capitulo 7

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Un fuerte zumbido llenaba mis oídos, la pesadez en mis ojos no me permitía abrirlos, todo era oscuridad, una densa, fría y escalofriante oscuridad, pronto, el dolor punzante de mi hombro me hizo consciente de que estaba viva, si, seguía viva, y el dolor en mi pecho era aún más grande, el dolor de la incertidumbre por no saber si podría recuperar a mi hermano, mi pequeño hermano, quien muchas veces sacó sonrisas cuando más las necesitaba, ese pequeño travieso que llenaba de luz cada esquina de mi hogar, dolor, es todo lo que podía sentir, mientras parpadean fuertemente para que mis ojos se adaptaran a la luz, una imagen borrosa estaba frente a mi, una persona, que poco a poco fue tomando forma y pude reconocer.

-- Carmen, ¿ cómo te sientes? -- era Amel sentado junto a mi en lo que pude notar era una camilla pero no estaba precisamente en un hospital.

-- me duele todo Amel, ¿ dónde está Ulas? ¿ dónde están mamá y papá? -- pregunte asustada mientras examinaba ma habitación con la mirada.

-- Ulas esta en el sótano, Mateo logro retenerlo después de que lo noqueó en nuestra casa, mamá y papá están en la otra habitación esperando que despertaras-- me fijé que su ropa era la misma de esa noche y que tenía grandes ojeras en su pequeño rostro, aún con 12 años seguía siendo un pequeño ante mis ojos.

--¿ cuánto tiempo llevo dormida? -- le pregunté.

-- un par de días, perdiste mucha sangre, Mateo nos trajo aquí y cerro tus heridas, Ulas por poco te mamá-- me explicó.

Ahora podía recordar, Ulas había intentado matarme, las palabras que me había dado Mateo para dormirlo no funcionaron, y allí estaba yo, no pude defenderme, si Mateo no hubiese llegado quizás hubiera muerto, y nadie hubiese protegido a mis padres o a Amel, no podía permitir que algo así ocurriera otra vez, debía sacar ese demonio de Ulas como fuera posible.

-- ¿ dónde está Mateo? Quiero verlo, ve por el-- le dije a mi hermano mientras intentaba levantarme pero un dolor agudo en mi hombro me lo impidió.

Y me di cuenta, mi hombro estaba vendado, manchado con un poco de sangre, en 4 puntos distintos donde las garras de Ulas habían penetrado mi piel, tenía aruños profundos a un costado de mi cuello y en mi mejilla, moretones en mis brazos y piernas por el forcejeo, mi cabeza daba vueltas y mi boca estaba seca, cuando termine de examinar mi magullado cuerpo pude escuchar la puerta abrirse.

-- no, no, no, debes estar quieta y descansar, aún no recuperas tu fuerza, perdiste mucha sangre, es un milagro que sigas viva-- entro Mateo apresurado a la habitación con una bandeja de alimentos.

-- ¿ dónde está Ulas? Tus malditas palabras no funcionaron, por poco Ulas me mata y todo por tu culpa-- le dije al borde del llanto por la rabia que sentí al verlo entrar.

-- el demonio dentro de Ulas es más fuerte de lo que pensé, tuve que usar cadenas para demonios mayores bañadas en agua de mar para poder retenerlo, además de una infinidad de runas en paredes y pisos para debilitarlo-- hablo con miedo, algo me decía que estaba tan o más aterrado que yo misma-- aún así, no creo que sea suficiente, debemos sacar el demonio hoy, o quizá Ulas no pueda sobrevivir.

Sus palabras hicieron eco en mi mente, la idea de Ulas muerto no existía para mí, de pronto recordé, ¿ mis padres? ¿Como reaccionaron al ver a Ulas? ¿Donde estaban? Tenia que verlos tenia que explicarles, debía encontrarlos.

--¿dónde están mis padres Mateo? Trae los aqui-- le exigí.

Un segundo después mis padres entraron a la habitación, que bien, solté un suspiro de alivio, al menos ellos estaban bien aunque mi madre tenía los ojos hinchados, parecía haber llorado por horas sin parar, mi pobre madre, ella no merecía un mal como este.

Los demonios de Pangea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora