mueca de frustración. Por mi parte, me incorporo de inmediato y aclaro mi garganta antes de comenzar a caminar hacia el profesor Lee, el causante de la interrupción y, mi salvador, de cierta forma.
— ¿Si? Profesor Lee. —comento sin saber exactamente qué decir, pero no me permito expresar mi vergüenza ni mi temor a lo que sea que venga.
— ¿Realmente necesita que se lo diga?
— No, profesor. —respondo con seriedad mientras me paro firme y levanto mi rostro observando a mi contrario. Él me mira como si deseara una explicación, una excusa o una disculpa, pero yo no le otorgo ninguna de ellas. Él continua;
— Bien. Usted mejor que nadie conoce las reglas de esta institución; Queda castigada. Ya que parece tener una muy buena relación con el joven Mark, me parece adecuado que sea él quién le ayude en su labor, ¿Quedo claro?
Yo no respondo de inmediato, me tomo unos segundos para mirar a mi compañero, quién continua en el mismo lugar que hace algunos segundos, y le envío una mirada de desaprobación.
— Si, profesor.
Dicho aquello, rodeo al hombre de mayor altura y me dirijo al salón para tomar la clase como debí haberlo hecho en un principio. Mark me sigue guardando su distancia y al adentrarnos al aula y tomar asiento, el vuelve a ser ese chico tímido e inocente que yo conozco, pero por alguna razón, ya no puedo verlo de la misma forma.
— Syfel, lo siento. —dice mientras intenta tocar mi mano que yace sobre la mesilla del asiento, pero yo la aparto con el pretexto de abrir mi cuaderno y el no puede lograr su cometido.
— Claro, no hay problema. —respondo con frialdad sin devolverle la mirada. Realmente no me siento lista para tratar el tema.
— Lo que paso en el pasillo... —empieza con casi un hilo de voz pero yo lo interrumpo.
— Fue algo tonto, un error. —explico sin saber con exactitud si estoy mintiendo o no, pero a él parece no gustarle mi respuesta y se ríe con desgano.
— Un error al que no parecías resistirte.
— Tómalo como quieras. Ya te he dicho lo que pienso, si decides creerme o no, es tu problema
.
Debo admitir que quizá mi respuesta no fue la mejor, y mi tono de voz tampoco, pero en este momento no me siento bien y no deseo continuar charlando sobre nuestro incidente. El parece entenderlo perfectamente, pues un segundo después se encuentra con la mirada al frente y su atención en la cátedra.