Capítulo 17

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Por la noche, Hans se dirigió a la habitación que le habían asignado e intentó conciliar un poco el sueño. Sin embargo, esa pesadilla no lo dejó descansar otra vez. Primero, se veía rodeado de soldados en un lugar remoto cubierto de blanco. Esos soldados lo obligaban a caminar hasta quedar frente a frente a lo que parecía ser un hombre de cabello castaño un poco más alto que él.

"Órdenes son órdenes " era lo único que llegaba a escuchar de todo lo que decía el señor que ni siquiera se tomaba la molestia de dirigirle la mirada. Era como si estuviera apenado o avergonzado por algo. Si tan solo pudiera ver su rostro lo sabría. Pero justo en el instante que estaba por verlo, el escenario cambiaba totalmente. Y esta vez, aparecía tumbado en el suelo al lado de otra persona antes de que todo el panorama se oscurezca.

Siempre se repetía lo mismo y siempre se despertaba justo en ese instante. Aunque esta vez, al despertar, vio unos preciosos orbes azules que lo miraban juguetonamente. Él se frotó los ojos preguntándose si todavía soñaba. Elsa soltó una risita tímida.

—Qué bueno que estás despierto—susurró

—¿Elsa? ¿Qué haces aquí?—preguntó aún adormilado.

—Yo no podía dormir

—¿Te preocupa algo?

Ella se encogió de hombros—De hecho sí, sigo nerviosa por todo lo que pasó hoy con Anna. ¿Tuviste ese sueño otra vez?

Pero antes que él pudiese contestar, se escucharon los pasos de los guardias cerca de la puerta. Ella supo en ese instante que ya había empezado la guardia nocturna.

—Mmm...creo que es momento de volver—anunció ella mientras despeinaba su cabello pelirrojo. Pero él tomó su mano antes de que ella diera el primer paso hacia la salida.

—Espera. Quédate, por favor

Ella no pudo ocultar su impresión ante tal propuesta.

—Hans, no puedo. Todavía no estamos... —logró pronunciar.

—Casados, eso lo sé, pero ¿quién dijo que íbamos a hacer otra cosa aparte de dormir?

Él esbozó una débil sonrisa y acarició su rostro. La rubia le sonrió de vuelta avergonzada. El color de sus mejillas delatarían lo que pensó si no fuese por la oscuridad de la noche.

—Está bien—dijo finalmente

Entonces, ella se recostó acomodándose en su pecho. Podía sentir los serenos latidos del pelirrojo junto a ella. En ese momento, se sintió protegida. Sí que el futuro le causaba incertidumbre, no sabía si su hermana llegaría a aceptar su relación o cómo reaccionaría el reino si se enterarse, pero sí que tenía la certeza de que todo iba a estar bien si permanecía a su lado.

Hans la rodeó con sus brazos y con una mano acarició su cabellera platinada cariñosamente. Él no necesitaba más que estar así junto a ella. Cerró los párpados y se vio inmerso por fin en un sueño profundo.

Los primeros rayos del sol de la mañana siguiente despertaron al pelirrojo. Él trató de no moverse en absoluto al ver que la rubia seguía descansando plácidamente sobre su pecho. Él le apartó cuidadosamente un mechón de cabello que cubría su rostro.

Unos instantes después, ella se levantó y él esbozó una sonrisa boba al ver esos adormilados ojos zafiros que lo miraban tiernamente.

—Buenos días—saludó

Pero en ese momento, parecía que la razón de la rubia despertaba con ella.

—Espera, no. Me tengo que ir antes que...

Elsa estaba pensando en lo que dirían los guardias si la vieran salir de la habitación de Hans. Él sonrió vacilante.

—¿No te importan los rumores?—preguntó ella levantando una ceja

—No—admitió él

—Hans...

—Elsa...

Ella lo fulminó con la mirada.

—Te pones muy guapa cuando estás seria

—Hans—volvió a protestar tratando de desaparecer el color de sus mejillas.

—Pero cuando te sonrojas eres irresistible—le susurró el pelirrojo al oído

—¿Ah sí? ¿Y sabes quién te ve irresistible?—dijo la rubia—La cárcel. Alguien podría vernos y...

Antes de que siguiera hablando, Hans la interrumpió con un beso.

—Bueno, creo que podría quedarme un rato más—dijo finalmente siguiéndole el juego al pelirrojo.

Sin embargo, se escuchó la voz de Anna afuera justo en ese momento. Elsa dio un salto tremendo de sorpresa y se separó de Hans. Anna tocó la puerta varias veces. Elsa no sabía que hacer. Miró hacia todos los lados tratando de pensar y, antes de que se abriera la puerta, empujó a Hans debajo de la cama.

—Que bueno que estés despierta—le dijo Anna sonriente mientras entraba.

Luego, la pelirroja la miró confusamente y esa sonrisa desapareció de su rostro.

—Espera ¿Qué?¿Qué haces aquí?¿Y Hans?

Elsa soltó una risa súbita y nerviosa.

—Mmm...pues yo vine a buscarlo y pensé lo mismo

—¿Qué? Eso es demasiado sospechoso, creo que no debí confiar en él

—No—exclamó Elsa.—ya me acordé, seguro está en los jardines

—Bueno, solo vine para agredecerle por su ayuda ayer. Es lo menos que puedo hacer, si lo ves le podrías decir eso, por favor

—Por supuesto

Una vez que Anna salió de la habitación, Hans pudo salir de donde estaba.

—Estuvo demasiado cerca—dijo la rubia aliviada de que su hermana se haya ido—Te veo más tarde ¿Si?

Él asintió y luego se acercó a la ventana para observar el jardín de flores rojas que estaba debajo.

—Espera, ¿Le acabas de decir que estoy en el jardín?

Elsa asintió sonriente. Entonces, Anna volvió a entrar a la habitación repentinamente. En una fracción de segundo, la rubia atinó empujar al pelirrojo por la ventana no sin antes haber hecho una alfombra de nieve para amortiguar su caída.

—Me olvidé decirte que hoy no podré comer con ustedes por Stellan, no lo quiero dejar solo ni un segundo—avisó la pelirroja

Elsa logró responderle que estaba bien para luego aproximarse corriendo hacia la ventana una vez que su hermana se hubo ido.

—Lo siento—se disculpó desde lo alto del balcón.

—Lo bueno es que ya estoy en el jardín—contestó él sonriente mientras se sacaba una hoja del cabello.

Todavía te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora