Parte 32

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-Me he dado cuenta de cómo te miraba -dijo un poco serio- Pero cariño no puedes estar pendiente de si hacen sufrir o no a todo el mundo. Lo que importa es que tú seas feliz y estés bien.

-Y contigo lo soy, es solo que no lo puedo evitar -dije bostezando de nuevo- Creo que voy a intentar dormir de n0uevo. No paro de bostezar.

-Duerme mi cielo, que necesitas dormir -dijo dándome un último beso- Estaré a tu lado cuando despiertes.

Aunque tenía las gafas del oxígeno puestas y eran molestas, al final me quedé dormida escuchando tararear a Claus una nueva canción, o al menos no la había escuchado con anterioridad. Dormí durante toda la noche y cuando me desperté Claus estaba allí, leyendo un libro mientras se bebía una copa de sangre fresca.

-¿Cuándo me toca desayunar a mí? -dije sobresaltando a Claus- Siento si te he asustado cielo.

-Tranquila mi vida -dijo él dejando el libro y ofreciéndome su copa- Si quieres puedes beber de esta sangre. Dante me lo ha dicho antes de que te despertases.

El día pasó tranquilo, sin muchas novedades. Dante nos dijo que tendría que estar un par de días para que todo el veneno se fuese de mi cuerpo. Claus se tuvo que ausentar de día por las investigaciones que había en curso, pero cada noche volvía y la pasaba a mi lado, hasta que por fin llegó el día y pude volver a mi vida de siempre. Ellos entrenaban cada día y yo ayudaba a Muriel con la comida. Todos, incluido Zeta, me decían que no hacía falta, que había personal de sobra para hacer todo, pero así me sentía útil. Al no poder entrenar con ellos necesitaba hacer algo, estar ocupada para no pensar ni en David, ni en Paz, ni en su futuro hijo. En el fondo sí que estaba celosa por eso. Pensar en la posibilidad de que David descuide a Ángelus, que lo deje desprotegido frente a un posible ataque de Sandra...Me hervía la sangre y por eso prefería estar ocupada. Hubo días en los que también ayudaba a Salvador, el chico de confianza que les llevaba la contabilidad. Me sonaba de algo, pero no sabía la razón.

¿Qué te parece si le decimos al jefe que os podéis ir de viaje? -dijo Salvador refiriéndose a Claus- Hace siglos que podría haberse ido del viaje, pero nunca le ha apetecido. Quizás le hagas cambiar de idea.

-No sé si será un buen momento -dije sentándome- Además la semana que viene es la boda...

-No me acordaba de la boda -dijo Salvador y me sonrió- Bueno podéis iros después. Luna de miel retrasada.

No paramos de reír por esa idea y no paramos hasta que vino Claus a buscarme para ir con David y Paz a por el vestuario para la boda. Fuimos a por los nuestros, ya que el de ellos ya lo tenían. Claus estaba muy elegante con un traje de color negro, con camisa blanca y corbata negra. Luego fuimos a mirar vestidos para mí. No sé cuántos vestidos llevaba ya, y me empecé a cansar al ver que ninguno me gustaba puesto. Me probé uno de color rojo, era largo, atado al cuello por una fina tira, al tacto era suave como la seda, pero incluso ese no me acababa de agradar.

-Alice estás preciosa -dijo Paz con una sonrisa de oreja a oreja- Éste es tu vestido.

-No estoy muy convencida -dije desanimada- No sé...

-Vamos a ver qué dicen estos dos -dijo arrastrándome fuera del probador- ¿Qué os parece?

-Mi vida estás increíblemente hermosa -dijo Claus con ese brillo en los ojos que me daba la vida- Soy muy afortunado de tenerte.

-Mi querido hermano tiene toda la razón Alice -dijo David con el mismo brillo en los ojos- No busques más. Y no saquéis la cartera, que pagamos nosotros.

-Muchas gracias chicos, me siento alagada -dije mientras le hacía señas a Claus para que viniera conmigo al probador- Ven por favor.

-¿Que ocurre amor?- dijo él mientras me desataba el lazo del cuello en el probador- No será por el vestido porque te queda espectacular, aunque tú sola ya lo eres.

Príncipe OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora