32 Somos un todo🔥💖

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—Hubiera dado lo que fuera por ver a mi madre una vez más, y tú que la tienes viva solo

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—Hubiera dado lo que fuera por ver a mi madre una vez más, y tú que la tienes viva solo... —Iván intentaba buscar un motivo valedero para el desdén con el que habían tratado a Alejandro.

—Esto va más allá de lo que ocurrió con Carlos. No sabría decirte qué es lo que la hizo odiarme.

Estaban recostados a la orilla del río. Iván peinaba su cabello rubio y la brisa llegaba, dando algo de alivio frente al calor sofocante. Pocas personas había allí. La mayor parte se concentraba en el otro extremo.

—¿Sabes? Debo agradecerle a tu hermano y a tu madre que te hayan alejado.

—¿Sí?

—De lo contrario hubieras continuado siendo su médico personal y yo jamás te hubiera conocido.

—Te besaría en este instante, ¿eres consciente de eso?

—¿Y qué te detiene?

Los dedos del rubio se dirigieron al mentón y lo sujetaron para capturar sus labios carnosos. Fueron unos segundos que le ayudaron a frenar su cabeza convulsionada de pensamientos angustiosos. Se pusieron de pie y corrieron hacia el río, el cual los absorbió, dándoles millones de sensaciones y llenando sus cuerpos de vitalidad. Por unos momentos jugaban en él y por otros solo flotaban. Sus manos estaban entrelazadas para no separarse y gozar del momento.

El ucraniano gélido, tosco y malhablado se había rendido al amor, y darse cuenta de ello fue un golpe para su sistema de creencias, para todo aquello con lo que se había criado y que le había permitido sobrevivir.

Alejandro no era como los demás hombres, jamás lo había sido. Era fuego que emanaba de esa tierra sagrada de caciques valientes y de hermosas doncellas.

Iván entendió por qué el destino los había llamado a estar juntos más allá de las distancias, de sus conflictos, de su género. La vida los quería unidos porque ambos compartían las mismas angustias. Y el perdón primero se lo tuvieron que dar ellos mismos.

Se amaron esa noche con un sabor especial, como si todo lo que habían probado ni siquiera fuera comparable con esta emoción que los embargaba, que iba más allá de la entrega total.

Iván sacudía la cabeza por instantes e intentaba frenar los pensamientos cursis, pero la mayor parte de sus intentos eran infructuosos. Estaba loco por esa «chica con pene», como lo llamaba Antón, y estaba tan tranquilo con esa idea que incluso a veces creía que otra persona había tomado posesión de su cuerpo.

Si un año atrás le hubieran dicho todo lo que le ocurriría, sin duda los hubiera golpeado hasta dejarlos en coma. Ahora, con varios días más de madurez, agradecía cada segundo que la vida le prestaba junto a Alejandro.

***

—¿A qué hora dijiste que llegaban?

—A las cuatro, pero el avión se ha retrasado. ¿Puedes sentarte un momento? ¡Por el amor de Dios!

Antón era gruñón. No había nadie que pudiera negar esa característica. Sin embargo, con Vanya parecía llevar su defecto un poco más allá.

Cuando los chicos atravesaron la puerta de arribo, la muchacha gritó como desaforada.

—¡Niña! ¡Baja la voz!

Antón trató de sujetarla, pero fue imposible.

Vanya corrió a su encuentro.

Iván abrió sus brazos y la recibió dando vueltas y vueltas con ella en sus brazos.

—¡Llegaste! —exclamó, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Iván le dio un beso en la frente.

—Sí, y cumplí mi promesa.

Ale estaba un poco más alejado.

—Hola, princesa.

Vanya hizo una mueca y se dirigió hacia él, abrazándolo con la misma intensidad que a su hermano.

—Estoy tan contenta de que hayas vuelto.

—Yo también lo estoy, como no te imaginas. —Se acurrucó bajó su brazo y caminaron hacia el entrenador—. Antón —dijo en tono serio.

—Hola, doctor. Me alegra tenerte de vuelta. —Estiró la mano, y Alejandro la correspondió—. Lamento lo que pasó entre nosotros.

—Está bien. Supongo que yo tampoco hice demasiado para caerte bien. Acostarme con tu pupilo fue el primer punto.

El hombre se carcajeó.

Iván se trepó sobre él. —¡Viejo!

—Oye, cuidado. ¿Crees que tengo tu edad, bastardo?

Esa especie de camaradería simiesca nunca fue un rasgo de Alejandro. Era en parte lógica. Todos huían a su contacto como si tuviera lepra o algo así. Le parecía divertida y en algún punto algo vergonzante. Subieron al vehículo y media hora después estaban en la casa de Iván. Ale se había quedado dormido. El golpe en la puerta del lado de Antón lo sobresaltó.

—Tranquilo, estamos en casa —susurró Iván sobre su mejilla antes de darle un beso.

Estaba tan agotado. Era la primera vez que un viaje lo dejaba así. Tal vez había sido el cúmulo de emociones que se habían desatado previamente; el encuentro con Iván, la visita a su familia... Todo aquello hizo que entrara en sueños apenas encontró un lugar cálido para dormir, y lo mismo había ocurrido en el avión. Estornudó un par de veces cuando bajó del auto. El cambio de clima lo estaba matando. Habían dejado unos cálidos treinta y cuatro grados para enterrarse en unos doce grados bajo cero. La nieve caía y cubría cada espacio de la ciudad. Una vez en el interior de la casa, se ubicó al lado de la chimenea y respondió todo el interrogatorio de Vanya.

—Entonces, dime, ¿cómo fue?

—Tu hermano apareció y me dijo si quería volver con él.

—¿Qué? ¿Así? —Vanya frunció el ceño, desilusionada.

—Sé que en tu imaginación esperas música y flores... Bueno, no hubo nada de eso. De todos modos, me llenó de felicidad.

—Eso es aburrido.

—Lamento que mi recuento de los hechos no llene tus expectativas. —Ale sonrió y agarró una de las mantas, cubriéndose con ella.

—¿Tienes frío?

—Me estoy congelando. —Vanya se acurrucó junto a él en la misma manta—. ¿Tú también tienes frío?

—No, mi calor te va a hacer bien.

Ale besó su cabeza y luego acarició sus cabellos negros. Era tan agradable y dulce.

Unos minutos después, ambos dormían. Iván, que había estado hablando con Antón, se paró a su lado y los observó. Esta era su familia, lo que había esperado por veinticuatro años. Tocó la mejilla cálida de Ale, y este se movió sobre la mano, acariciándose él mismo.

Iván se ubicó despacio a su lado y también se cubrió. Dio una respiración profunda. Las manos del médico lo recorrieron y sus ojos se abrieron un poco.

—Estás aquí.

Un nudo se formó en la garganta del ucraniano. Quería decirle tantas cosas. Jamás sería tan valiente como para esbozarlas todas juntas, pero podía actuar. Era un hombre de acción, y le mostraría a ese ser maravilloso de qué estaba hecho. Pese a su pasado, lo llenaría de amor y se convertiría en todo lo que necesitara, porque justamente eso eran, piezas de un mismo engranaje que hacía un todo. No funcionaban una sin la otra.

—Sí, estoy aquí —respondió con firmeza—, y nunca más me apartaré de tu lado.

Mi Obsesión T.O Libro 1 (Gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora