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Estaba de vuelta en las instalaciones, vestido con mi pijama y alrededor mío mis compañeros, Wooyoung se encontraba con los ojos cerrados, tomando de la mano con Jongho, que recientemente se no había unido, a su lado Mingi y después Hong, cerrando la ronda.

Estábamos en la dichosa cabaña, a las tres de la mañana, era la única forma para protegerme y no salir lastimado.

- Recuerda que para despertar debes llamar a Jongho. - asentí. Me recoste en la madera debajo de mí y cerré mis ojos, luego caí en una cama.


Ella estaba ahí, enfrente de mí, parecía furiosa, sus manos empuñaba su espada con fuerza y sus ojos gritaban con enojo.

- Debías venir solo. - tomo mis pies y me tiró de la cama, mi cabeza chocó con el suelo, me sentía mareado. - Piensas que porque estás con ellos no te mataré. Si quisiera hacerlo ya te hubiera arrancado el corazón a tus dos años. Aquí verás lo que en realidad pasó, así que levántate, porque daremos un largo paseo.


Me pare con dificultad ya que al caer al suelo golpeé mi cabeza, coloque mi mano sobre esta y acaricie suavemente, con intención de pasar un poco el dolor. Las paredes eran tan blancas que hacía mis ojos dolor, nunca había estado antes aquí, parecía todo tan pulcro, sin ninguna mancha de suciedad a la vista.

Ella desapareció delante de mis ojos, una gran puerta blanca se interponía en mi camino, al tocar la perilla grite de dolor, estaba caliente, tanto que queme mi mano.

- Abre. - ella sin necesidad de tocar la perilla abrió la puerta, estirando solo su mano. - Entra. - volteé para mirarla, pero ella ya no estaba a la vista.


Una vez dentro de esa desconocida habitación solo pude localizar una cuna de madera rojiza y un bebé llorando en ella. Al acercarme pude ver una mantita amarilla abrazando el pequeño cuerpo, las manos del infante se cerraban en puños y reclamaba por la atención de un adulto. De pronto, otra mujer se acerca, ella tenía una linda sonrisa en rostro, su cabello era negro y le llegaba hasta los hombros, vestía un vestido blanco y una corona de flores de diferentes tonalidades en su cabeza, ella tomó al bebé entre sus brazos y la mecía lentamente.

"Tranquila Sun"

Su voz era tan suave como todo a su alrededor, agitó su mano frente a los ojos de la bebé y de ella salían pequeños copos de nieve.

La criatura soltaba pequeñas risitas y jugaba con los copos, como si solo deseara eso.

- Amor ¿qué haces? - un hombre alto, delgado y rostro serio llegó, tenía una espada en su cintura y su traje era azulado con detalles rojizos. - Mimi no dejaba de llorar. - se acercó al que parecía su esposo. Él tomó a "Mimi" entre sus brazos y acarició el regordete rostro de la pequeña, se le escapó una sonrisa y miró con brillos en su ojos a la que era su esposa, ella era tan hermosa. No podía creerlo, su rasgos eran tan finos y delicados, sus ojos opacos, rasgados de forma gatuna y sus mejillas rellenas con un ligero color rosa, su figura era delgada y apenas se podía un pequeño bultito en su estómago. Estaba embarazada. - Las adoro, ustedes son mi vida. Tú y Sunmi. - la escena que parecía digna de una película de amor se vio distorsionada por gritos fuera de la habitación y después solo podía oler sangre. - Encierrate y no salgas. - empuño su espada y ni bien salió ya presencias oscuras rodearon a la mujer, dejándola encerrada. - No...ustedes no se la pueden llevar. - la mujer cayó al suelo de rodillas, abrazando a su bebé, protegiéndola de alguna forma. - Lo sentimos majestad, pero ese es su destino. - ella forcejeo y peleó, pero no funciono, le arrebataron a su hija y la asesinaron, dejándola ahí, desangrándose.

- Esa era mi madre, no sé su nombre, tampoco el de mi padre. - ahora, esa mujer que me perseguía todo el tiempo tenía identidad, un nombre e historia. - Pasaron doscientos años desde entonces. Y esas sombras que ves, son las que me criaron...- señaló.


Al ver toda la habitación ya manchada de sangre y sin vida todo se volvió oscuro.

- Sígueme.


Ella vestía de azul. Entramos a una sala donde estaban las sombras, ellas hablaban y rodeaban a alguien, ese alguien, era la pequeña Sunmi. Su cabello era más largo y había crecido, tenía un vestido rojo y jugaba con algo...- Su corazón es tan puro e inocente...no es el momento. - escuche que uno de ellos decía. - Debemos entrenarla, ella será nuestra luz. - el recuerdo se borro. Caí en otro cuarto, ahora ella estaba llorando, debajo de la lluvia, sus manos estaban cubiertas de un extraño humo azul y sus ojos destellaban del mismo color. Al gritar todo se detuvo, las gotas quedaron en el aire, sin moverse. Ella había logrado detener el tiempo.

Su llanto era cada vez peor, como si su corazón se hubiera roto en mil pedazos, dejando el paso a la maldad que nunca había habitado en ella.

- En ese momento deje de ser una niña. Me pisotearon, me abandonaron y forme mi propio destino. - su semblante era triste, sus ojos estaban cerrados y sus manos fueron hasta la figura de esa chica, pero tan pronto como la tocó esta se desvaneció.

- Todos los elegidos perdemos algo para volvernos más fuertes, pero conmigo fue diferente. - lo mire consternado. Mi cerebro intentaba procesar toda información, pero faltaba algo.

- Tú eres...- ella giró su cabeza y asintió para por fin, de una vez soltar la espada. 






Desperté, aun lado mio estaba Jongho sosteniéndome, Joong con sus manos sobre mi corazón. 

- ¿Qué pasó? - pregunté, entre ellos se miraron. Wooyoung suspiro y abrió su boca para hablar. - Casi mueres. - soltó. Yo fruncí el ceño, estaba todo bien, no había tenido ningún inconveniente en el otro mundo. - Pero...- los ojos de Hongjoong se volvieron de un verde brillante. - Debemos irnos, están aquí. - sin esperar más salimos de la cabaña, corriendo dirección al orfanato. Detrás nuestro venían las sombras, camuflándose con la oscuridad de la noche. 

-¡Corre Yeosang! - tome la delantera yendo por un camino más corto, tropezando varias veces y lastimandome con las filosas ramas. Torcí mi pie y caí de cara al suelo, no pudo pararme cuando ya tenía uno encima de mi, yo con fuerza grité, logrando espantarlo. Eso solo mando mi ubicación exacta para los demás. Me impuse con mis manos y seguí corriendo, sin mirar detrás de mí, sintiendo como me pisaban los talones. Al llegar a la puerta del gimnasio pude notar que mis amigos no estaban detrás de mí, preocupado deje la puerta abierta y corrí hacia el peligro, sin importar nada. Escuché el llamado de Jong y mis ojos se volvieron violetas, lo podía notar porque cuando eso pasaba mi visión en la oscuridad mejoraba. 

- ¡Jongho! - lo llame pero no escuche nada, así que me adentre mucho más, siendo guiado por mis instintos. Sin notar que detrás de mí había alguien. 

El elegido¹;; seongsang [ateez!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora