El miedo y la preocupación me invaden nuevamente en el instante en que observo el interior del auto buscando la figura de Mark, sin éxito. ¿Dónde puede estar? Él casi nunca falta a la escuela, a pesar de que obviamente prefiere dormir en su casa hasta tarde, siempre se presenta a clases con regularidad. Luego de unos segundos, ensimismada en mis pensamientos, subo al auto y llevo mi mano derecha hasta mis labios. Comienzo a morder mis uñas a pesar de tener en cuenta que hace un par de días me las acabo de arreglar, pero no me parece un detalle importante. Me toma menos de un minuto terminar de analizar todas las posibles respuestas que justifiquen la ausencia de Mark, hasta que, finalmente, me doy cuenta de que sería mucho mejor preguntárselo directamente a Steve, por lo que dirijo mi mirada al retrovisor principal del auto para poder observar cuando menos una minúscula parte de su rostro y le presento mi cuestión;
— Steve, ¿Por qué Mark ha decidido no venir contigo? —le preguntó con un tono de voz apacible esperando no hacer notorio mi grado de desesperación.
— Creí que usted lo sabría, señorita. Cuando llegue a su casa para recogerlo él no se encontraba allí. —me responde educadamente sin desviar su mirada del frente y su atención del volante. Su respuesta solo ha logrado ponerme más nerviosa. —Tal vez le ha surgido algún compromiso y se vio obligado a llegar antes a la escuela, por eso partió más temprano de lo normal. ¿Usted qué opina?
No respondo de inmediato. Suspiro con pesadez y paso una mano por mis cabellos para acomodarlos en señal de frustración. Siento un vacío enorme sin Mark aquí, y no creo que nada en la tierra pueda reemplazarlo. Lo necesito conmigo. Lo quiero, conmigo. Pero, a pesar de mis necesidades, también tengo una gran preocupación por él. No quiero que nada malo le suceda, pero ser pesimista no me va a ayudar en nada.
— Quizá tengas razón; Gracias, Steve. —digo finalmente, fingiendo una sonrisa antes de desviar mi mirada hacia la ventanilla. No estoy convencida con su respuesta en absoluto, pero por lo menos me sirve para aferrarme a algo.
Tiempo después, Steve me deja en la escuela y yo camino (o más bien troto) por los pasillos buscando señales de Mark, pero no encuentro ninguna. Él no está aquí. Pero eso no me extraña, de una forma u otra, esperaba que así fuera. Luego de haber malgastado mi tiempo, asisto a mi primera clase, que no se diferencia de la segunda o la tercera, mucho menos de la cuarta. El tiempo pasa lento y pesado. Todo es muy distinto sin él aquí. Me sorprende en gran medida como puedo llegar a sentirme tan sola a pesar de estar rodeada de gente. Por suerte, mi última clase finaliza con el toque de la campana y yo salgo en primer lugar del salón. Me dirijo a la salida con pasos presurosos y al divisar el auto color negro que me sirve de transporte, puedo ver claramente que este ya no es conducido por Steve, sino por un nuevo empleado que se encargara de cubrir el turno vespertino. Es joven, de no más de 25 años; Alto, fornido y con elegancia, aunque le es imposible ocultar ese deje despistado en su expresión. Este debe ser su primer día de servicio y eso para mí es un golpe de suerte; Me aproximo a él ocultando todas y cada una de mis emociones, sustituyéndolas por una falsa seriedad y procedo a hablar con él, dispuesta a llevar a cabo el plan que se me ha ocurrido; No voy a acabar el día sin tener noticias sobre mi mejor amigo.
— Hola, ¿Qué tal? Yo soy Syfel, la hija del señor Hwang. —comento adoptando un semblante encantador y una sonrisa alegre.
— Por supuesto, la reconozco. Yo soy James, mucho gusto, y de ahora en adelante estaré a sus servicios. Aunque supongo que el señor Hwang ya debió habérselo mencionado.
— No, en realidad, él no menciona ni consulta muchos de sus planes conmigo, pero no es algo que me moleste. Confío en su capacidad de manejar las cosas.
— Comprendo… ¿Se le ofrece algo?
— A decir verdad, sí. Verás, supongo que te han dado órdenes de llevarme de vuelta a casa, sin embargo, me ha surgido un compromiso y necesito ir a otro lugar…
— Pero el señor Hwang me ha dicho que…
— Sí, sí. Lo sé. No es necesario que me lo digas, pero, no debes preocuparte. El estará de acuerdo con este cambio de último momento, te lo puedo asegurar.
— ¿Está segura? No deseo meterme en líos, después de todo, es mi primer día.
— Confía en mí. —acoto finalmente y, sin esperar a que responda, me introduzco en el auto pasando por la puerta que James había abierto segundos antes de que nuestra conversación comenzara. Me acomodo en el asiento y me reprimo mentalmente por todas las acciones que lleve a cabo cuando no era más que una adolescente inmadura y, aunque quizá no hay un gran cambio de aquellos años hasta ahora, me arrepiento infinitamente de todas mis estupideces. De no ser por todos mis errores, ahora no tendría que lidiar con esta clase de problemas. No tendría restricción alguna para transportarme por mi cuenta a cualquier lugar que yo quisiera.
— Entonces… ¿Cuál es el nuevo destino? ¿Tiene la dirección? —dice James mientras se acomoda en el asiento del conductor y enciende el auto sacándome de mis pensamientos. Asiento y le doy las indicaciones adecuadas mientras avanzamos, pues en realidad no soy de las personas que se ubican por números y nombres de calles, sino por edificios o locales conocidos.
Mi temor aumenta conforme me acerco a las casa de Mark. Ahora no sólo estoy asustada por él, sino por lo que seguramente pasará si mi padre llega a enterarse de que me escape nuevamente. Deje esa mala costumbre hace muchos años, pero mi reputación respecto a ello fue preservada. Estoy oxidada en cuanto a escapes se refiere, pero creo que aún no he perdido el toque para las mentiras y los engaños, después de todo, aprendí del mejor; Jackson Wang. Creo que algunos malos hábitos no desaparecen por más que te esfuerces en corregirlos u olvidarlos.