Capítulo XXIV

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27 de junio de 1924

Ha pasado exactamente una semana desde que Thomas nos dejó y aunque tengo bastante trabajo en la escuela, me siento vacía sin él a mi lado. Todas las noches me reconforta leer nuevamente la carta que me dejó pues sé que también debe extrañarme y hará todo lo posible para regresar pronto a mi lado.

Por el momento no tengo mayor relación con Diana, la madre de Thomas. Salgo temprano de la casa y procuro llegar lo bastante tarde, para no tener que verla y que vuelva a recriminarme por mi relación con su hijo.

En el pueblo todos creen que soy una pariente lejana de la familia Hiddleston, así es que no preguntan mucho sobre mí, eso es un gran alivio porque si en estos momentos alguien nombra a Thomas no podría ocultar mis sentimientos y creo que eso sería bastante sospechoso.

Ahora precisamente estoy en la escuela; preparando los materiales para cuando lleguen los niños. No son muchos; cerca de diez en total, pero alegran mis días. Precisamente veo que se acerca corriendo uno de ellos, es Peter y trae algo en sus manitos.

- ¡Maestra, mi padre me ha pedido que le entregue esto! – Me pasa un sobre muy sucio y arrugado.

- ¡Dile a tu padre que muchas gracias, Peter! – Como aún es temprano para comenzar las clases el niño sale corriendo tan rápido como había entrado. Tomo el sobre y lo llevo a un lugar silencioso, no quiero que nadie me interrumpa mientras lo veo; porque estoy segura de que es de mi amado Thomas.

Mi amada Emma:

Recién hace tres días que llegué y pude instalarme. El lugar es precioso y me encantaría que estuvieras aquí conmigo disfrutando de los jardines que rodean los edificios de este internado. Hay muchas enredaderas y flores que cubren las paredes de los distintos edificios que componen toda esta escuela. Te imagino recogiendo las flores para adornar nuestra casa; espero que algún día ese maravilloso sueño se convierta en realidad.

Espero que tú también ya te hayas instalado en la Escuela y te sientas como en casa, que los pequeños te hayan recibido como la excelente maestra que eres; lo bueno es que es un pueblo pequeño, por lo que tendrás pocos alumnos. Yo tengo cerca de veinte pupilos por salón y debo ir a cuatro o cinco salones por día; y a pesar de que todos son de muy buenas familias y costumbres, algunos ya me están haciendo pensar en sacar mis antiguos cilicios.

Te amo como siempre lo he hecho y como siempre lo haré.

Esperando pronto volver a estar contigo,

Tu amado y dichoso esposo

Thomas Hidddleston

P.D.: Dile a mi madre que la amo.

Londres, junio 23 de 1924.

Me hace muy feliz que me recuerde con solo ver los jardines de a donde se encuentra, eso quiere decir que me ama tanto como yo a él. De repente escucho que viene los pequeños hacia el salón, así es que guardo rápidamente la carta y el sobre dentro de mi biblia; el único objeto que estoy segura mis pequeños pupilos no hurguetean.

Ha sido un día bastante ajetreado al atardecer el Párroco del pueblo me ha llamado a una reunión para solicitarme que le ayude con las clases de catequesis de los pequeños que tomarán el sacramento de la Primera Comunión, cosa que accedí gustosa. Creo que mientras más ocupada tenga mi cabeza, menos tedioso se me harán los días esperando a que llegué mi amado esposo.

Como ya he escrito con anterioridad era tarde y yo caminaba por el pueblo sin prestar mayor atención a lo que sucedía a mi alrededor, eso hasta llegar a la casa que extrañamente tenía luces y se veía algo de movimiento desde afuera. Gracias a Dios tuve el cuidado suficiente para acercarme a penas a la ventana y pude ver a Diana sentada a la mesa junto con un hombre que llevaba un traje muy elegante. De buenas a primeras no pude distinguir quien era porque al estar todo cerrado no podía escuchar su voz, en eso momento la madre de Thomas se levanta para ir hacia la cocina y me hace un gesto con sus ojos para que entrara por la puerta de atrás.

Logro entrar silenciosamente y la veo a ella, que me está esperando. Cuando entro no habla sólo se lleva un dedo a la boca y me indica que guarde silencio, momento exacto en que ambas escuchamos la voz masculina proveniente del comedor. - ¿Necesita ayuda señora Hiddleston? - Sólo escuchar aquella voz, casi hace que me desvanezca. Sí, era el mismo Phillip que estaba tan solo a metros de donde estaba yo. Por un acto involuntario me apoyé en la despensa y dejé caer algunas cosas que provocaron un gran ruido. - ¿Necesita ayuda? -

Me ayuda a levantarme y fuertemente toma mi rostro, nuevamente solamente gesticula indicándome que tenga cuidado y me deja apoyada sobre una de las paredes. - ¡No gracias, sólo fue el gato que entró por la ventana! – Toma un nuevo juego de tazas y me deja sola en la cocina, escuchando lo que ellos hablaban al otro lado.

- Como le decía joven Doyle, hace años que dejé de tener noticias de mi hijo y de repente, de la nada llegó aquí hace un par de meses... -

Phillip se desespera e interrumpe a Diana - ¿...Y vino acompañado de una mujer? –

- Estuvo cerca de una semana y estuvo solo. Y si hubiera venido con una mujer, tenga por seguro que no los hubiese dejado entrar. Supe muy bien lo que hizo y lo que ambos le hicieron a usted y como la madre de Thomas, le pido perdón. –

El silencio fue sepulcral, en ese instante se podría escuchar un ratón roer un trozo pan en el fondo del jardín, luego y en un movimiento muy rápido Phillip se levanta. – ¡Muchas gracias por todo mi buena dama, pero ya debo marchar! –

Diana lo acompaña hasta la puerta, pero antes de salir retrocede con rumbo a la cocina – Antes de marcharme, ¿podría darme un poco de agua por favor? –

Ella se mueve muy rápido para llegar a la jarra de agua que estaba sobre la mesa y entregarle un vaso, impidiendo así que entrara a la pequeña habitación donde yo estaba escondida. – Claro ¡aquí tiene! –

Bebe un poco y luego vuelve a hablar. – Un detalle que creo haber olvidado. ¿Le dijo en algún momento su hijo hacia a donde se dirigía? –

- A América, me dijo que quería dejar todo en el pasado y empezar desde cero. –

- ¡Maldito! – Se le escuchó decir entre dientes.

- ¿Perdón, que ha dicho? –

- Nada, discúlpeme usted – Entrega el vaso y sale. Yo espero a que Diana venga a buscarme a la cocina para indicarme que ya todo es seguro.

- ¡Ya puedes salir Emma! – Ni una palabra más, me da la espalda y se retira hacia su habitación.

Llevo una de mis manos a mi pecho y caigo de rodillas sobre el suelo. Ella pudo haberme entregado a Phillip, pero no lo hiso; lo protegió a él, me protegió a mí, nos protegió a ambos. Siento un vacío en el pecho y una molestia muy grande en la boca del estómago, después de eso comencé a vomitar como si no hubiera un mañana. Creo que después de todo mis nervios se relajaron después de esta experiencia. Velozmente limpio, aun sintiéndome pésimo; cuando hubo quedado todo pulcro camino apoyándome en las paredes hacia la habitación, paso por fuera de la puerta del cuarto de ella, me paro frente a ella y solo me apoyo tomo aire y le hablo. – Hoy recibí carta de Thomas, llegó hace tres días al internado está muy bien y dice que me ama. – Bajo la cabeza esperando una respuesta, pero nada. Decido seguir mi camino antes de volver a vomitar, pero algo me atrae nuevamente hacia la puerta y vuelvo a hablarle. – ¡Muchas gracias por advertirme sobre Phillip! –

Me apoyo nuevamente en las paredes y camino, a mis espaldas escucho que abre su puerta. – Aunque no esté de acuerdo, eres la mujer de mi hijo y debo cuidarte como lo habría hecho él – Me doy vuelta, pero Diana ya había cerrado la puerta. 

Pecado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora