Simplemente Zenher...

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El acero era su cuerpo y el fuego era su sangre, de aquel creador de más de mil armas. Unos martilleos producto de un nuevo trabajo inundaba su despacho como siempre, las chispas saltaba de un lado a otro mientras el duro metal sobrecalentado a más de mil grados iba tomando forma.

Siempre contemplaba como todo tomaba vida, aquello que los guerreros tantos añoraban en el fragor de la batalla y era tan común para él. Cada martilleo le daba más experiencia y a su vez lo alejaba menos

-¿Zenher..?

Los golpeteos no cesaban, parecía estar concentrado en su obra como para escuchar, golpetearon 3 veces más a la puerta hasta que decidió entrar, en circunstancias normales se habrían dado la vuelta para regresar en otro momento, pero todo el pueblo sabía lo concentrado que solía ser el a la hora de trabajar.

-Señor Zenher.

Irrumpió alguien que podría ser llamado crió, no pasaría de los 12 años, su ropaje estaba lleno de hendiduras y parchados que apenas lograban hacer que se sostenga. Acomodo su boina negra antes de acercarse hasta el herrero tocando su hombro, solo para llamar su atención y poder alejarse antes de que las chispas que daban más brincos que los coribantes en su danza frenética le regalaran otra hendidura a su ropaje, oh peor aún, a su piel.

-¿Eh...?

Zenher pareció reaccionar, sus ojos que hasta ese momento parecían centrados eh indiferentes de la vida recuperaron la típica luz de alguien que podía ser llamado vivo.

-Dam.- Susurro aprovechando para apartar el ardiente metal del centro del caldero –Si vienes por la espada de Mathew aún no está lista.

Como olvidar aquella espada de mango serpenteante, le ha provisionado inclusos fatídicos días sin dormir, aquello que pudo haber causado tal abolladura en el metal de la misma escapa de toda lógica dentro de la mente del herrero.

-Fue un ogro.

El joven Dam se mantuvo alejado reposando sus cansados pies al sentarse en la escalinata de la entrada a la casa, no muchos desconocen ah Dam y su pequeño predicamento, desde que un incendio provocado por circunstancia normales en aquellos días perdió su casa y a sus padres. El dueño del apartado postal le dejo vivir allí siempre y cuando entregara las cartas por él, todos los días el chico espera que algo llegue al pueblo para pensar que podrá al menos comer un pedazo de pan en la noche.

-¿Cómo sabes eso?

Si bien es cierto que la piel dura de un ogro puede provocar tal abolladura es difícil de creer aquella historia para Zenher.

-Mathew me lo dijo.

-Así que ah ese viejo comerciante cascarrabias le ha dado por inventar historias.- Esbozo una pequeña risa que parecía inundar el lugar –Un habito más que añadir a los tantos.

-Dice que tienes pruebas que es cierto, guarda la cabeza de aquel ogro que rebano en su porche.

Incluso se podía ver una mirada incrédula seguida de una sonrisa inocente por parte del chico, el solo hecho de pensar que podría ver a una bestia así frente a sus ojos sin tener que salir corriendo por su vida le causaba emoción.

-Hasta que no lo vea no seré capaz de creerlo, es imposible que un ogro se presente por estos lares pues la guardia real le pararía los pies hace varios kilómetros, oh como poco darían el aviso de su presencia.

La cara de Dam lo decía todo, la ilusión de un chico soñador se aplastaba frente a Zenher con la fuerza de una aplanadora, solo comparable ah cuando se enteran que el viejo gordo que deja regalos bajo el árbol es en realidad el trabajo de todo el año de sus padres.

Erase una vez, mi querido reinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora