4. Si entras ya no salís, te enreda.

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Capítulo 4: Si entras ya no salís, te atrapa.





Después de susurrar eso en mi oído y que hiciera que en un segundo la poca estabilidad que tenía en las piernas se viera severamente afectada, me agarró fuerte del brazo para arrastrarme escalera arriba.

Las personas ya ni tomaban en cuenta nuestra presencia, al pasarles por el lado ni sé inmutaban.

Tambaleaba un poco al caminar. Su agarre todavía era fuerte, como teniendo miedo de que fuera a escapar.

Me llevo hasta un gran balcón, donde se podía apreciar una parte de la ciudad.

Solo sacó una cajetilla de cigarros y se puso a fumar uno mientras admiraba el paisaje.

La primera calada fue profunda, llenándose por completo del humo. Se le vió satisfecho y relajado, disfrutando de la sensación para mí desconocida.

Nunca había sido "fanático" de las personas que fumaban, pero él si que se veía bien haciéndolo. Arte.

Suspiro.

— ¿Querés? —extendió el cigarro a mi dirección.

— No, no fumo.

— Buen chico —me dió una sonrisa a boca cerrada.

No sí el perro.

Y otra vez sucumbimos al silencio, pero uno cómodo.

Incluso su manera de hacerlo era magistral y perfecta, el humo saliendo de su boca se veía apetitoso. Nada más por estar saliendo de él.

Y pude notar la expresión de su cara, vacía, oscura, triste. La mirada parecía firme, pero al analizarla podías darte cuenta que algo faltaba. Su gesto era cansado, lastimero.

Que ganas de estamparle un beso y que esa cara cambie un poco.

Acabo su cigarrillo y después lo tiró al suelo, para luego pisarlo.

— No sabía que fumabas —dije para sacar algún tema de conversación.

— Lo hago, aveces.

Seguido de eso, de su bolsillo sacó una especie de menta para proceder a comérsela.

Chapame.

— Era mentira —soltó de la nada, sin mirarme aún.

— ¿Qué presisamente?

Apoyo los codos inclinándose al borde del balcón, rió; pero una sonrisa rápida para sí mismo, que por suerte pude notar.

— No conocía donde vivís porque sos importante para la empresa, sólo... —se quedó estancado, frotando las manos en su cara.

Por mero impulsó agarre su mano, esperaba algún rechazo de su parte, pero no fue así. Más bien ajusto más el agarre.

— Te sigo desde hace ya un tiempo, Manuel.

Mi estómago repentinamente se sintió vacío con algo revoloteando en su interior.

Aparte mi mano de la suya intentando entender a lo que se refería especificamente.

Al notar que todavía no captaba sus palabras negó con la cabeza mientras reía de forma escandalosa y sin ningún tipo de control, algo que jamás vi en él. Siempre se limitaba a pequeñas sonrisas poco visibles.

— No te rías —le brinde un leve golpe en el hombro.

— ¿Querés que te lo diga más directo? —dijo—. Aprovecha que estoy un toque ebrio y no tengo control de mis palabras.

— Decíme —musité emocionado y nervioso.

Su mirada viajo por mi cuerpo, de manera lenta mientras suavemente mordía su labio inferior, se detuvo a la altura de mi cuello. Se acercó de golpe estrellando su cuerpo con el mío, metiendo con suspicacia su mano en mi cuello; acariciando.

Con el pulgar levantó mi quijada, ejerciendo presión; haciéndome soltar suspiros involuntarios.

Su mirada era profunda, con las pupilas dilatadas. Deseo era lo que brotaba de ellos.

Era difícil para mí poder mantener por mucho tiempo la mirada junto a la suya, me sentía chiquito, vulnerable.

— Mírame —presiono más la zona donde se encontraba su mano.

Con dificultad lo hice.

Sus ojos habían subido unas tonalidades de azúl, eran más oscuros y profundos. Un escalofrío me recorrió por completo, temblé bajo su toque.

— Todo —hizo una breve pausa —. Eso es lo que quiero hacerte.

Su aliento ya era una combinación de: alcohol, menta y cigarro. Que sinceramente olía exquisito.

Valentín...

Su otra mano libre emprendió un viaje a mi cadera, posándose en ella y acercándola a la suya de manera brusca.

¿Esto si está pasando?

Empezó a acercar su cara lentamente. Rozo nuestros labios despacio, disfrutando de la sensación. Abrió la boca y por instinto hice lo mismo, pero después la cerró y atrapó mi labio inferior entre sus dientes; lamiendo, succionando y mordiendo con voracidad.

Apretó mi cintura, abrí la boca en respuesta a eso y aprovecho para meter su lengua. El beso era intenso, rudo; un beso destinado para causar placer.

Mis manos se enrrollaron en su cuello, acariciaba su pelo y aveces lo jalaba; solo para intensificar el beso.

Al notar que ya teníamos que respirar nos fuimos separando con extremo pesar.

— No sabés en lo que te acabas de meter —me dió un pequeño beso es la cornisura de mis labios y luego se alejó.

Estaba paralizado, con el cuerpo y mente a mil kilómetros por hora, todavía analizando que era lo que había ocurrido.

Mi cara se sentía caliente e inflamada, seguro el sonrojo que tenía no era normal.

— Tranquilo, no fue un sueño. Si paso.

¿Por qué él se veía tan normal?

Estaba tranquilo, como si no hubiese pasado nada. En cambio de mí.

No sabía que decir, literalmente ninguna palabra podía salir de mi boca.

— Ya es hora de que nos vayamos de acá —y empezó a caminar sin percatarse si yo lo seguía.

¿Ahora qué?

Lo había besado, quizás para él fue cualquier cosa; pero para mí... Ese beso me lleno, tanto tiempo queriendo que pase, y cuando llega el momento, simplemente lo toma a la ligera. Algo que para mí fue maravilloso, seguro para él fue algo de un día, o algo del momento.

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