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Al llegar a Bangor se notaba bien que no era un pueblo. Espacios para beber alcohol, gente hablando y riendo con amigos, yendo de un lado a otro, disfrutando al máximo la noche. La ciudad parecía el lugar perfecto para ser joven.
Eddie ya había estado de pasada ahí pues sus tías vivían en pueblos de Maine que no estaban muy lejos. Pero nunca se había detenido a apreciar la vida nocturna de la ciudad.

-Tienes que seguir, es tres calles más adelante -dijo Eddie al ver que Jim detenía el auto.

-Muero de hambre, pequeñín. Son más la 1 de la madrugada y si no tengo mi segunda cena voy a desmayarme -se explicó Chambers antes de bajar del vehículo.

Estaban frente a un restaurante que se veía muy elegante. La gente adulta que estaba relajada en los asientos de afuera les dirigieron una mirada de desaprobación. Un chico flaco y alto de cabello largo como Chambers que parecía ladrón, Kaspbrak con el labio partido y la pequeña Isabella que tenía mueca de recelo hacia la ciudad, definitivamente no daban buena imagen. Era claro que se trataba de pueblerinos.

-¡Bien! -Eddie azotó la puerta del auto con fastidio y miro a Isabella que se estaba bajando también- ¿Vas a...venir?

Ella negó, sonrojada. Richie no querría verla a ella, estaba segura. Todo esto se trataba de Eddie y él, ya no iba a seguir interfiriendo. Aceptó que ahora las cosas debían ser así.

-No, también tengo hambre.

-Deberíamos encontrarnos aquí -sugirió Jim-. No conozco bien este lugar.

Eddie aceptó y se echó a correr hacia el hospital. Si su madre lo viera quizá le daría otra cachetada. "Correr no está bien, es peligroso"
Pero Kaspbrak notó algo. Era rápido, realmente rápido. Si no hubiera tenido que esquivar a tanta gente quizá habría llegado en un abrir y cerrar de ojos.

El viejo edificio era como cualquier otro hospital, solo que más tétrico. Quizá por la pintura exterior que estaba siendo cubierta por una capa de moho, o tal vez por el rechinido que hacían las puertas cada vez que alguien entraba o salía a fumar. No hacía mucho que Eddie había ido al hospital de Derry para hacerse los exámenes rutinarios, era extraño pensar que ahora solo estaba allí por la persona que amaba.

Los techos eran altos y había una brisa de aire quizá demasiado fría.
Estaba a punto de preguntar en la recepción sobre los Tozier, cuando una cabellera negra hizo que se volteara y fijara su atención en esa figura delgadísima.
Hacía casi 4 meses que no veía a Richie, pero por alguna razón pensó que luciría igual.
El cabello oscuro le llegaba casi hasta los hombros, se notaba que no había recibido un corte en bastante tiempo...y al parecer tampoco buena comida. Se le veía más huesudo que de costumbre, pero no más pequeño. Caminaba encorvado por el pasillo con la mirada clavada en el suelo, como un alma deambulando.

Eddie sintió como sin darse cuenta había aguantado la respiración, y cuando el pelinegro ya estaba lo suficientemente cerca exhaló, sin poder creerse que lo estaba viendo.

Se lanzó precipitadamente sobre él y le dio un fuerte abrazo, con el corazón palpitandole a un ritmo acelerado.

Pero Richie le dio un empujón tan brusco que casi lo tumbó. Se veía repentinamente cabreado, a pesar de que sus ojos rojos le delataron el llanto.

-¿Qué mierda haces, hombre? -su voz ronca resonó por el pasillo, haciendo que algunas personas que esperaban su turno se voltearan.

Eddie vio con desconcierto que Richie le miraba con los ojos entrecerrados como si...como si tratara de adivinar quién era.

-Richie...¿estás bien?

-¿Cómo sabes mi nombre? -dio un paso para atrás.

-¿Es una broma? -Eddie, al no tener respuesta, siguió-. Sabes que soy yo...

Forever Young ||REDDIE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora