2. Pensé que el acosador era yo.

1.1K 123 89
                                    

Capítulo 2: Pensé que el acosador era yo.






Agarre las últimas cosas del escritorio para irme a casa, ya que había culminado mi horario de trabajo.

Tomé el ascensor, adentro estaban varías personas que ignoraron por completo mi estadía allí.

Una oleada de aire frío acarició mi rostro al salir por la puerta principal. Saqué mi abrigo de la mochila para ponermelo junto con los auriculares.

Queen sonó relajandome de inmediato.

Caminaba a paso acelerado ya que era muy tarde, y el metro se encontraba todavía lejano.

Sentí que me jalaron un poco fuerte de la capucha haciéndome parar en seco, no quise voltear al instante.

Giré sobre mi cuerpo hallando una peculiar sorpresa.

Valentín.

Quité los auriculares y ejercí una posición más recta y menos asustada.

Se notaba exhausto, inhalando grandes bocanadas de aire rápidamente.

— Te he estado siguiendo hace calle y media -—dijo con rudeza, haciendo notar su enojo.

— D-dis-culp-a —carraspeo—. Disculpa, no me dí cuenta.

Me miró por unos cuantos segundos con la mirada más fría y dura que jamás había recibido. Suspiro.

— Te llevo — concluyó dándome la espalda dispuesto a caminar.

Saliendo de mi ensoñación lo perseguí.

— Oye, oye. No tenés por qué hacerlo, no pasará nada —jale de su muñeca para que parará.

Al detenerse miró mi mano todavía enrroscada en su muñeca, luego dirigió su visión a mis ojos levantando una ceja. La retiré.

-— Es tarde. No podés caminar a estas horas de la noche y esperar que no pasé nada.

— He caminado por acá cientos de veces a está hora —rode los ojos inconcientemente.

— Te llevo —reitero de nuevo, avanzando un paso hacia mí.

— Puedo cami...

— No es pregunta —me agarró la mano arrastrandome consigo.

Sin réplicar nada me deje llevar.

Caminamos una cuadra en sumo silencio, hasta llegar a su automóvil. El cuál conocía perfectamente solo de vista.

Soltó mi mano.

Abrió la puerta del conductor y se metió en el auto. Me quedé parado afuera sin saber exactamente qué hacer. Imaginaba que me abriría la puerta del copiloto. Iluso.

La ventana del copiloto bajo y pude verlo intentando asomarse en ella.

— ¿No pensás entrar?

Al unísono con su voz abrí la puerta y me escabullí dentro del carro. Cerré la puerta un poco más duro de lo que en realidad hubiese querido.

Su auto era incluso más lujoso de lo que imaginaba. Limpió, fresco, bien cuidado. Casi como si fuera recién comprado.

Hasta podría decir que el carro se parecía a él. Como un dueño con su mascota, pero está sería una circunstancia diferente.

No me había percatado de su mirada, tampoco del chillante sonido proveniente de una de los botones del tablero.

Negó con la cabeza, no sé si fue producto de mi imaginación o pude captar una leve sonrisa formándose en sus labios.

Inclinó su cuerpo en mi dirección quedando sólo a pocos centímetros de rozarnos, dirigió su mano al cinturón de seguridad para luego engancharlo al pequeño broche que estaba a mi costado.

Ah, por eso sonaba aquella alarma.

El sonrojo en mi cara no tardó en llegar.

Puso en marcha el auto. Con una mano maniobraba el volante y con la otra trataba de poner alguna estación de radio.

Observaba cada uno de sus movimientos, algunos sutiles y otros bruscos. Las venas de su mano se hacían presentes cada vez que ejercía demasiada fuerza en la palanca.

Y solo imaginaba como sería tener esas manos en mi cuerpo.

Me vi interrumpiendo mis propios pensamientos al recordar algo— ¿Sabés donde vivo? —por primera vez en todo mi tiempo “conociéndolo” nunca había visto nervios algunos en su rostro.

— Si —note como apretó más las manos al volante.

— ¿Cómo?

— Cuestiones de trabajo —me miró de soslayo.

— Ah. ¿Entonces sabes dónde viven las miles de personas que trabajan para vos? —impuse retador.

— Sólo los más importantes.

Mi cara de sorpresa no se vió contenida.

¿Importantes?

Notando que ya no quería hablar más del tema me mantuve en silencio.

Bueno, ¿por qué no? Quizás lo que dice es cierto. Soy muy destacado en mi despacho, uno de los mejores...El mejor.

Fue lindo ilusionarme solo un pequeño momento.

Aparté la mirada de él y observé hacía la ventana, mirando la hermosa vista que se veía de la ciudad.

El ambiente ya no era frío y denso como cuando estábamos en la oficina, ahora era más cálido, más... Agradable.

Y sólo deseaba quedarme así por mucho tiempo, disfrutando de su sola presencia.

Reconocí las calles que se aproximaban, dándome a entender que ya estábamos cerca.

No tuve que decirle que edificio era, se estacionó justo enfrente del que era.

Desabroché el cinturón lentamente tratando de ganarme otros segundos más con él.

Ya listo para bajarme volteé por última vez a verlo y despedirme.

— Bueno, gracias por el aventón. Hasta luego, jefe —me baje cerrando la puerta detrás de mí.

Antes de poder alejarme por completo del auto bajo la ventana.

— Hasta mañana, Vainstein — dicho eso se marchó del sitio, dejandome con una mezcla de confusión y alegría.

Subí a mi departamento. Al llegar empecé mi rutina.

Me duché, cene algo ligero, organicé mis cosas para mañana y después me metí en la cama.

Revise mis redes sociales hasta cansarme. Conecté el cargador, lo puse en la mesita de noche y apague la luz.

En lo que cierro los ojos me llega una notificación.

Teo.

¿Llegaste a casa? No me avisaste.
10:43p.m.

Si, ya llegué. Lo siento, una larga historia. 10:45p.m.✓✓

Bueno, dale. Mañana me contás.
10:46p.m.

Buenas noches.
10:46p.m.

Buenas noches, Teo.
10:47p.m.✓✓

Volví a dejar en celular en la mesita de noche, para ahora sí dormirme.

Antes de poder conciliar el sueño unos ojos azules aparecieron en mi conciencia, llenándome de un bonito sentimiento.

IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora