Parte 38

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-Avísame cuando los tenga que abrir cielo -dije mientras cerraba los ojos y notaba que me soltaba y me cogía las manos- Ángelus esto es tan raro...

-Princesa estás...-no dejé que Claus acabase la frase al plantarle un beso dulce en sus labios- Yo también te he echado de menos.

- ¿Esto es real y no es ningún sueño no estoy inconsciente ni nada? -pregunté mientras me dejaba abrazar por él y me llenaba con su olor- Ahora entiendo la sorpresa de David.

-Soy real Alice -dijo dándome pequeños besos tanto en los labios como en la frente- Cenaremos y bailaremos todo lo que tú quieras, sin agotarte claro. Haremos lo que tú quieras y me quedaré todo el tiempo que haga falta.

Fuimos al comedor que ahora estaba iluminado con velas, había una mesa pequeña para dos personas, con un violinista. Por eso se empeñó ayer Evelyn en ir de compras esa mañana. Estaban todos en el ajo. Cené con Claus tranquilamente y después nos fuimos a bailar. Esa noche averigüé que también había un salón de baile en ese castillo.

- ¿Te encuentras bien princesa? -dijo preocupado mientras bailábamos una canción lenta- Tienes una carita...

-Estoy bien, es sólo que todo esto me recuerda aquella noche en la que nos encontramos a David y nos dijo lo de Paz... -dije mientras intentaba sonar alegre, aunque no lo conseguí- No te preocupes, es sólo un recuerdo tonto. Lo que me importa es que estoy contigo, aunque me siento un poco mareada.

-Tranquila, es normal que te acuerdes. También lo he recordado yo, pobre Paz, acabar así... -dijo Claus parando de bailar sin dejar de abrazarme- Vamos a la habitación. Si estás mareada es mejor que descanses.

Como ya conocía mis mareos directamente me cogió en brazos como si fuese un bebé. Accedí a que me llevase así para sentirlo cerca y no porque lo necesitase ya que podía caminar. Mientras subíamos la escalera le confesé que había bebido poca sangre ya que solo tenía la única botella que me envió nuestro hijo Gabriel y la compartí con Ángelus. Claus me regañó, me dijo que podía beber tranquilamente de la sangre que me ofrecía tanto su tío como sus primos, que me podía fiar ya que sólo beben de su propia sangre y, aunque sea indirectamente, ellos también eran Antiguos. De todas formas, ya que había venido no me hizo falta pedirle nada.

-Mi pequeña Alice aliméntate de mí todo lo que haga falta -me dijo mientras me ayudaba a ponerme el camisón recién comprado- No me separaré de ti ya cielo.

-Gracias amor mío. Es que no sabía qué tipo de sangre bebían ellos y estoy sedienta -dije mientras nos tumbábamos en la cama- Por cierto, con lo de tu padre....

-Tranquila que está en buenas manos. Zeta lo está haciendo cantar, créeme que no me necesitan -dijo mientras se giraba hacia mí para tener su cuello más accesible- Anda muérdeme ya princesa que lo necesitas.

Así lo hice, me alimenté de él hasta que la sed de mi cuerpo se apaciguó. Le ofrecí mi sangre por si quería, pero me dijo que no, de momento estaba bien teniéndome entre sus brazos. Me sentía tan dichosa por volverlo a tener a mi lado. Sentía esa paz que tanto necesitaba. Estuve a punto de quedarme dormida entre sus brazos, pero no quería, lo único que quería era mirarle y poder disfrutar de su cara, de su mirada de amor todo el tiempo que fuese posible, pero caí rendida cuando empezó a cantar en susurros una nana preciosa que sólo la escuchaba cantar a él. Al día siguiente me despertó el ruido de alguien que tocaba la puerta de la habitación. Escuché a Claus hablando desde el pequeño balcón que había y me levanté para ver quién tocaba. Era Evelyn.

- ¡Buenos días, Alice! -exclamó con una gran sonrisa mientras la dejaba pasar- Veo que la sorpresa te gustó bastante.

-Buenos días -dije sonriendo de la felicidad que sentía- Sí, fue una gran sorpresa la verdad -y mientras me ponía una bata de seda encima le indiqué que se sentase- Fue la sorpresa más bonita y justo en el momento que más necesitaba.

Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora