Una fotico de C bb uwu
Diego entra con miedo a su casa, un miedo congelante va subiendo por sus piernas temblorosas, no quiere dar ni un paso más, pero no puede decirle a Caleb de lo que pasa cuando esa puerta se cierra, así que decide mejor despedirse sin echarse a su pecho a llorar, porque no se sentiría correcto, porque su mejor amigo no merece a una persona rota, alguien ya usado, merece algo mucho mejor, merece una persona que sea capaz de acariciarle el pelo mientras duerme, y no alguien que hace todo mal.
Corre a encerrarse a su cuarto, se recuesta encima de la puerta, esperando que no venga el monstruo, rogando para que no venga, para que no se le ocurra poner sus garras sobre su cuello hasta ahorcarlo como le gusta, que no suba sus uñas por sus piernas, que no le hinque la cintura como si se tratara de un gesto romántico cuando es todo lo contrario, es un gesto de posesividad, de que no quiere que nadie más que él, lo toque.
No quiere, no quiere, las lágrimas corren por sus ojos, rogando en voz baja que no tumben la puerta, se escuchan varios golpes, y luego un silencio estruendoso, que no ayuda en nada al escuchar a su progenitora riéndose en voz alta, otro golpe, que lo lanza en el cielo, como puede se arrastra hasta llegar a su cama, arruga la sábana entre sus dedos al sentir una caricia bajar por sus piernas.
—No puedes escapar, querido—el monstruo se burla porque sabe que su víctima es débil, su madre lo ha vendido para que forme parte de su circo y él no puede dejar de pensar en lo lindo que se ve en esos pantalones—. No grites, porque nadie vendrá a ayudarte. O sí ¿Silvia?—le pregunta a la madre que está arrimada a la puerta de la habitación de su hijo. Ella ni lo mira. Detesta con todo el alma a la persona causante que tenga que estar enseñando a una bola de inútiles, hubiera preferido abortarlo, pero su madre no se lo permitió.
—Mamá...—tartamudea, suplicando que le ayude. Ya no quiere llorar más, ya no quiere fingir estar feliz cuando no lo está. Odio tanto que su madre haya transformado lo mucho que le gustaba sacar buenas notas, en una obligación, algo que deba hacer para que su castigo no sea peor—Ayuda.
La madre solo lo mira, lo que siempre hace, juzgando a su propio hijo igual que lo hace un carnicero antes de matar al animal que va a vender. Su cara gélida le transmite un escalofrío por toda su espina dorsal y sabe que ha perdido de nuevo, perdido las ganas de seguir luchando.
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Detrás de los muros
Teen FictionUna amargada y un tierno se vuelven a encontrar después de varios años, desatando ciertas pasiones que pensaban perdidas. ** Créme es la reina de su instituto...