Las clases a partir de ese momento vinieron acompañadas de una tensión que parecía palpable entre Mark y yo. El sentimiento que ocasionaba en mi nuestra situación era insoportable, sobretodo porque en realidad no tenía la menor idea de que era exactamente lo que sentía. Primero que nada, tenía miedo. Miedo de que nuestra amistad se viera perjudicada por algo tan, aparentemente, insignificante. Miedo (aunque no quisiera admitirlo) al cambio, porque si algo más cambiaba en mi vida, no estaba segura de poder soportarlo. Después estaba la culpabilidad, ese sentimiento que te destruye desde el interior y te fuerza a admitir las cosas aunque no lo hayas deseado de esa forma, pero yo espero ser más fuete y no dejarme vencer por la culpa. Me siento culpable porque, a pesar de intentar negarlo, sé que ofendí a mi mejor amigo al decirle que el momento en el pasillo fue algo estúpido. Claramente, tampoco fue un error y, aunque me niegue a aceptarlo, él tiene razón al decir que a final de cuentas no me negué a aceptar los hechos, en realidad, incluso coopere para que esto sucediera.
También me siento idiota y confundida al grado de no poder pensar en nada más que él y el momento en que casi nos besamos. ¿Qué es esto que siento cada vez que evoco el momento en mi memoria? ¿Por qué mi corazón late tan extrañamente rápido solo de recordar la cercanía de su rostro con el mío? Joder, y mi estómago, siento un revoltijo enorme en mi estómago solo con volver a observar a escondidas a Mark por solo una milésima de segundo.
Me rindo. Simplemente no puedo encontrarle una explicación a mi malestar y tampoco encuentro la forma de acercarme a mi mejor amigo para lograr que vuelva a dirigirme la palabra.
Por la tarde, cuando las clases acaban, me dirijo al patio central de la escuela con Mark detrás de mí, midiendo meticulosamente la distancia entre él y yo. En varias ocasiones reduzco la velocidad de mis pasos y el tamaño de mis zancadas para lograr estar a su nivel y así comenzar una conversación sin ningún tema en particular, pero cada vez que lo hago, el parece imitarme, así que nunca logro mi objetivo. Al llegar a nuestro destino, recojo mis cabellos con un listón y me deshago de mi suéter para poder comenzar con las tareas que se nos asignaron como castigo.
Camino hasta uno de los botes pequeños de basura y lo tomo en mis manos para comenzar con mi labor mientras observo discretamente a mi compañero hacer lo mismo. Debemos recoger la mayor cantidad de basura que encontremos en la escuela incluyendo la de los salones, así que tendremos que comunicarnos para ponernos de acuerdo en cuanto a rutas y así repartir el trabajo. No sé si la idea me pone nerviosa o me llena de alegría. Es difícil distinguir en este momento, sobre todo porque este día el sol parece brillar con una intensidad y persistencia admirables.
— Así que... ¿Tú recorres el sector A y yo el B? O, si lo prefieres, puedes tomar el B, yo no tengo ningún problema con ello, de hecho, creo que...
— Hagámoslo juntos. —me interrumpe con un tono de voz seco mientras se quita su chaqueta. Yo agradezco la interrupción pues había comenzado a hablar de más debido al nerviosismo. Lo miro por unos segundos entrecerrando mis ojos en mayor medida de lo normal a causa del exceso de luz y casi al instante me doy cuenta de que en su rostro hay una pequeña y casi imperceptible sonrisa. "¿No fue por eso que nos castigaron?" me imagino diciéndole y me basta menos de un segundo para caer en cuenta de que el comentario arruinaría todo, otra vez. En su lugar, camino hacia él y, cuando estoy a su altura, el comienza a caminar también para dirigirnos al sector A de las aulas. La primera parte del recorrido, ambos nos encontramos en silencio mientras introducimos la basura que encontramos en nuestro bote hasta que el mismo se llena y debemos vaciar su contenido en uno más grande. Pero, luego de unos minutos, aunque puedo notar que le cuesta algo de trabajo, Mark inicia la conversación.
— Escucha, sé que no querías hablar más sobre el tema, pero...
— Ah, descuida. Supongo que no es algo que puedas solo ignorar. — le respondo mientras me encojo de hombros con sutileza y lo miro sonriendo de lado.
— Claro...Yo, solo quería decirte que lo siento. De no ser por mí, no estaríamos recogiendo basura.
— Bueno, si tú hubieras tenido toda la culpa, yo no estaría aquí contigo. Los dos somos culpables. -admito con facilidad antes de abrir la puerta del primer aula para recoger la basura del bote asignado a ese salón. Ambos nos introducidos en aquel espacio y continuamos charlando.
— Si, pero yo comencé. —responde adelantándose y tomando el cesto que yo estaba por levantar.
— ¿Por qué lo hiciste? —-pregunto mientras lo observo esperando una explicación sin haber podido retener mi curiosidad.
— Para que tú no tuvieras que agacharte y recogerlo, comúnmente se le llama caballerosidad. —comenta mientras hace algunos ademanes y yo me río por su respuesta.
— No me refería a eso y tú lo sabes.
El sonríe con diversión y termina de vaciar el cesto antes de mirarme como si yo tuviera la respuesta escondida en algún lugar de mis pupilas.
— No lo sé. Creo que...Fue algo tonto, un error. Casi siempre tienes razón.
Sus palabras son como cuchillas en mi pecho y abdomen. No tengo clara la razón, pero su respuesta no me hace sentir bien. Sin embargo, oculto mi decepción preguntándome qué era lo que esperaba y le sonrío haciéndole una señal con mi cabeza indicándole que salgamos de allí.
El resto del trabajo lo hacemos sin dificultad ni cansancio. Dejamos atrás el bochornoso incidente como si nunca hubiera sucedido y nos comportamos como los amigos que se supone somos. Nos jugamos varias bromas y de vez en cuando nos burlamos de alguna cosa que nos parece divertida. Cuando acabamos nuestro deber, nos despedimos de una forma poco usual; Yo lo abrazo fuertemente y el me corresponde alzándome en sus brazos por mera diversión, pues el sabe más que nadie que eso me disgusta. Tras ello, me dirijo a la salida y me encuentro con James quién se encarga de hacerme presente mi descarado retraso. Le pido una disculpa sin decirle realmente la razón de mi tardanza y voy a casa con él.