T R O I S

802 80 17
                                    

Marzo 8, 2011

—Deben ser amable con ellas, aunque haya pasado mucho tiempo ni se te ocurra preguntarles por su padre ¿ok?—dijo su madre a Lorianne y Theo que escuchaban con atención la orden.

Theo ya tenía catorce años mientra su hermana ya tenía dieciséis recién cumplidos y había adquirido un humor más inestable que antes, haciendo de la vida de su pequeño hermano un verdadero infierno.

—¿Cómo son ellas mamá?—preguntó Lorianne masticando vulgarmente un chicle, Theo se preguntaba muy al fondo si haberle dejado ver Gossip Girl en las noches cuando su madre trabajaba había sido una buena idea.

—La mayor tiene un año menos que tú, Lori, la menor tiene nueve años. Son iguales, pero muy diferentes chicos. La mayor ha podido superar la pérdida de su padre, sin embargo, la menor parece tenerla difícil.

—¿Qué le pasó al padre?—La mayor de ahí frunció los labios, pensando si decirlo o no, pero a la final cedió y les reveló el mayor secreto de esa familia:—. Algunos dicen que está muerto, yo creo esa teoría, otra que se escapó con su amante.

Los menores se quedaron con la boca abierta, a diferencia de ellas, su padre se había muerto cuando Lorianne tenía cinco años, y Theo tres por un accidente de maquinaria en la empresa donde trabajaba. Una idea se le pasó por la cabeza al pequeño: ¿cuál era la posibilidad de que esa familia fuera la misma de esos señores que vió tres años atrás? ¿Era posible?

—Mami—hablo nervioso—¿De qué país son?

—Ecuador, hijo ¿por qué preguntas?—sintió la garganta seca al escuchar esa respuesta, ¿era posible acaso? Theo no creía en casualidades, destino o sueños, sin embargo, el sentimiento de afirmación subía por su cuerpo, se negaba a creerlo, era imposible—¿Cómo las conociste?

—Me estás asustando, hijo—dijo la madre preocupada, Lorianne lo veía también, pero al contrario de su progenitora solo pensaba que estaba loco—. Pero te diré, las conocí el día de la tragedia.

—El día de la tragedia—repito el castaño, el sentimiento de afirmación crecía más y más en su pecho—¿te refieres al día cuándo me rescataron del lago?

—Sí—afirmo la madre—. Ese día cuando te fui a buscar se encontraba esa familia llorando, no entendía por qué hasta cuando me explicaron que el padre de las dos había estado en el carro. Intercambiamos números, y mantuvimos contacto hasta hoy. Justamente me escribió que llegó a Francia y planea quedarse unos cuantos meses para relajarse del estrés de la ciudad.

—¿Vienen a París para desestresarse?—inquirió burlona Lorianne—. Todos aquí sabemos que en la gran ciudad del amor no hay paz. Ni nada cercano solo...—Theo le lanzó una almohada para que se callase, había escuchado un ruido en la puerta y sospechaba que ya habían llegado. Su madre parecía haberlo escuchado también que había desaparecido de la estancia.

—¡¿Por qué haces eso, enano?!—grito enojada la rubia arreglándose el mechón fuera del lugar, su hermano se acercó a ella para explicarle la razón, no obstante antes de explicarle, su madre había regresado con una señora de mediana edad acompañada con una niña pequeña pelirroja y una castaña risueña.

—Bonjour—dijo Theo sin dejar de ver a la más pequeña que se escondió detrás de su hermana. Su pecho latía fuertemente, la imagen de esos grandes ojos verdes le recordaban al señor que le dió la cadena, objeto que se ponía siempre sobre su pecho, oculto tras sus grandes abrigos de lana— Ça va?

—Lo siento, no hablamos francés—se disculpó la señora con la mamá de Theo que solo sonrío. Al pasar con los años, los tres habían aprendido a hablar español con las telenovelas que pasaban por la televisión y también por sus continuos viajes a Ecuador que aunque dejaban mal sabor en la boca por la experiencia pasada, no dejaba de relajarlos, porque el pequeño país era un bálsamo para los problemas de primer mundo en París.

—No se preocupe—dijo con acento Maud, la madre de Theo—. Nosotros también hablamos el español. Un poco mal, pero hacemos el intento ¿verdad chicos?

—Oui—dijeron los dos al mismo tiempo.

—¿Dónde vamos a dormir mamá?—susurró la más grande a su madre, aunque se suponía que no debía escucharse, se escuchó claramente en los oídos de Theo que se río, sin dejar de ver a la pequeña.

—Muchas gracias por todo, Maud.

—No hay de qué—al parecer había leído los pensamientos y dijo:—Ustedes pueden quedarse en esa habitación—señalo un cuarto alejado de los cuartos principales, con dos camas grandes. Las invitadas asintieron, dieron las gracias y se dirigieron al lugar con unas grandes sonrisas.

Ya habían cenado y los niños se encontraban en la sala, sus madres habían salido a divertirse a un club nocturno, dejando a Lorianne a cargo de todo, que ni corta ni perezosa había preparado varias golosinas para cada uno mientras monopolizaba con...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ya habían cenado y los niños se encontraban en la sala, sus madres habían salido a divertirse a un club nocturno, dejando a Lorianne a cargo de todo, que ni corta ni perezosa había preparado varias golosinas para cada uno mientras monopolizaba con el control para seguir viciada con Gossip Girl.

La mayor se llama Orianne, a Theo le había dado mucha gracia que se llamará casi igual que su hermana, que no le dió ni una pizca de chiste. La menor se llama Crème y cuando el castaño le preguntó su apellido, la niña le sacó la lengua y dejó el asunto cerrado, provocando un colapso mental al otro, que no podía creer que después de tres años, una niña parecida a la de sus sueños, primero se llamará igual—no se sabía el apellido así que podía concordar, segundo tuviera la apariencia física de sus sueños, de su collar y tercero había estado en el mismo lugar cuando casi muere.

—¿Quieres ver Gossip Girl?—Theo retuvo un gemido, primera vez en su mortal vida que veía a su hermana mayor siendo amable con alguien sin obligación, Orianne también parecía extrañada por la actitud reciente de la rubia, sin embargo, aceptó gustosa.

Theo se quedó viendo a la pequeña que comía macaroons como si no hubiera un mañana, se dirigió a su refrigerador y sacó dos coca colas, le tendió una a la pelirroja que sin dejar de verle preocupada, la cogió con recelo.

—J'ai vu toi quand je dors toujours mais je ne sais pas pourquoi. Tu le sais?—Crème le miró más confundida, no entendía ninguna de las palabras que salían de la boca del más grande, así que no le prestó atención y siguió comiendo los macaroons—Te llamas Crème Monsen ¿verdad?

La aludida dejó de comer, de su boca salió un pedazo del macaroon, gimió de pena al ver como se deshacía en el suelo. Theo soltó una risa al ver como la otra se apresuraba a recogerlo e intentaba comerlo.

—Oui, Je suis elle. Pourquoi?

—Parce que Je crois que J'ai connu ton père.

—Eh...—dijo la menor, rascándose la cabeza—. Solo sé decir eso, lo siento.

—No te preocupes—suspiró el castaño, agarrando su cadena por encima de su suéter. Las palabras del señor de ojos verdes retumbaron en su cabeza, sabía que debía protegerlas, había prometido eso, era hora de cumplirlo. No tenía sentido nada, no tenía sentido sentirse atado a una familia, no obstante, la gratitud que Theo tenía hacia las personas que le había salvado no se podía borrar, ni con las constantes pesadillas que tenía a diario. Estaba decidido a protegerla.

—¿Qué habías dicho antes?—los ojos curiosos de la menor le rogaban que diera su respuesta, pero Theo no iba a decirla, no iba a traicionar a sus salvadores.

—Que disfrutes tu estadía aquí, querida.

—No creo que eso signifique—dijo antes de tragarse otro macaroon.

Detrás de los murosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora