Parte 13

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-Habrá que avisar a Claus cuando regrese-dijo Dante en voz baja- lo ha de saber.

-Lo sé-dije entristecida- es algo que me preocupa bastante

-Alice no resulta agradable tener visiones y menos cuando ves a quién amas morir-dijo él pensativo- pero no logro entender el cambio radical de tu visión, en las anteriores estaba Ángel y Claus estaba vivo, bueno al menos no lo veías morir-asentí y siguió- y ahora sí que lo ves morir, es extraño. Bueno toma los calmantes como te dije ayer e intenta descansar, ya lo solucionaremos-me abrazó-buenas noches.

Creo que era la primera vez que Dante me abrazaba desde que llegué al recinto y aunque me pilló por sorpresa, se lo agradecí de todo corazón. Después de tener esa visión necesitaba una muestra de cariño.

Pasaron los días más lentos de lo normal o eso me pareció a mí. Por fin los chicos llegaron y al segundo de verme, Claus vino a abrazarme con fuerza y yo correspondí abrazándome más a él, no se podía imaginar lo que le necesitaba después de la maldita visión. Nos contó que cuando llegaron al pueblo ya no había ni rastro de Leónidas, pero que el viaje no había sido del todo inútil ya que habían encontrado unas notas escritas en latín antiguo y creyendo en la posibilidad de que fuesen importantes las trajeron.

Yo aproveché después de la cena para contarle la nueva visión. Se quedó de piedra un instante, cambió su sonrisa por una cara de seriedad y una mirada de preocupación y juraría que miedo. En aquel momento no me dijo nada, parecía haberse quedado mudo, sólo empezó a hablar cuando estuvimos ya en nuestra habitación, antes dado las buenas noches a Gabriel.

-Alice, mi pequeña, lo siento por no haber estado a tu lado-dijo Claus, había dolor en sus palabras- ha debido ser muy doloroso para ti ver eso...

-Está siendo horrible cariño-dije mientras intentaba no derrumbarme sin conseguirlo- cada noche ver cómo mueres sin poder hacer nada para remediarlo...

-Tranquilízate princesa-dijo mientras me abrazaba y con una mano me acariciaba la cara- no me gustaría verte de nuevo con un ataque de ansiedad-asentí sollozando- a partir de mañana nos entrenaremos el doble por si acaso. Hallaremos una solución pero ahora toca dormir.

Acabé durmiéndome con la cabeza apoyada en el pecho de Claus mientras él me pasaba el brazo para tenerme sujeta. Últimamente no me salía nada bien entre las visiones y todo lo demás, estaba derrumbada, sin apenas energía. El tiempo pasó rápido y sin darnos cuenta, nuestro hijo ya cumplía veinte años. Ya habían pasado veinte meses desde su nacimiento y ya era prácticamente un hombre. Se parecía bastante a Claus, pelo oscuro, media melena, alto, menos los ojos que eran color caramelo como los míos, todo lo demás era calcado a Claus, incluso la cabezonería era suya. No me avisaron de que a esa edad los vampiros hasta que no aprenden se vuelven muy pesados con ser útiles.

-Mamá déjame entrenar cómo vosotros por favor- me pedía Gabriel con ojitos de cordero degollado- por favor mamá, a papá le ha parecido buena idea que lo haga.

-Está bien-dije rendida- pero delante nuestra y que te enseñemos Zeta, papá o yo misma.

Y así fue. Nos íbamos turnando una vez cada uno. La verdad he de admitir que no se le daba mal a nuestro hijo la lucha, le daba cada golpe a Zeta que me dejaba alucinada.

-¿Estás bien Zeta?-le dije aguantándome la risa al ver que caía de culo- eso ha debido de doler.

-Ahora me toca a mí- dijo Claus antes de que me pudiera contestar- venga descansa un rato Zeta que estas chorreando.

Aceptó encantado, me miró y juraría que me sonrió a lo que le respondí con otra sonrisa. Empecé a observar cómo entrenaban mis dos amores y la verdad, en vez de luchar parecía que danzaban, era hipnotizaste ver cómo se movían, era impresionante. Al final, Claus acabó en el suelo, nuestro hijo lo había tumbado y se había colocado encima para inmovilizarlo.

Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora