08 de marzo 1922.-
El Padre Thomas me ha mandado llamar a la Sacristía, al ser yo la encargada de la preparación de los niños que realizan la Primera Comunión, necesitaba hablar conmigo para coordinar ciertos detalles.
Golpeo la puerta que está entreabierta y puedo ver por entre la rendija que está el Padre Thomas absorto en una lectura, golpeo más fuerte pero esta vez acompañó abriendo la puerta y hablándole: -Con su permiso Padre, ¿me permite entrar? -
El pobre se sobresalta un poco pero enseguida se compone y me responde: -Por supuesto Señorita Emma ¡adelante! - hace el ademán para que entre y luego se sienta frente a mí:-Como no iba a permitir que entrase, si yo mismo fui el que le envió a buscar!-
- ¡Sí y vine lo antes posible Padre, pero antes me fue imposible porque estaba ayudando a mi madre a preparar los vendajes que llevará a las enfermeras del hospital de Limerick! -
- Por lo que veo es una joven muy preocupada por su comunidad, eso me agrada mucho. ¡Creo que podremos trabajar muy bien los dos! -
Le sonrío tímidamente, pero ese hombre tiene algo tan hipnotizante. No sé si son sus ojos, sus labios, su voz tan varonil o simplemente que sea un hombre de Dios y eso lo hace prohibido, pero mientras el habla de mandamientos y pecados, solo puedo imaginarme llevando esos labios a los míos, para disfrutarlos en un beso. Tal es mi descaro que comienzo a sonrojarme de la nada y lo peor de toda la situación es que se ha dado cuenta. Pero es que en verdad mirarlo a los ojos es como pasear a través del mismo cielo.
- ¿Le sucede algo señorita Emma? - y lo peor es que toma mi mano. Ya sé que lo hace en forma de ayuda, pero sus manos también son suaves; en realidad no sé qué me está pasando, pero comienzo a sentir un calor extraño que viene desde mi bajo vientre y no puedo evitarlo: - Nada, nada Padre Thomas, pero si me permite; ¿podría pasar al lavado? -
-Claro, usted conoce esta Abadía mejor yo así que ¡adelante! -
Como puedo arranco al lavado, está a un par de puertas más allá de la sacristía en donde estábamos. Entro y comienzo a mojar mi cara. ¿Qué me ha sucedido? Verdaderamente me desconozco, jamás me había pasado esto, ni siquiera con Phillip y eso que algunas veces él había intentado tocar mi mano sin llevar sus guantes puestos o también hubo una vez en que lo observé tocar su entrepierna acomodando lo que traía por debajo. Pero sinceramente el Padre Thomas no ha hecho nada para encender mis rubores y sinceramente estoy hecha un volcán en erupción.
¿Será correcto que siga trabajando con él a pesar de lo que produce mí? ¿O mejor me callo y espero a que pasen las cosas?
Me siento tan mal que me disculpo con el Padre y me retiro. Corro hasta mi casa; recuerdo madre y padre viajarían esa tarde a Limerick así que estaría sola. Le pido a Judith que prepare la tina, espero que con un baño tibio se pasen todas estas cosas raras que siento.
Suelto mi cabello y entro en la tina, no hay nada más relajante que esto. Cierro los ojos para dormitar un rato, pero lo veo tan claramente; su altura, sus rizos rubios, su hermosa mirada, su sonrisa, sus labios hasta puedo escuchar su voz tan grave y varonil, que sinceramente se está convirtiendo en mi perdición. Sin darme cuenta comienzo a rozar mis manos entre mi entrepierna; jamás había sentido así, no quiero abrir los ojos para no dejar de verlo, entonces según lo pide mi cuerpo empiezo a masajear mis puntos sensibles, siento hormigueos por todo el cuerpo en especial por donde mis dedos están haciendo fricción. Muerdo mis labios antes de dejar escapar un gemido lujurioso: - ¡Oh por Dios! - siento que de veras exploto, quiero volver a hacerlo porque fue muy agradable de hacer pero escucho que Judith entra en la habitación para traer mi camisón y una bata.
- ¡Señorita, en la sala está el Padre Thomas y dice que necesita hablar urgente con usted! -
Abro los ojos por la sorpresa: - ¿Pero le has dicho que estoy sola en la casa y que no sería bien visto que lo reciba? -
- ¡Sí! pero ha dicho que solo desea entregarle algo-
Lo pienso un momento y luego respondo: - ¡Bien, dile que bajaré en 10 minutos! - Judith hace una reverencia y sale. Yo salgo de la tina algo más temblorosa que antes y me apuró lo que más puedo. Cierro mi bata sobre el camisón y bajo, no sé en qué momento pensé que recibir en estas fachas al padre; pero ya iba en camino a la sala.
Entro al estudio de mi padre, que era ahí donde me esperaba el sacerdote: - ¡Buenas noches, Padre Hiddleston! -
Al momento de voltear para y al verme logró ver que se atraganta con sus propias palabras: - Bu... bu, buenas noches, señorita. ¡Siento importunarla de esta manera, pero hoy en la tarde usted olvidó esto! - me entrega un pequeño libro que llevo como diario.
- ¡Muchas gracias, pero no había necesidad que se molestara en traerlo! ¡Ni siquiera me había dado cuenta de que lo había dejado! - río un poco, pero la situación es incómoda para ambos.
- ¡Creo que ya es hora de marchar! - camina un par de pasos y queda a mi lado, rosamos nuestras manos lo que produce una ligera sensación de escalofríos. Ambos nos miramos porque esa sensación fue mutua. Por favor demonio sal de mi cabeza, sal de mi cabeza... y llévame a sus labios. No sé en qué momento sucedió, pero lo tomé desde el cuello y lo besé.
Sí sé que me iré al infierno por eso, pero lo más agradable de todo es que él se dejó besar sin problemas, es más tomó mi cintura y me dirigió contra la pared. Creo que jamás había besado con esa intensidad, sus labios perfectos se enfrentaban a los míos y era lo más agradable que había sentido hasta ese momento.
Se separa rápidamente de mí y rosa sus labios como tratando de limpiar el pecado que acabábamos de cometer: - ¡Lo siento Señorita O'Brien, no sé ...! - creo que realmente estaba avergonzado por lo sucedido: - es mejor que me vaya, le pido nuevamente mil disculpas! - Desaparece rápidamente mientras que llevo mi mano a la boca y saboreo nuevamente esos labios.
Él se retira casi corriendo mientras en mi boca aparece una sonrisa pecaminosa: - ¡Infierno espérame, porque después de esto voy por más! -
ESTÁS LEYENDO
Pecado (Terminada)
FanfictionEstamos en los años 20 en la pequeña localidad de Adare; Irlanda. Todo el pueblo está muy triste ya que el amado Abad de la Abadía de la Santísima Trinidad, el octogenario Padre Stephen Dunne había fallecido hace ya más de un mes y aún no tenían no...