Capítulo Final

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La marea era baja y el viento estaba a favor de las velas de la embarcación en la que Elsa iba. Los tonos rojizos que habían acompañado al atardecer ese día ya se habían sumergido en la inmensidad de un anochecer solitario. Todo parecía indicar que sería un viaje tranquilo. Sería un viaje tan tranquilo que incluso sería posible apreciar la belleza de un océano calmado que, junto con la oscuridad del cielo, daba la impresión de ser infinito.

El barco navegaba suavemente y, en un lugar junto al barandal de este, se encontraba la platinada. Ella mantenía su mirada fija en el horizonte pensando si su amado príncipe ya estaría o no casado a esas horas. Si estaría celebrando en la fiesta después de bodas o dando un paseo con su ahora esposa. Si estaría bebiendo champán al costado de un rey muy feliz por haber conseguido sus objetivos o al lado de un hermano aliviado por haber salvado a los que quería. Pero, así estuviera celebrando como esté o sea como fuese, lo único que realmente le importaba era que él estuviera bien.

Se había convencido que alejarse había sido la única forma para asegurarse de su bienestar dadas las circunstancias. Ella lo amaba profundamente como nunca se había imaginado que se pudiese querer a alguien y era precisamente por eso mismo que lo había dejado ir. Solo esperaba que su corazón encontrara la forma de seguir adelante con la memoria de los bonitos recuerdos que le había dejado su historia de amor. Eran, pues, estos mismos recuerdos los que hacían que ella sintiera el valor necesario para hacer lo que sea.

De repente, la rubia se preguntó si ese valor le daría el poder de volar porque, de la nada, la cubrió un remolino de aire que la levantó por los aires.

Ella se asustó por esa repentina presencia. Unos instantes después, ese remolino que se había presentado ante ella de esa manera tan brusca se fue dispersando hasta convertirse en una brisa que desordenó su cabello jugetonamente. Ella comprendió quién era en ese momento.

Era Gale, mejor y más conocido como el espíritu del aire.

—¿Qué haces aquí, pequeño travieso?—se dirigió a él con una sonrisa.

Entonces, esa brisa hizo que girara alrededor de sí misma sin previo aviso como respuesta a su pregunta. Ella volvió a sonreír ligeramente por lo curioso que le había resultado ese comportamiento del espíritu del viento. Ella alzó la mirada pensando que ya nada podía sorprenderla después de eso. Sin embargo, grande fue su sorpresa al encontrarse a su adorado pelirrojo de pie a unos metros de ella.

—Prometí que encontraría la forma de volver a ti—le había dicho el pelirrojo con esa sonrisa vacilante que a ella le había gustado desde siempre.

—No debiste venir...no quiero ni pensar en las consecuencias que te pueden traer el que estés aquí
—contestó ella inmediatamente. En su tono de voz se percibía cierta preocupación. Que ella imaginara posibles supuestos en los que Lars y sus hombres buscarían a Hans en menos de un segundo había sido inevitable.

—Te aseguro que los problemas con el reino de mi padre no nos molestarán más

Pero la rubia no lo escuchó.

—Va a suceder de nuevo—murmuró ella

—No pasará

—Por meses pensé que te habías ido—continuó la platinada—No sabes cuánto...y luego...por eso tenías que quedarte. Así estarías a salvo y...

Sin embargo él no la dejó terminar porque lo siguiente que hizo fue tomar su delicado rostro haciendo que ella dirigiera toda su atención a él.

—No pasará—repitió él

—Te vi morir Hans—le dijo ella con hilo de voz mirándolo fijamente

—Sí, ya lo sé todo—admitió él finalmente

Todavía te amo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora