capitulo 20

0 0 0
                                    

No había nada, no era oscuridad, no era vacío, simplemente una gran y enorme nada, era como imaginarse ojos en la parte de atrás de tu cabeza, simplemente no veías nada. Un sentimiento abrumador, erizandome la piel, porque aún en esa enorme nada, había alguien observando me, y no sabía decir si lo sentía cerca o lo sentía dentro de mi, intente caminar, intente moverme, pero no podía, mi cuerpo se sentía totalmente paralizado.

— ¡ despierta! — grito una voz en mi cabeza.

Definitivamente estaba dentro de mi, podía sentir escalofríos, miedo arrollador, un terror que hiela hasta los huesos, sentía opresión en el pecho, lagrimas en los ojos, como si alguien estrujara mis pulmones desde dentro impidiendo el paso del aire.

—¡ despierta! — un segundo grito haciéndome sobresalta.

¿ cómo huyes de tu propia mente? ¿ cómo escapas de ti mismo? ¿ cómo te alejas de algo que llevas dentro? Quería correr, alejarme de allí, pero ahora era mi corazón el que era estrujado, haciéndome sentir como si clavaran un hierro ardiente en mi pecho provocándome un dolor insoportable, sin poder gritar, ni defenderme, algo estaba allí, conmigo, alguien queriendo entrar, tomarme, hacerse conmigo, controlarme, doblegando me, venciendo me, haciéndome sufrir a tal punto que fue imposible luchar.

— ¡ despierta! — y el dolor desapareció.

Mis ojos se abrieron, totalmente negros, sin una pizca de vida en ellos, las venas llenando como raíces mi rostro, mi parte demoníaca tomando control, dejándome de lado, como una simple espectadora, sin poder controlarme a mi misma, presa de mi mente, ajena a mi cuerpo, y la confusión del momento no me permitió saber que esto era lo que ella quería, Pangea, esa era su voz, ella había despertado una parte de mi de la cual no era consciente y que crei controlar, una parte de mi que creí dormida hace mucho tiempo, una parte de mi que había sepultado años atrás, recuerdos que no quería recuperar, daños que no quería regresar a mi mente, momentos que preferí guardar bajo llave hace tanto que crei habían desaparecido.

Ella se levantó, podía ver a través de sus ojos, como observas algo a través de un cristal, no lo puedes tocar, no puedes llegar a el, no tenía caso, por más que grite, golpee el vidrio rompiendo mis nudillos y haciéndolos sangrar, ella simplemente me dejo allí, encerrada, presa de mi misma, presa en mi propio cuerpo.

Ella veía a su alrededor, sola, sin entender, como un bebé llegando al mundo, por unos minutos no dijo ni hizo nada, solo se limitó a observar, miro sus manos, que eran mías, movio sus pies, míos también, y toco su rostro, podía sentir su tacto, como alguien ajeno tocando el mío, sus manos estaban frías, y su piel estaba demasiado pálida.

Abrio la puerta de la habitación saliendo de ella, explorando cada espacio del lugar con gran curiosidad, justo en el pasillo, había un gran espejo de cuerpo completo que cubría la pared, ella se paró frente a él, mirándose, me vi a mi misma, en plena transformación, mi cabello tan negro que parecía que podía absorber la luz, como una mancha enorme que iniciaba en mi cabeza, la piel tan blanca como porcelana y las raíces negras que salían de mis ojos ahora cubrían gran parte de mi cuerpo incluso llegando a mis dedos como si quisieran saltar de ellos, las garras tan negras y gigantes que fácilmente podían compararse con enorme dagas capaz de abrir en canal con un solo golpe certero, y los dientes sobresaliendo de mi boca como si de un tiburón se tratase, la imagen era aún peor sabiendo me encerrada sin poder volver a la normalidad, a mi aspecto humano, con el cual me sentía más yo misma.

Golpee el vidrio de nuevo, intentando quebrar lo.

—¡ déjame salir! ¡ déjame salir!— grite tan fuerte que mi garganta sintió desgarrarse.

Ella me notó, por primera vez ella se dio cuenta que estaba allí, miró el espejo con más ahínco, acercándose a él, puso una mano en el, reconociendome, reconociendo se, recordando, volviendo a la realidad, la lluvia de memorias que crei muerta cayeron sobre mi como una cascada sin compasión, recuerdos perdidos, dolor sepultado, miedos y destrucción, muerte, sangre, dolor, y la verdadera razón por la cual debimos huir de nuestro país.

Ella sonrió de lado, burlándose, disfrutando el control, cerrando sus ojos por un segundo y sintiendo el poder que tenía en mis venas, la oscuridad dominando la luz, el dolor sobrepasando La Paz.

— Hola hermanita, no pudiste deshacerte de mi, ahora, vamos a divertirnos— hablo viendo sus ojos en el espejo, viéndome en ella, riendo estruendosamente.

Ella había vuelto, y no pude evitarlo, ella tenía el control, ella me encerró, Pangea la había traído de vuelta, y ahora, no podría detenerla.

Los demonios de Pangea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora