Capitulo 5. Confusion.

35 6 0
                                    

Para cuando JB vuelve del sanitario, yo aún me encuentro tratando de apaciguar la toz que me invadió en el momento en que la bebida se filtró en mis vías respiratorias. El camarero está a mi lado y lleva cerca de dos minutos haciendo las mismas preguntas; “¿Se encuentra bien?, ¿Se le ofrece algo más? ¿No necesita algo? ¿Está segura de que no le hace falta nada?” Yo no logro responder a ninguna de sus cuestiones. En su lugar, niego con mi mano izquierda infinidad de veces mientras que con la diestra intento cubrir mis labios para no parecer una persona con una enfermedad terminal a punto de morir. Mi acompañante se acerca con un andar presuroso hacia mí y me pregunta que ha pasado con un tono de voz preocupado. Niego con mi rostro mientras voy sintiendo el alivio recorrer mi cuerpo pues la toz se aleja poco a poco, mientras tanto, el camarero le explica lo que sabe y yo quedo como una retrasada que no puede beber una malteada sin ahogarse, pero es mejor eso a decir lo que paso en realidad.

Sin siquiera haberlo notado, mi rostro se ha puesto rojo como un tomate y me cuesta trabajo respirar con normalidad, pero por lo menos puedo hablar claramente, y eso es suficiente para mí.

— ¿Ya estás mejor? —me cuestiona con un tono de voz dulce, diferente al que comúnmente utiliza, pero esta vez no me incomoda ni me molesta. Asiento. Pese a que recuperé mi voz, aún no sé qué es lo que debo decir y sé perfectamente que si abro la boca, nada bueno saldrá de ella.

— ¿Segura? —insiste ante la ausencia de una respuesta mía así que finalmente accedo a hablar.

— Si, no te preocupes. Yo…Debo tener más cuidado, eso es todo. —digo antes de aclarar mi garganta, sin desviar mi vista de la mesa, donde la he mantenido desde que leí el mensaje que seguramente no debí haber visto y luego de eso, por primera vez desde que conozco a JB, me atrevo a ser sincera con él. — ¿Sabes? No me siento muy cómoda ahora, ¿Te importaría llevarme a casa? Se qué no es lo acordado, pero…

— No hay ningún problema, supongo que después de tanto toser tu cabeza duele a horrores. —me interrumpe, y es la primera vez que no me disgusta que lo hagan. No podía haber mejor excusa que esa. Asiento, pero, consciente de mi deber, mucho antes de que me atreva a levantarme de mi lugar, tomo la palabra:

— Te compensaré por esto. ¿Te parece si salimos mañana? Sólo que, esta vez, yo elijo el lugar. Ya sabes, para que nadie salga herido. —digo con una mínima sonrisa en el rostro mientras lo observó reír por lo bajo levantándose de su lugar.

— No sé que decir, es la primera vez que una mujer me invita a salir… — sus palabras son como un gancho a mi hígado y me retuerzo internamente, luego de eso me levanto e intento sonreír con más ganas. — Acepto. —sentencia finalmente.

Asiento en aceptación a su respuesta y luego de eso salimos del lugar. Abordamos el auto y él me lleva a casa.


Me rompo la cabeza pensando en la mejor manera de abordar el tema, pues definitivamente debo hablar sobre ello con quién ha de convertirse en mi esposo en menos de un año. He inventado cientos de excusas, pero ninguna de ellas me convence lo suficiente. Intenté creer que quién le mando el mensaje a JB fue alguno de sus amigos. De esas amistades que gastan bromas a cualquiera con el único afán de conseguir una sonrisa, pero no funciono. Luego continúe maquinando y pensé en que, tal vez, fue su madre quién escribió el texto, pero el seudónimo “Mi amor” no me pareció el más adecuado para asignarlo a su propio hijo. Me di por vencida. No había más excusas. Quizá debía hacerme a la idea de que en realidad no le gusto a JaeBum, y quizá nunca le voy a gustar.

A la mañana siguiente, no logro recordar que fue, con exactitud, lo que sucedió el día anterior. Todo fue tan extraño y diferente a lo que normalmente hago. Definitivamente no se siente bien, pero me esfuerzo en omitir el sentimiento y me arreglo para el nuevo día con la esperanza de que, en esta ocasión, todo sea mejor.

Principalmente, tengo planeado hablar con Mark; Disculparme (aunque no tengo idea de porque) e intentar averiguar un poco más sobre lo que le sucede. Pero cuando salgo de casa y Steve, el chofer de mi padre, abre la puerta para que yo aborde el auto, Mark no está allí.

El contrato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora