Capítulo 22

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Maratón 1/3

En el castillo de Arendelle, se distinguía una luz aún encendida que resaltaba entre la oscuridad de esa noche. El tenue brillo ámbar del candelabro iluminaba apenas un rincón de la biblioteca al compás de unos pasos que resonaban en la habitación. Anna se había rehusado a ir a dormir sin antes haber visto a su hermana. Caminaba de un lado a otro esperándola con ansias. Elsa tenía que haber llegado hace horas.

Y no la esperaba de esa manera solo porque justo ese día era viernes y aquello se traducía como el día en el que jugaban charadas. Es más, estaba dispuesta a sacrificar su preciado juego solo para contarle lo que se había enterado hacía unas horas. Ella había estado en su despacho cuando le avisaron que había llegado una invitación de bodas de parte de las Islas del sur. Pero lo que le resultó más extraño que la invitación en sí fue recordar que Hans había comentado que todos sus hermanos ya se encontraban casados. Entonces, ¿De qué forma podría haber una boda real cómo decía en la invitación?

Sin embargo, el repentino sonido de la puerta al abrirse evitó que empezara a hacer suposiciones del porqué de la invitación. Por fin, la rubia había llegado.

El rostro de la pelirroja se iluminó al ver cómo su hermana la recibía con una muy ligera sonrisa. Había pensado que no llegaría ese día puesto que mañana se cumplían exactamente tres meses desde el accidente del pelirrojo. Lo único que tranquilizaba a la pelirroja era que, al menos, había conseguido que Elsa vuelva a sonreír después de muchos, muchos intentos. Aunque en el fondo sospechaba que ella se esforzaba por aparentar que todo estaba bien cuando, en realidad, seguía demasiado afectada por ello. Era como si estuviese rota por dentro.

Anna corrió a abrazarla.

—¿Por qué tardaste tanto?

—Mmm...me entretuve en Ahtohallan un poquito bastante

—Últimamente pasas mucho tiempo ahí—observó su hermana

—Lo sé, lo siento—replicó la rubia, aunque ella sabía que era algo inevitable. Ese lugar la reconfortaba mucho. Tal vez demasiado más después de lo sucedido. Había veces, como la de hoy, en las que Nokk tenía que recordarle que ya era tiempo de regresar.

—Luces terrible—dijo Anna observando bien el aspecto de su hermana. Vio que tenía los ojos enrojecidos e hinchados de, seguramente, tanto llorar.

—Anna

—No está mal sentir, Elsa—la confrontó finalmente Anna cegada por su preocupación hacia ella—Admite que no estás bien. Es normal después de lo que sucedió

—Está bien

—Solo quiero saber cómo puedo hacer para ayudarte

—Enserio lo aprecio, pero...

—Elsa, por favor—insistió con más énfasis Anna—sabes que puedes hablarme

—Bien. Lo sé, pero todavía no me siento lista para hablar de eso. Es suficientemente difícil aparentar que todo está bien cuando, en realidad, estoy completamente destrozada por dentro. Porque por más que intente hacer algo este vacío que siento permanece constante. Mañana se cumplen tres meses desde que el hombre que amo murió y no sé cómo sentirme, la verdad. Lo único que sé es la falta que me hace. Lo extraño. Hoy más que nunca...y porque obviar lo que pasó hace que no me sienta tan culpable—Anna pudo escuchar como la voz de su hermana se hacía más temblorosa a medida que seguía hablando. Se había olvidado que Elsa había estado más suceptible durante esos últimos meses.

—Elsa...

—Yo lancé ese rayo, Anna

—Fue un accidente

—Fui yo quien acabó con él

—No digas eso. Escúchame, solo fue un accidente

La rubia no respondió.

—Él mismo te lo dijo. No olvides eso. Estoy segura que lo último que él quería era que lleves el peso de su sacrificio

Entonces, Elsa la abrazó y después de unos minutos de silencio la llamó—¿Anna?

—¿Sí?

—No quiero hablar más de eso, por favor

La pelirroja asintió con la cabeza. Ya no sabía que hacer para que su hermana se sienta mejor y entre idea e idea que se le cruzaba por la mente recordó la invitación que le había llegado. Entonces, se le ocurrió la idea perfecta. Esa idea que le permitiría tener un cierre definitivo y seguir adelante.

Ella provechó el silencio para contarle sobre la supuesta invitación con todo y detalles esperando una reacción de parte de ella. Sin embargo, Elsa se limitó a escuchar y mascullar un leve "oh, ya veo" para luego cambiar el tema preguntándole por Stellan. Sin embargo, Anna sintió una fuerte necesidad de seguir hablando del tema. Se había convencido que sería una buena oportunidad para que Elsa asista. Pero la rubia no parecía entender lo que ella estaba proponiendo.

—¿Y bien?—preguntó la pelirroja finalmente

Pero, en lugar de responder, Elsa la miró levantando una ceja. Gesto que parecía preguntarle "¿y bien qué cosa?". Anna no pudo evitar suspirar pensando si había sido lo suficientemente clara con lo que quería decirle y Elsa entendió perfectamente sus intenciones al ver esa expresión.

—De ninguna manera, Anna. Lo que sea que estés pensando la respuesta es no

—¿Por qué?—preguntó inocentemente la pelirroja haciendo un puchero

—Creo que asistir a una boda es en lo último que pensaría ahora. Es más, pensaba ayudar a Yelana en los próximos días

—Yelana va a estar bien, yo le dije que te pidiera ayuda en eso de construir las nuevas tiendas

—¿Por qué hiciste eso?

—¡Porque no puedes pasarte semanas enteras en Ahtohallan! Ahora ya no tienes excusas

—Anna—dijo la rubia con impaciencia—¿También olvidaste que el lugar de la boda es las Islas del sur?

—Eso no es problema porque estamos en paz con ese reino ¡Tú misma lo dijiste!

—¿Entonces?

—Una de nosotras tiene que asistir y yo no puedo porque Stellan está aprendiendo a caminar y estoy con los nervios de punta a todo momento pensando que se puede lastimar

—Bien, tienes razón—convino Elsa refiriéndose a lo de su pequeño sobrino.

Por ello, la rubia iba a sugerir no asistir a la ceremonia, pero Anna se adelantó a su discurso gritando de emoción.

—Partirás mañana entonces

—¿Qué?—pronunció la rubia completamente perpleja mirando fijamente a su hermana con los ojos abiertos de par en par.

—Que emoción, dirás—corrigió Anna

—Pero...

—Muchas gracias por acceder. Pensé que me iba a costar más trabajo y...

Y cuando la rubia estuvo a punto de volver a objetar, un bebé entró gateando a la habitación. Era el pequeño Stellan que no paraba de soltar risitas. El pequeño intentó pararse apenas vio a su mamá.

Anna corrió hacia él de inmediato.

—¡Stellan! ¿Qué haces aquí tan tarde?—aulló alarmada. Entonces, Kristoff entró corriendo a la habitación.

—Oh, este pequeño es un travieso—dijo sonriente. Pero esa sonrisa no evitó que Anna dejara de fulminarlo con la mirada mientras se inclinaba para cargar a su pequeño.

—Te dejé dos segundos con él—gruñó la pelirroja. Kristoff solo llevó sus manos a la cabeza con una sonrisa nerviosa y un repentino interés por mirar hacia sus zapatos.

Todavía te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora