Capítulo IV

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12 de marzo 1922.-

El sacristán de la Iglesia; Wladimir, entra corriendo a la Sacristía, pero no encuentra al Padre. Continúa corriendo y se dirige a los confesionarios y ahí encuentra a un grupo de señoras que estaban sentadas alrededor del Padre.

- ¡Padre, Padre! - Se acerca hacia a donde están las mujeres:-Con el permiso de las damas presentes, permiso, permiso...Padre Thomas necesito hablar con usted ahora!-

-Claro. ¡Señoras con su permiso! - se levanta y sigue a Wladimir hacia un rincón.

- ¡Padre, acaba de venir el Comisario y necesita hablar con usted! -

El Padre le contesta con su hermosa sonrisa en los labios: - Entonces no lo hagamos esperar! - ambos caminan hacia la entrada de la Abadía. Los dos hombres se saludan y el Padre le hace un ademán para que entre, pero el Comisario se niega.

- ¡Padre, es demasiado urgente lo que debo decirle! -

- ¡Entonces dígalo de una vez! ¿Qué sucede? -

-El matrimonio O'Brien, ¿usted los conoce? - el Padre asiente con la cabeza: - ¡Ellos fueron al Hospital de Limerick y en el trayecto de vuelta su carro se volcó y nos acaban de avisar que fallecieron! -

Los ojos del Padre se agrandan al saber la noticia: -Iré enseguida a avisarle la Señorita Emma, ¿gusta acompañarme señor Comisario? -

- ¡Claro! - Ambos nos dirigimos a la casa de los O'Brien pensando en cómo le daríamos a Emma la noticia. Llegamos y solicitamos hablar con Emma. Una de las sirvientas nos guía hasta la sala mientras la esperamos.

- ¿Buenas tardes, señores, en que puedo ayudarles? -

Ambos nos miramos y el Comisario avanza unos pasos: -Señorita Emma, nos acaban de informar que sus padres han tenido un accidente...: -Emma se sienta.

- ¿Cómo están mis padres? - me adelanto y tomo su mano.

- Emma, ellos ahora han vuelto con nuestro Padre Celestial - tomo sus manos y ella rompe en llanto.

El Comisario dentro de sus nervios se acerca nuevamente a Emma le ofrece sus condolencias y luego informa que se dirigirá a la casa de los Doyle para que Phillip la acompañe.

Estaba tan frágil en esos momentos que me quedé junto a ella acompañándola hasta que llegó Phillip. En esos momentos dejo de ser la mujer a la cual deseaba tanto, para convertirse en una pequeña niña que lo había perdido todo. Nos saludamos con su prometido y decido dejarla sola con él, es lo que correspondía, aunque me provocaba unos celos enormes saber que él podría abrazarla, tocarla y hasta quizás podría aprovecharse de este momento de debilidad.

Prefiero no seguir pensando en eso y me voy a la Abadía, tengo que comunicarlo a los demás feligreses además que tendremos que prepara muchas cosas para despedir a tan importantes personajes.

02 de abril 1922.-

No he querido ir a verla, ni tampoco ella ha aparecido por la Abadía. Por un lado, ha resultado mejor porque he dejado de usar el cilicio y me he vuelto un monje muy contemplativo; incluso más de lo que era antes de ser nombrado Abad de Adare. Ahora me estoy preparando para la misa de las 12, como siempre supongo que la Abadía estará llena, es hermoso ver a todos los feligreses venir con tanta alegría a celebrar al Señor.

Como es la costumbre estoy de espaldas hacia la congregación, dando la letanía y los rezos en latín. Ha llegado el momento de dar la comunión, para eso me paro frente al Altar junto al monaguillo y empezamos a entregar el Cuerpo de Cristo. Estoy absorto en mi tarea, hasta que por fin la veo aparecer a ella entre la fila de la gente que viene hacia mí para comulgar.

Pecado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora