Capitulo 8. Honestidad.

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Inmediatamente luego de que yo accediera a corresponder el abrazo, Mark apoya su mentón sobre mi cabeza y acaricia los cabellos que caen sueltos sobre mi espalda con ternura. Yo cierro los ojos y me aferro al momento deseando que nunca acabe, pero sé que no ha de ser así. Es realmente extraño, pero en ese instante me siento como si alrededor absolutamente nada importara. Como si él y yo fuéramos las únicas personas en el universo. Sin problemas, sin angustias, sin responsabilidades ni expectativas que cumplir…Sólo él y yo.

Usualmente, Mark y yo no acostumbramos darnos muestras de afecto. Los abrazos y los besos en la mejilla están reservados para las festividades y los reconocimientos, pero está vez, aunque no haya motivo alguno para lo que hacemos, lo siento como si fuera lo correcto y creo que deberíamos hacerlo más seguido. Es como un respiro al alma.

Finalmente, luego de que haya transcurrido alrededor de un minuto, Mark se aleja lentamente y yo, con dificultad, imito sus acciones. Sin embargo, al separarse continua sujetando una de mis manos y jalando de ella me conduce hacia el auto mientras que una enorme sonrisa aparece en sus labios. Yo le sonrío de vuelta y me bastan menos de cinco segundos para darme cuenta de que mi enojo se desvanece cuando él sonríe de esa manera. Lo detesto. Abordamos el automóvil, y a diferencia de toda nuestra corta vida, cuando ambos nos sentábamos ocupando ambos extremos del asiento trasero, esta vez él se acomoda más cerca de mí, sin soltar mi mano, mientras aprovecha el transcurso a la escuela para contarme los motivos de su ausencia y todo lo acontecido durante el día en que no estuvo conmigo.

Me cuenta sobre como encontró a su tío en su casa cuando volvió de la escuela (el mismo día en que me mintió) y la manera en que este lo invito a pasar un día con él y su primo, para recordar viejos tiempos como cuando solían convivir más seguido. Los consejos que le dio y los secretos revelados en su charla durante la noche anterior. Los detalles en la historia y su sonrisa alegre me hacen sentir tranquila, porque sé que realmente se sintió feliz al estar con sus familiares, pero también me hace sentir egoísta por haber querido que pasara el tiempo sólo conmigo. De un momento a otro, inconscientemente, nos encontramos jugando luchas de pulgares con la mano que ambos no hemos querido separar desde que nos abrazamos y, para cuando la conversación termina, Steve ya ha estacionado el auto frente a la escuela. Bajamos y, casi de inmediato, me lanzo sobre su espalda con la intención de taclearlo impulsada por una alegría que no recordaba haber tenido cuando desperté, pero en su lugar, el sujeta mis piernas cuando salto y me lleva sobre él hasta el salón donde tomaremos nuestra primer clase mientras nos jugamos una que otra broma.

Al llegar al Aula me baja con sutileza y caminamos hacia nuestros lugares para tomar asiento y prepararnos antes de que la clase de inicio.

— ¿Y tú? No te he preguntado como la pasaste sin mí aquí. —me pregunta mientras saca uno de sus cuadernos y lo coloca sobre la mesilla de su banca. En ese momento, siento el impulso de decirle absolutamente todo, pero recuerdo que él también mantiene muchos secretos conmigo, y el resentimiento me silencia.

— Pues, fue algo aburrido, ya sabes…Es lo que pasa cuando tienes un solo amigo en el mundo. —le digo tranquilamente sonriendo con amargura al pronunciar lo último, después vuelvo a hablar, pero con un tono de voz más bajo. — Fui a buscarte, pero no te encontré, obviamente.

— ¿Qué? —me cuestiona saltando en su asiento e irguiéndose casi de inmediato. — ¿Buscarme? ¿A mi casa?

— No torpe, a la mía. —respondo rodando los ojos y negando un poco con la cabeza. Después de eso nos quedamos en silencio. Yo fijo mi mirada al frente, aunque en realidad no estoy observando nada. Pasan varios segundos antes de que alguien vuelva a hablar.

— ¿Recuerdas el día antes de que yo faltara? Bueno, hay algo que debo decirte…—dice con casi un hilo de voz y parece costarle trabajo articular las palabras. Sin embargo yo no me inmuto, mi estado de ánimo ha cambiado por completo. Ya no me siento llena de alegría. Me limito a asentir con lentitud y responder como si me hubiera convertido en un zombie de un momento a otro.

— Adelante.

— La cicatriz en mi espalda…No fue a causa de un accidente. —“Ya lo sabía, ¿Algo más?” me imagino respondiéndole con la misma expresión que ahora tengo, pero sé que no sería lo adecuado, por lo que finjo sorpresa y dirijo mi mirada hacia el antes de responder:

— ¿Entonces?

En ese preciso momento, como si se tratara de la cosa más normal del mundo, Mark me confiesa lo que yo desde un inicio había esperado; Su padre había vuelto a golpearlo. Mis ganas de gritarle y reprimirle sus acciones regresan, esta vez con fuerzas renovadas, pero al mismo tiempo, me invaden unas terribles ganas de llorar; Me enferma la idea de que alguien se atreva a hacerle daño a mi mejor amigo y yo no pueda hacer nada para ayudarlo. No voy a hacer ninguna de las dos.

— Cuando mencione que había ido a buscarte a tu casa, lo dije en un sentido muy literal. Tome la llave que utilizas cuando olvidas las tuyas y entre sin consentimiento de nadie. —me escucho diciéndole a Mark sin estar completamente consiente de lo que estoy haciendo. ¿Realmente es una confesión que debía haber hecho? Ya no importa en realidad. Los ojos de mi mejor amigo se abren de par en par y la vergüenza que hace unos segundos se apreciaba en su rostro ha desaparecido por completo sustituida por la sorpresa. Lo oigo tartamudear, pero le robo la palabra antes de que pueda decir algo. — Entre a tu cuarto esperando encontrarte ahí, pero estando allí tu padre llego y tuve que…

— ¿Qué? — me interrumpe finalmente mientras se levanta de su lugar y se acerca a mi sujetando con fuerza mis muñecas. Sus acciones son lo único que me hacen despertar del trance en el que me encontraba y me veo en la necesidad de devolverle la mirada, por difícil que me resulte. — ¿Cómo siquiera te pudo cruzar por la cabeza la idea de estar en esa casa al mismo tiempo que ese hombre? —dice mientras su tono de voz se va elevando cada vez más y de un instante a otro tenemos más de cinco miradas puestas encima.

— Mark, Mark, Mark….— le digo con voz baja intentando tranquilizarlo mientras observo alrededor y me doy cuenta de que continúan mirándonos como si fuéramos un espectáculo.

— ¿Te hizo daño? ¡Syfel, respóndeme! ¿Se atrevió a ponerte una mano encima? —pese a mis esfuerzos, Mark se empeña en continuar gritándome, y la verdad es que personalmente no me importa en lo más mínimo pues fácilmente puedo ponerme a su altura, el verdadero problema es que no somos los únicos aquí y eso me molesta.

Enfadada, me levanto de mi lugar soltándome de su agarre y lo tomo del brazo llevándolo conmigo fuera del salón. Él se limita a observarme fijamente con fuego en la mirada hasta que llegamos a un lugar apartado, observo alrededor y me aseguro de que no haya nadie cerca antes de comenzar a hablar.

— ¡¿Cuál es tu problema?! ¿Acaso no te das cuenta de que me costó bastante trabajo hacerte esa confesión y tú vas y lo gritas a los cuatro vientos?, ¿El viaje te afecto el cerebro? Mark, no soy idiota, tu mejor que nadie deberías saberlo. No, no me hizo nada, y si lo hubiera hecho, no le hubiera alcanzado la vida para pagarlo, te lo puedo asegurar.

— De eso me iba a encargar yo. Syfel, tú no lo conoces, no tan bien como yo. Por favor, no vuelvas a hacer ninguna idiotez como esa, nunca más.

— No te aseguro nada. —le respondo antes de suspirar cansada y comenzar a caminar nuevamente hacia el salón, pero él me detiene sujetándome del brazo con más fuerza de la que me gustaría.

— Te lo pido, por favor…—dice con lentitud y un tono suplicante en su voz.

— Con una condición.

— Se supone que lo que te estoy pidiendo es por tu bien, ¿Y tú me pones condiciones?

— No tengo tiempo para esto, la clase esta por empezar, ¿Aceptas o no, Tuan? —El suspira y parece fastidiado, pero luego de unos segundos accede.

— ¿Qué condición?

— No más mentiras. —apenas acabo de decirlo él suelta una carcajada. Yo elevo una de mis cejas con sutileza y me suelto de su agarre antes de observarlo con recelo.

— ¿Y me lo dices tú?

— Te acabo de decir absolutamente todo. —le digo con seriedad antes de extender mis brazos a mis costados y mirarlo directamente a los ojos. El me devuelve la mirada y muerde una de sus mejillas por dentro; Sabe que es verdad.

— ¿Ninguna? —me pregunta para cerciorarse de que lo que ha escuchado es correcto.

— Ninguna. —le respondo fríamente.

— Está bien; Quiero besarte, justo ahora.

El contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora