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Omnisciente

Seonghwa no sabía cómo sentirse después de ver todo lo que la otra había mostrado, ese viaje que parecía haber durado horas le abrió los ojos a todo lo que pasa a su alrededor, las mentiras, de donde proviene y como siempre convivió con sus padres sin siquiera saberlo, le dolía, pensar que tenía una madre a la cual no podía sentirla como una, era triste, pero no tenía tiempo para ir con ellos, no cuando tenía a Yeosang durmiendo a su lado, con su nariz roja y sus mejillas aun teniendo ese rastro de lágrimas secas. Todos se encontraban bajo presión, tratando de llamar a Hong de alguna forma, despertarlo, pero no sabían que hacer. Estaban asustados, se sentían impotentes.

Mingi era el más preocupado, había estado toda la noche con Hongjoong sin soltar su mano, ahora estaba dormido con la cabeza sobre la cama, todavía sosteniendo la pequeña mano.

San había alterado a todos, gritaba, preguntaba, hablaba sin parar y más cosas, pero a Jongho lo termino de cansar y lo mando a dormir, así que hasta ahora el de cabellos negros estaba en el sofá con la boca abierta y tapado con una manta amarilla, gentileza de Yunho.

- Hyung tenía un libro, tal vez diga algo ahí. – Wooyoung hablo desde el suelo, se veían sus grandes ojeras, estaba intranquilo, como todos. – Ve, seguro no se molesta. – le dijo Seonghwa desde una de las camillas. Yeosang se removió, pero en ningún momento despertó. – En un momento vuelvo.

Mientras que todos se encontraban preocupados por el chico en la cama, este estaba atrapado en un sueño, como ese que tuvo a los seis años, en una pradera, llenas de flores, se veían tan vivas, pero esa luz que le daba vida a su paraíso se fue cuando una gran nube negra se posó sobre el sol. Entonces las flores murieron y en vez de hacer calor, había un viento helado que le puso los pelos de punta.

Los dientes de Hong empezaron a castañear, sus manos cubriendo sus brazos desnudos, tratando de darse calor, sus cabellos se despeinaban por el fuerte viento y buscaba con la mirada algún refugio.

- Hongjoong. – esa suave voz, la reconocería en cualquier parte. Volteó y lo vio, su cabello azul seguía igual de brillante y sus alas se veían degastadas, tenía bolsas debajo de sus ojos y no se veía del todo bien.

¿Án-ángel? – el chico parecía desecho. – Ángel.– se acercó a él. El hombre le sonrió débilmente. – Nos volvemos a ver. –acarició su mejilla. – Pero...debes irte. – sus ojos se aguaron. – Recuerdo que cuando viniste aquí eras muy pequeño. – soltó un sollozo, el corazón de Hong dio un vuelco, no le gustaba ver llorar a nadie, era una de sus debilidades secretas. – Eras tan pequeño e inocente...y me creíste, creíste en el cuento y te aferraste a él como ningún otro sanador, estoy orgulloso de ello. – se iba acercando a mí, con su mano estirada y esos ojos que perdieron todo su brillo.

- Pero no puedes creer que nadie más, así que haz todo lo que tengas en mente para salvar a Yeosang, porque la guerra empezó y Sunmi no descansara hasta obtener lo que quiere.

- ¿Qué quiere ella? ¿Por qué Yeosang parece tan conmocionado? Quiero decir...cada vez que la ve, es como si ocultara muchas cosas. – él tragó saliva, bajo su cabeza y sorbió su nariz. – Yeosang es su último pase de salida, si ella no lo toma, se verá perdida en su agonía. – tocó su corazón. Luego su mirada se unió a la mía, compartiendo esos sentimientos tan doloridos, transmitiéndome con su mirada lo preocupado que estaba. – Ella quiere lo que perdió a cualquier costo. – fruncí el ceño. - ¿Jiseok? – cuestione, pero ella negó. – A sus padres.

Y ahora todo cobraba sentido, la venganza, las muertes, Yeosang y su extraña unión, la razón de tanta maldad sin ninguna gota de resentimiento, ella había sido elegida para cumplir un rol, rol que no está dispuesta a tomar, luchando, pero dañando a personas en el camino.

El elegido¹;; seongsang [ateez!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora