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Sentí la madera fría debajo de mi cuerpo y al observar alrededor me di cuenta que estaba en la biblioteca, lugar donde me ocultaba ante.

Me vi ahí, escondido detrás de uno de los grandes estantes, estaba llorando y sangraba, me veía tan débil y odiaba eso.

Mi cabeza y mis pensamientos estaban tan desordenados en ese momento que solté lo único que me salió, el dolor hablaba por mi ¿o no?

Ese Yeosang del pasado se dejó caer al suelo y se abrazó a sí mismo, dejando caer su cabeza hacia atrás mientras susurraba.

Déjenme en paz, por favor.

Su llanto aumentaba aún más. Odiaba ver esto, yo no quería ser así, ser tan débil, verme como un...

- Si solo, me dejaran...


Vio por la gran ventana como el sol le daba paso a la luna, uno de las imágenes más preciosas que alguna vez podría presenciar.

- Eso quiere. - ella apreció, esta vez tenía una capucha negra y una máscara. Ella estaba apoyada sobre una de las mesas cercana a mi otro yo. Observaba atenta a cada movimiento mío. - Desea que mueran. - susurro. Sus dedos jugaban en la mesa, haciendo un sonido molesto con sus uñas. - Aún lo haces. - aparte mi mirada de ella, ignorando su presencia, no me dejaría vencer como alguna vez lo hice. - Sé que piensas que puedes dejar todo atrás Yeosang, pero no es tan simple. - escuchaba sus pasos detrás de mi, se estaba acercando lentamente hacía mi dirección. - Tú morirás. - solté, seco y directo, no valía la pena dejarla hablar. Solo quería entrar en mi mente. Hacerme débil. - No dejaré que nos dañes. - ella se carcajeo, parecía tan segura de sí misma. - Me recuerdas a alguien. - se agacho hasta mi altura y me tomó del brazo, jalandome hasta pararme. Mis pies descalzos se estremecieron. - Recuerdas cuando ¿te decía que no debías abrir la puerta? - su voz cambió. - La abriste y yo al fin pude entrar. Te lo advertí. - empezó a caminar hasta el otro Yeosang, que aún lloraba, al tocarlo simplemente desapareció. - Sé que el sanador te hablo de mi y lo cruel que soy ¿o me equivoco? - camine detrás de ella, siguiéndola hasta llegar a la entrada de la biblioteca, ahí estaban criaturas que no parecían humanos, más bien de humo, llevaban máscaras negras con toques dorados y espadas. - Sígueme. - sus guardias desaparecieron y ella abrió la puerta, al ir por el pasillo todo se sentía diferente. Como si no fuera el orfanato. - Si él te contó como llegó aquí también te debería contar que este es el "castillo". Tuvo su época de esplendor, era más limpio y tenía muchos cuadros horribles, me alegré de sacarlos. - reía. Las paredes eran grises y las grandes ventanas estaban destruidas, lo único que iluminaba todo ese pasilla era la luz de la luna. - Aquí paso todo, justo donde estás parado. - sacó una espada y me señaló con ella. - Con esta misma espada te atravesé. - se sacó la máscara revelando su verdadero rostro, sus ojos se volvieron azules y sus cabellos negros se movían en todas direcciones. - Si solo supieras quién era el elegido antes de tí, no volverías a ser el que eras...nunca. - se iba acercando hacia mi con determinación y sin miedo alguno, no tendría piedad, no importa si tenía ocho o diecisiete años. - Morirás y vivirás. - me atravesó con su espada, dejándome sin aire, sangre salía de mi boca y ella con ensañamiento empujaba la espada aún más profundo. Nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos tan azules se volvían negros y los míos solo soltaban lágrimas.


Estaba muriendo.

- Esto es solo una muestra de lo que realmente pasará. - sacó la espada bañada en sangre y la volvió a guardar. Yo me dejé caer de rodillas al suelo, tratando de forma inútil tapar la herida con mis manos, como esperando que mágicamente esta se cure. - Estarás solo y morirás, porque nadie puede salvarte de tu destino. 

El elegido¹;; seongsang [ateez!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora