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Richie conducía con aire de victoria. Ese show salió mejor de lo que esperaba, nada se comparaba con el dulce sonido de los aplausos cuando Richie se despedía de su público.

Nunca había oído tantas risas juntas en un lugar. Al parecer, escribir su propio material sí daba frutos, pensó con gracia.

Tamborileaba contra el volante mientras se detenía en un semáforo en rojo. Glory Days, qué canción tan jodidamente genial.
El pelinegro subió el volúmen y cantó el coro mirando la gente cruzar en la calle.

Un hombre que vendía rosas estaba en una esquina y Richie le hizo una seña para que se acercara.
Al ver de quien se trataba, el señor fue con rapidez.

-Quisiera un ramo grande -le extendió el dinero.

Con las manos firmes el señor lo aceptó y le dijo a su compañero en un grito que le alcanzara el pedido.

Era normal ver a estrellas en la ciudad para ellos. El famoso comediante Richie Tozier no era una excepción, pero sí había sido el primero que les compraba.

-Gracias -dijo Richie acomodando el ramo en el asiento de copiloto.

-A usted. Muy buenas noches, señor.

¿Señor? Mierda, ya soy un puto anciano si la gente empezó a llamarme de esa forma, pensó Richie al acelerar.

Se echó una mirada en el espejo retrovisor. Sí, bueno, había algunas arrugas allí. Pero la verdad era que se sentía más vivo que nunca. Este, quizás, era el mejor momento de su vida.

Pensaba en lo afortunado que era a diario, pero esa semana repasó el tema todos los días. Estaba feliz, completo. Y solo lo confirmó una vez más al ver la brillante sortija en su dedo.

Bajó del auto y tomó el ramo. Le gustaría, estaba seguro. Había decorado su hogar con millones de plantas innecesarias y Richie había accedido porque simplemente no podía decirle que no a sus bellos ojitos.

Entró a la casa y dejó las llaves en la pequeña mesa de la sala. Se quitó su chaqueta y tirando sus hombros un poco hacia atrás hizo sonar su espalda.

-¡Bebé, ya llegué!

Poco después Eddie apareció y Richie se tapó la cara con una carcajada.

-¿Es en serio? -preguntó el pelinegro, pensando en lo mucho que amaba a ese pequeño idiota.

El castaño traía una playera con la cara de Richie que decía "Fan Número 1".

-Pues sí, soy tu mayor fan -dijo con una sonrisa y acercándose.

Eddie envolvió a su esposo en un abrazo y luego lo besó con pasión.

-Harás que se me pare -soltó Richie tomándolo por la cintura.

-Idiota -rió Eddie, dándole ahora un pequeño beso antes de llevar la vista al ramo-. ¿Es para mí?

-No, de hecho lo compré para nuestro vecino. Al señor Creed le encantan las rosas.

-Ya dámelo, bocazas.

Eddie se lo arrebató haciendo a Richie reír y luego olió las flores. El aroma era delicioso. Se sonrojó al pensar en Richie comprando esas flores para él.

-Son hermosas.

-Tú eres hermoso -Richie lo atrajo para besarlo.

Sus labios se unieron en un beso que terminó con ambos sobre el sofá. Eddie desprendía la camisa de Richie casi con desesperación.

-¿Puedes quedarte con tu playera? Me excita verme a mí mismo.

-Si sigues con tus bromas baratas no lo haremos -dijo Eddie y luego besó su cuello.

Forever Young ||REDDIE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora