Capítulo 15

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Aún eran las primeras horas de la madrugada cuando llegaron y casi no habían personas en las calles. En realidad, no había ninguna, pero el lugar estaba igual de hermoso como Elsa lo recordaba.

—Iré al muelle, estaré contigo en cuanto pueda

—¿Nos vemos en los jardines al atardecer?—sugirió la rubia

—Está bien

Y antes de que se fuera, Elsa corrió hacia él y le dio un suave beso de despedida. Luego, se giró y caminó en dirección al castillo sin mirar hacia atrás.

Y cuando ella estuvo a punto de llegar, alguien habló por detrás.

—Vaya, me tienes que contar quién es tu novio misterioso—dijo una voz detrás de ella.

Elsa reconoció la voz de Anna al instante. Se giró y se apresuró a abrazarla.

—Te he echado de menos. Espera ¿Qué haces despierta a esta hora?—dijo la rubia

Entonces, ella dedicó unos minutos en observar bien a Anna y se cubrió la boca con las manos al notar un enorme cambio en su aspecto.

—Por los espíritus, Anna, estás...

La pelirroja asintió.

—Bueno no era algo que te podía contar por una carta y ya sabes. Quise salir a caminar, pero casi no me puedo mover

Anna la tomó del brazo para sentarse en una banca cerca a la entrada del castillo.

—Ahora sí, me vas a contar quién es el misterioso del gorro

Elsa la miró confundida.

—¿El qué?

—El chico a quien besabas apasionadamente y por poco más te atragantas

—Anna, por favor—respondió. Elsa sintió sus mejillas arder al instante.

Anna soltó una risita.

—Aunque desde ya me agrada, porque con tremenda despedida se nota que están enamoradísimos

Elsa soltó una risa súbita y nerviosa. Estaba pensando cómo iba hacer para evitar el tema por ahora.

Mientras tanto, Hans caminó hacia el  único barco en el muelle con los llamativos colores rojo y dorado de las Islas del sur. De repente, salió un señor de mediana edad que saludó muy entusiasta a Hans.

—¿Lars? —preguntó y se le formó una sonrisa de oreja a oreja—¿Cómo?

—Pequeño Hans—saludó él a lo que el pelirrojo le puso los ojos en blanco—¿Listo para partir?

No podía creer que Lars haya venido por él. Lars era ese hermano que casi siempre había cuidado de él y se podría decir que era el que mejor lo trataba.

—Si sobre eso, no iré—anunció Hans—No debo ni deseo hacerlo

Lars empezó a reír pensando que había escuchado mal. Pero luego esa risa se detuvo al ver que Hans hablaba enserio.

—No puede ser. Sabes bien cómo es nuestro padre. Tienes que venir con nosotros ahora—demandó

—¿Nosotros?

—Sí, nosotros, Hans—dijo la voz de una joven. Era la de Luna que bajaba sonriente del barco. Una vez que estuvo frente a frente con Hans, ella se abalanzó a abrazarlo.

Hans sintió el perfume de lavanda que ella usaba por lo cerca que estaban. Él se separó.

—Lo siento—se disculpó la joven.

Sus cabellos dorados jugueteaban con el viento y esa risueña sonrisa que se formaba involuntariamente cuando hacía contacto visual con sus ojos verdes hacía que luzca más tierna que de costumbre para él.

—Luna—dijo con una sonrisa—No te veo desde hace…

—Ocho años—completó ella

Lars tomó a Hans del brazo y lo apartó de golpe.

—Hans, no lo hagas por papá hazlo por ella. Su reino necesita a alguien que gobierne con ella y pues nuestro padre quiere unificar las dos naciones.

—No, Lars no puedo casarme con ella

—¿Por qué?—preguntó Lars ligeramente fastidiado.

Hans lo miró desafiante y se alejó de él para quedar al lado de Luna. No necesitaba explicarle a Lars. No podía arriesgarse que sepan que amaba a alguien para que se encarguen de destruir su relación como siempre lo habían hecho desde que rompió su compromiso con Luna.

Los ojos celestes de la joven lo miraban fijamente.—Hans, vuelve a casa—dijo casi en un susurro.

Él tomó sus manos y se acordó de todos los momentos en su adolescencia en los cuales ella había sido la protagonista.

—Luna, no podré casarme contigo. Lo siento—dijo desviando la mirada hacia la banca donde había visto a Elsa a lo lejos.

Luna siguió su mirada para ver a una chica rubia de vestidos blancos entrar al castillo. Sus mejillas se encendieron por todo el recelo que sintió al mirarla.

—¿La conoces? —preguntó y Hans asintió. “Más de lo que crees”, pensó.

—Te diré una cosa, príncipe Hans. Tu padre y yo hemos hecho un trato. Te digo que, aunque no quieras tarde o temprano volverás—dijo con amargura antes de subir devuelta al barco.

Ahora, solo quedaban Lars y Hans de pie frente al horizonte. Lars intentó hacer que su hermano recapacite, pero fue en vano. Discutieron por horas y horas hasta que Lars se dio cuenta que sería ridículo que su hermano quiera quedarse en Arendelle a menos que sea por alguien. Se acordó de verlo llegar con la que parecía ser la reina de las nieves.

—No puede ser, mi hermanito se ha enamorado—anunció

Hans abrió los ojos de par en par y no emitió respuesta alguna. Así, Lars confirmó sus sospechas.

—¿Y se puede saber de quién? ¿Cómo se llamaba? Supongo que es a la que llamaron monstruo después de su coronación.

Hans levantó las cejas esperando a que no se atreva a decir más.

—Bueno no me acuerdo, pero seguro que es aquel ser anormal

Lars lo estaba provocado.

—Con poderes de hielo, una bruja

—Basta, no voy a permitir que la llames así—gruñó Hans

—Entonces sí es Elsa—dijo Lars triunfante—No vale la pena hermano

—¿Y tú que sabes?

—Oh no, el pequeño se molestó. Sabes que puedo hacerte venir con nosotros a la fuerza¿no?

Lars señaló a sus guardias.

—Pero no lo haré, le diré a nuestro padre lo que pasó y veremos que hará cuando se entere

Lars caminó devuelta al barco y le hizo una reverencia a Hans.

—Buena suerte, Romeo—gritó antes de irse

Hans sacudió la cabeza, se había olvidado lo idiota que podía ser su hermano a veces. Tuvo que controlarse para no reaccionar a todas las barbaridades que dijo. Observó como el barco se aleja en el horizonte y se dio cuenta que el atardecer empezaba a caer. Hans se acordó que había quedado en encontrarse con Elsa. Corrió por las calles esperando llegar a tiempo y  cuando llegó se encontró con el semblante pálido de la rubia que estaba tratando de ayudar a Anna.

Hans abrió la boca de par en par al notar que la pelirroja estaba embarazada. Más grave aún, a punto de tener a su bebé.

Todavía te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora