Capítulo 13

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—Buen día a ti también—saludó la rubia

—Lo siento, solo me sorprendí de verte aquí

—Oh, culpa mía—respondió ella con una sonrisa—Sé que no vengo tan seguido, pero la última vez que los vi los cubrí de nieve y quise saber si estaban bien

Ryder se sentó a su costado y acarició a uno de los renos que estaban jugueteando en el césped. Él sacó las zanahorias y de repente uno de ellos mordió el sobre que sobresalía de su bolsillo derecho. Él trató de ocultarlo demasiado tarde porque Elsa ya lo había visto. Reconoció el llamativo sello rojo de las Islas del sur inmediatamente.

—¿De dónde sacaste esto?—preguntó extrañada

—Mmm... —Ryder maldijo a sí mismo en su mente. Tenía que pensar rápido en qué decir—¿Del correo?

—Ryder, el correo no llega hasta aquí—dijo Elsa levantando una ceja

—Está bien,no es mía pero eso tu ya lo sabías.

Elsa asintió y el le entregó la carta. Ella  quedó en silencio analizando el sobre que tenía entre sus manos.

—Es de Hans, creo que tienes que hablar con él, adiós—murmuró Ryder. Él esbozó una sonrisa débil y se despidió de ella.

—Espera, ¿no la quieres devuelta?

Pero él no respondió a su pregunta. Elsa se limitó a observar cómo se alejaba. Después, fue a a ver al pelirrojo.

Él estaba sentado en su escritorio cuando la vio entrar a su tienda tan perfecta como siempre. Sin embargo, ella tenía una expresión preocupada como si dudara en preguntar o tuviera que decirle algo.

—Creo que esto te pertenece—dijo finalmente entregándole el sobre que se suponía que Ryder iba a devolverle. En ese momento, Hans se arrepintió de no haber intentado, aunque sea mencionar el tema durante todo ese tiempo.

—Sí, es de mi padre

—Qué extraño—comentó ella—¿Por qué tu padre te mandaría una carta ahora? No ha preguntado por ti en meses

Luego, se sentó a su costado mirándolo con una sonrisa serena y se recostó en su hombro. Entonces, él supo que no se había enterado.

—No la has leído

—Por supuesto que no. Son tus cosas—contestó ella depositando un suave beso en su mejilla—Ryder se fue sin decir más cuando me la entregó

Hans se sintió culpable. Pero cómo decir que el rey había ordenado su regreso solo para casarse con la prometida de su adolescencia para apropiarse de las tierras del reino del norte que había deseado desde siempre. Él era la única opción porque todos sus hermanos ya estaban casados y además la chica solo  quería que fuese él.

Él agarró el sobre y lo abrió para entregarle las dos hojas enteras que contenía. Ambas detallaban las órdenes que tenía que seguir. Elsa leyó la carta y permaneció en silencio cuando terminó. Dejó los papeles a un lado y le dedicó una expresiva mirada a Hans. Ella había leído también la fecha de entrega.

—No planeabas contarme todo esto ¿verdad?

Hans no le podía mentir. Su silencio fue suficiente para responder a la pregunta de la rubia.

—¿Por qué?—preguntó suavemente—Sabes que puedes confiar en mí, pensé que lo hacías

—Yo confío en ti. Si no te conté fue porque creí que no sería necesario si no le daba importancia a lo que decía

—Pudiste decirme como te sentías. Lo peor es que supuestamente te vas mañana

—Iré a…

—¿Te irás?

—Sí, pero…

—La carta dice que a penas llegues te casaras con tu prometida de toda la vida como siempre debió haber sido

—No seguiré las órdenes de mi padre

—Él escribió que no va a permitir que se rompa la alianza como la vez que la dejaste para venir a Arendelle hace cuatro años. Pero a pesar de todo, ella te ha esperado.

—¿Te refieres a Luna?

Elsa se cruzó de brazos. Ella no sabía qué pensar sobre todo lo que se acaba de enterar.

Hans contuvo una pequeña sonrisa al recordar como era su amiga de la adolescencia—Lunita llegó a ser mi novia, pero nunca mi prometida—explicó el pelirrojo

—¿Lunita?

Hans la llamaba así porque Luna era tan delgada y pequeña que parecía una niña pequeña. Tardó un tiempo en darse cuenta que solo la amaba como se quiere a un hermano, por eso tuvo que terminar con su compromiso con ella. Recordó el momento que le dio las noticias a su padre, nunca lo había visto tan furioso.

—Lo que quise decir es que mi padre quiere eso porque siempre ha querido apropiarse del reino del norte. Yo la llegué a querer, pero no de la forma que te imaginas. Que esto no afecte nuestra relación, por favor

—¿Y cómo no la va a afectar?—preguntó ella. —Acabo de entrarme que te vas a casar con otra persona probablemente mañana

Hans se acercó a ella y tomó su rostro  manteniendo la mirada fija en sus ojos azulados que ahora estaban ligeramente enrojecidos—Eso no pasará

—Tu padre no va a ceder y lo sabes

Aquello era verdad y Hans no había pensado en eso del todo. Él apartó la mirada y se quedó en silencio tal vez demasiado tiempo.

—Elsa…—llamó, pero ella ya se había ido.

Hans se llevó las manos a la cabeza e inmediatamente salió de su tienda. Honeymaren se cruzó en su camino y a penas lo vio lo fulminó con la mirada. Ella había visto salir a su amiga con los ojos cristalizados y sabía que no era de ponerse así casi nunca.

—¿Se puede saber qué diablos le hiciste? —dijo ella con el entrecejo fruncido.

—Me asustaste—contestó recuperando el aliento

—No le contaste ¿verdad?

—Porque iba a ignorar las órdenes del rey por completo.

Honeymaren se cruzó de brazos. Entonces él le contó todo lo que había pasado.

—Yo quise decirle que iba a ir negarme, pero no me dejó terminar

—O tú reaccionas demasiado lento—replicó su amiga

Él llevó una mano hacia su frente y cerró los ojos. —Sabes, intuyo que ni siquiera debí mencionar a Luna—musitó el pelirrojo

Honeymaren le puso los ojos en blanco.

—¿Hans?

—¿Sí?

—Eres un idiota

Todavía te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora