10. Una fiesta cura el alma, creo.

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Capítulo 10: Una fiesta cura el alma, creo.






Las siguientes semanas habían sido un total desastre. Nada era lo mismo. En mi ambiente se respiraba tensión (digo en mi ambiente porque así lo percibía yo, seguramente nadie más lo hacía).

Éstos últimos días me puse a pensar que no valoraba a las personas que tenía a mi alrededor, suelo ser una persona difícil de lidiar, y algo fría. Y no aprecie que Mateo estuviera allí para mí, nadie aguantaría mis miles cambios de humor como él, nadie me entendería como él. Y por mi puta ignorancia no sabía lo que pasaba justo en frente de mis ojos, tal vez si me hubiera dado cuenta las cosas no hubieran pasado así; tan drásticas.

Mirar a mi derecha y no encontrarme a Mateo era cada vez más frustrante y doloroso. En su lugar había otro sujeto.

Valentín no había perdido el tiempo, y de inmediato contrato a otro sujeto, corrijo; otro tipejo.
Para nada agradable y exageradamente egocéntrico. Todo el día se encargaba de echarme a la cara lo bueno que era, que era mejor que yo, y un montón de estupideces más. Las cuáles oía, pero instantáneamente las desechaba.

Con Valentín era otra historia. No lo había visto desde aquel día, y tampoco me dispuse a buscarlo ni preguntarle a nadie su paradero. Pero a mí parecer estaba llevando bien las cosas.

«Si llevar bien es: llorar todas las noches hasta quedarte dormido, si, amigo. Lo haces excelente» musito una pequeña vocecita en mi cabeza.

Bufé.

Tal vez no lo llevaba tan bien, obviamente me dolía mucho. Porque en serio pensé que íbamos por un buen camino. La noticia de que se iba a casar me cayó como balde de agua fría.

— Oye, tarado. Decíme si vos podés hacer esto. No, no lo creo — dijo mi estúpido compañero de trabajo.

Volteé la cabeza de muy mala gana, para encontrarme con... ni idea de lo que era, pero solamente negué con la cabeza para que me dejara en paz de una vez.

Ni siquiera me sabía su nombre, además, no era algo que me importará mucho. Lo único que sabía de él era que tenía mucho dinero, y era porque siempre lo decía.

— ¿Querés ir a una party hoy? — dijo en lo que me lanzaba una bolita de papel.

Por supuesto que iba a rechazar su propuesta, pero me lo pensé un momento más.

No caía mal distraerme por un rato, ¿o no? Sacar un poco ese peso y estrés que tenía.

— Sí —dije, más entusiasmado de lo normal.

Se quedó callado, mirándome sorprendido.

— No puede ser. ¿Vos hablas? — rió.

Lo escruté con la mirada.

— Si, lo hago —rodé los ojos.

—Genial.

Hace mucho que no iba a una fiesta. No era mi ambiente, pero necesitaba distraerme. Quizá conocer gente nueva.

— ¿Cómo te llamás? —dijo, después de un rato—. Llevo acá un buen tiempo, y aún no sé cómo te llamás.

— Manuel.

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