— ¿Me estabas observando?...
— No. — Respondo casi de forma automática y, al siguiente segundo, me encuentro pensando seriamente en mis acciones sin hacerlo notorio. Me pregunto si es natural mirar a mi mejor amigo como lo he hecho hace algunos segundos. Definir cada rasgo de su cuerpo y admirarlo como si se tratase de una obra de arte. Claramente, la respuesta es no.
Puedo ver en los ojos de Mark esa mirada incrédula que suele adoptar cuando cree que estoy mintiendo, pero no hay un atisbo de duda en mi rostro, y mucho menos en mi voz al continuar;
— Y no trates de eludirme con eso. Sabes bien qué es lo que iba a decir. —le digo con una seriedad implacable mientras observo su reacción y veo que intenta buscar una salida. En tantos años, he aprendido a leerlo como si fuera un libro abierto, pero no debo confiarme, no he sabido “leer entre líneas”. — ¿Quién te hizo eso? —agrego luego de unos segundos al ver que no me responde.
— Nadie. —contesta finalmente, pero sé que es mentira. Prefiero no decir nada, aún, y el continúa. — Hace unos días al salir de la escuela fui a andar en skate y me caí…Además no es nada grave. No veo porque tengas que alterarte así.
Lo miro por varios segundos e intento esconder la decepción que me causan sus palabras y, por supuesto, su actitud. Me mintió, pero yo a él también, así que supongo que estamos a mano. Sin embargo, sé muy bien que no se trata de “pagar con la misma moneda” sino de ser sinceros en su totalidad.
— Claro…—Digo sin poder ocultar el desánimo en mi voz. Paso mi diestra por mi cara en señal de frustración y luego de eso tomo mis cosas, las cuales se encuentran junto a las de Mark, preparándome para marcharme, no porque no quiera estar más con él, sino porque tengo otros compromisos. — Debo irme.
Y sin esperar una respuesta, me marcho. Ni siquiera le doy una última mirada antes de salir del gimnasio y encaminarme hacia la entrada de la escuela, donde ya esperan por mí los hombres del servicio de mi padre para llevarme a casa. En el tiempo que transcurre antes de llegar a mi destino me es inevitable pensar en lo sucedido, y de un momento a otro, me veo recordando la conversación que escuche por mera casualidad hace varios años.
[...] Flashback [...]
La pequeña Syfel , con sus enormes ojos llenos de curiosidad, se acercó con movimientos sigilosos a la puerta que daba entrada al despacho de su padre y, por mera diversión, se pegó al marco de madera adjunto a la misma mientras sonreía con malicia. Había dejado a Mark en la habitación de al lado intentando encontrarla; Estaban jugando al escondite y hasta ese momento, era ella quién iba ganando. Cubriendo sus labios con el dorso de su mano derecha intentaba ocultar las risas que escapaban de su garganta mientras escuchaba la voz de su amigo llamarla en su búsqueda implacable. No hizo caso y se quedó en aquel sitio distrayéndose por un breve momento con las voces que salían por la pequeña abertura de aquella puerta. Dentro de la habitación, el abuelo de Mark y su padre (quienes además de ser buenos socios también eran grandes amigos) parecían discutir cosas de adultos, lo que causo a Syfel mucha más intriga, así que decidió prestar atención.
— ¿No lo entiendes, Ralph? Cuidar a un niño ya no es una tarea de la que puedas hacerte cargo. —dijo el padre de la pequeña con tranquilidad y cierta suplica en su hablar.
— No tienes idea de cómo son las cosas, así que no puedes opinar. —respondió la otra persona en un tono alterado.
— Pues explícame. Lo que sí puedo asegurar, es que desde que estás a cargo de Mark luces más cansado. Entiende, si sigues así puedes llegar a enfermar gravemente.
— ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué deje al niño a merced de su padre? Ese ebrio, bueno para nada. No saber hacer otra cosa más que golpear a su hijo cuando pierde alguna de sus estúpidas apuestas. Yo no puedo dejar que él se haga cargo de Mark, no puedo. Mientras viva, haré lo que este en mis manos para alejarlo de él tanto como me sea posible.
[...] Fin del Flashback [...]
Sin siquiera haberlo notado, había cerrado mis ojos para tener claridad en lo dicho durante aquella conversación. Cuando los abrí nuevamente y gire mi vista hacia la ventanilla del auto me di cuenta de que habíamos llegado. Si Mark tuviera algún conflicto de esa clase con su padre, ¿Me lo diría, verdad? Me aterra pensar que alguien pueda hacerle daño y el por pena o por miedo no se atreva a decírmelo, pero sé, que una preocupación más para mi terminara por dejarme sin dormir en toda la noche, por lo que, con toda mi fuerza de voluntad, aparto en pensamiento de mi cabeza y sigo con mi día sintiéndome egoísta nuevamente.
Hago mis tareas y me enfoco durante aproximadamente una hora o dos en mis estudios antes de ducharme y arreglarme para partir a la empresa de mi padre. Una vez allí, me siento en la silla frente a su escritorio y lo veo trabajar arduamente. Por momentos me distraigo del papeleo y me doy el privilegio de imaginarme en la silla en la que ahora él está sentado. Casi de inmediato, el peso de las expectativas y los compromisos se cierne sobre mi haciendome sentir pequeña e indefensa; No estoy lista para eso, y no creo estarlo jamás.
Dos horas más tarde, estoy atravesando las puertas de cristal que dan entrada a aquel gran edificio y, frente a mí, como cada noche, dos veces a la semana, Im Jae Bum espera por mí llegada con una brillante sonrisa de lado a lado y una rosa en su diestra (como en cada cita, siempre con un color distinto).
— ¿Lista? —Me pregunta cuando termino de aproximarme a él, dejando una distancia considerable entre ambos. Aún con su semblante alegre intacto, me hace entrega de la rosa y yo la tomo entre mis manos como si fuera el objeto más delicado del mundo mientras me pregunto qué tan lista puedes estar para salir en una cita con alguien a quien realmente no quieres.
— Lista. —Respondo devolviéndole la sonrisa. Estoy comenzando a abusar de las mentiras.