capitulo 11

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Nunca creí que algo así me pasaría a mi, si, somos inmigrantes pero eso era lo más loco que me había pasado, y como muchos inmigrantes solo me concentré en trabajar y sacar a mi familia adelante, solía asistir a la iglesia con mis padres y mis hermanos, el infierno para mi era un tema delicado , simplemente no era algo grato de hablar o de pensar, supuse que si era buena hija, hermana y persona seria suficiente para asegurar mi entrada al cielo cuando muriera, crei que el infierno estaba reservado para los asesinos y violadores, aquellas personas que llevaban la maldad por dentro.

Jamás pensé que un demonio real entrara a nuestras vidas, es más, jamás pensé que en realidad existieran, todo era mentira, todo fue un engaño, ya no se ni que creer, toda mi vida, mis creencias se fueron al caño al enterarme del demonio que habitaba dentro de mi hermano, y cuando porfin crei que no podíamos sufrir más, resulta que soy yo la portadora de uno .

— no puede ser posible Mateo, ¿cuándo paso? — pregunte aterrada.

— no lo se, quizá ya tiene tiempo dentro de ti y no lo habías notado— me miraba cual animal herido.

— creo que puedo notar si tengo un demonio en mi cabeza, no es posible, mis padres murieron, mi hermano casi muere y el otro está herido y traumatizado, ¿ cómo les diré que ahora somos huérfanos? — me senté en el suelo y abracé mis rodillas mientras las lágrimas caían a cascadas por mis mejillas.

— tranquila, lo resolveremos — hablo mientras se agachaba y posaba su mano en mi hombro.

Solloce un par de minutos, desahogandome de toda la rabia y el dolor que tenía por dentro, ahora debía hacerme cargo de mis hermanos, había faltado a mi trabajo, Ulas seguía teniendo cáncer y yo no sabía que haría de ahora en adelante.

— lo siento tanto— me dijo Mateo en voz baja.

— ¿porque? — cuestione extrañada.

— por lo que voy a hacer— lo mire por un segundo asustada y sorprendida— "revelate daemonium" — dijo en latín y mi vista se nubló un segundo.

Mis ojos se volvieron negros pero aún seguía siendo yo, seguía consiente, y arrugue el entrecejo preguntándome que había dicho.

— ¿qué fue lo que dijiste? — pregunte, y para sorpresa de Mateo me levanté rápidamente del suelo.

Ya no tenía miedo, mi tristeza se había ido, solo tenía mucha hambre, así que me dirigí a la cocina seguida de Mateo y abrí el refrigerador, tomé algunas frutas y devore una tras otra, algunas tazas con comidas preparadas estaban sobre la encimera y solo pude comerlas como si se me fuera la vida en ello.

Mateo me seguía curiosamente, sin entender mi arranque, ni yo sabía porque tenía tanta hambre, solo sabía que por más que comía no sentía que era suficiente, y necesitaba más.

— ¿qué me ves? Tengo hambre— le dije mientras mastican grandes bocados de comida.

— Carmen? ¿Sigues hay? — cuestionó.

— claro que estoy aquí ¿qué no me ves? — aclare de manera obvia.

— tus ojos, están negros— tartamudeo un poco al empezar.

— ¿qué? — y mire hacia un pequeño espejo adherido a un costado del refrigerador.

La imagen que encontré me dejó helada, mis ojos completamente negros, venas negras saliendo de ellos como raíces sobre mi piel, mis dientes estaban un tono más amarillos y se veían afilados, como los del carnicero dentro de Ulas, mi cabello estaba negro, tan negro como la noche misma, y piel comenzaba a verse más pálida que de costumbre.

— ¿qué es esto? ¿Que está pasando me?— me acerque a Mateo horrorizada con la imagen que acababa de ver.

— no lo entiendo, sigues siendo tu, sigues consiente, jamás vi algo así, ¿ qué eres? — esta pregunta me dejo aún más confundida.

¿Como diablos iba a saberlo? Apenas si entendía el asunto de los demonios, luego resultó que tengo uno dentro y ahora pasa que ni Mateo sabe que sucede conmigo, lo que me faltaba, terminar de ser el bicho raro de mi familia.

Mi vista se nubló un segundo, parpadee fuerte y mis ojos volvieron a su estado normal, y el hambre que me mantenía ansiosa desapareció por completo, no entendía nada, ¿es posible tener un demonio dentro y no sentirlo? ¿Es posible controlarlos?, mil preguntas pasaron por mi mente pero ninguna dejo mis labios.

— no lo entiendo, ¿como puedes seguir consiente cuando el demonio se hace presente ? ¿Como es que puedes controlarlo?— hablo Mateo mientras caminaba de un lado a otro en la cocina.

— no tengo idea, no sabia que tenía un demonio dentro, menos que pudiera controlarlo— tome mi cabeza entre las manos, esto no me puede estar pasando.

— debemos ir con mi padre, quizá el sepa algo que nosotros no— puntualizo — iremos por la mañana, por ahora, ve con tus hermanos.

Al finalizar solo dio media vuelta y se encerró en una habitación, dejándome más perpleja y desconcertada, quizá su padre pudiera saber algo, pero lo más probable es que tendríamos que darle algo a cambio, y Mateo ya estaba bastante lastimado como para matar otro demonio.

Sentada mi mente empezó a revivir los recuerdos de horas atrás, el momento en que tome a Ulas con mi mano, y lo pegue fuertemente a la pared, jamás había tenía tanta fuerza en mi vida, pero en ese momento sentí que podía matarlo con solo apretar mi puño.

El momento en la bañera donde pude conectarme con el, en el agua vi el reflejo de mis ojos tan negros como los de Ulas, el me vio y se quedó quieto, quizá reconoció al demonio dentro de mi, pero lo que no entiendo es como podía sentir a Ulas y al carnicero, incluso a mi misma, todas las emociones mezcladas, pero jamás sentí una cuarta mente, jamás sentí a alguien más allí dentro.

¿Acaso era posible que el demonio se escondiera? Ese que supuestamente estaba dentro de mi, mi mayor miedo era que este ya se estuviera fusionando con mi alma y fuera demasiado tarde para sacarlo, pero de ser así, no se supone que debería poder luchar, deberia poder sentir una presencia dentro de mi, debeia sentir algo invadiendo me o al menos intentando controlarme, ¿que rayos estaba pasando conmigo?.

Subí a la habitación y mis dos hermanos estaban dormidos justo como los dejé hace unos momentos, solo pude tomar asiento en una silla cercana a la camilla, no quería despertarlos y mucho menos hacerle frente a lo que venía, solo pude dejarlos dormir, regalarles una última noche de paz, porque al día siguiente partíamos juntos a la casa del padre de Mateo a intentar resolver lo que sucedía conmigo, y no se porque, pero algo que me decía, que este no era el final de nuestro martirio, sería solo el inicio.

Los demonios de Pangea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora