Capítulo III

337 35 8
                                    

Salgo corriendo de la casa de los O'Brien. Lo que sucedió adentro con la señorita Emma fue algo totalmente fuera de mi entendimiento, pero en verdad no pude resistirme al verla así con casi nada de ropa, su cabello suelto, sus ojos celestes seductores.... lo peor de todo es que tendré que verla todos los días en la Iglesia lo único que se me ocurre es ocupar un *cilicio para no tener pensamientos impuros con ella.

Mientras camino hacia la abadía sigo elucubrando sobre lo que sucedió, sé que esto es algo más o menos natural y que el Demonio siempre tratará de hacernos caer en la tentación, pero no puedo hacerlo; dentro de mis 39 años de vida, llevo casi 20 dedicados al Señor y aunque es verdad que en más de alguna oportunidad tuve la posibilidad de conocer la parte libidinosa de la vida como hombre, fueron aventuras juveniles de antes de tomar mis votos.

No me doy cuenta cuando ya estoy en el lavado de mi cuarto mojando mi cara y tratando de tranquilizarme. Desgraciadamente bajo mi cabeza y me encuentro con una gran sorpresa bajo mi **sayal; en estos momentos lo mejor es darme una ducha fría. Abro el grifo mientras me quito la ropa; siento la incomodidad al caminar por estar con esta erección, me meto bajo el chorro de agua trato de calmar mis pensamientos; miro de reojo y sí el frío funciona ya está pasando. Después de esta ducha creo que pasaré la noche en vigilia rezando y pidiendo perdón por lo sucedido.

Ya vestido para la vigilia, me arrodillo al costado de la cama tomo mi rosario entre las manos, hago la señal de la cruz y comienzo a rezar: -Creo en Dios Padre.... si el padre de Emma se entera, Dios en que líos me meteré!- golpeo para volver a concentrarme en la oración inicial:- Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra; creo en...- vuelvo a cerrar los ojos y la veo a ella nuevamente con esa bata, caminando hacia mí y tomando mi cuello para besarme, empuño mis manos; tiendo mi torso sobre la cama, emito un gemido ya no puedo evitarlo llevo mi mano hacia mi pantalón; mi pene aún está flácido lo sujetó con una mano desde el cuerpo y coloco la otra sobre el glande mi mano que está más arriba se mueve de arriba para abajo; en todo momento siento los labios de Emma sobre los míos; mi excitación va aumentando y mi pene vuelve a erectarse. Necesito volver a sentir cerca su olor, ver su cabello mojado, necesito más de ella. Los movimientos de mi mano son más y más rápidos, libero una de mis manos y arruga las sábanas al tanto que muerdo las cobijas para no gritar el nombre de Emma. Dios mío, soy un pecador, pero no puedo parar, la necesito y a pesar de que sé que nunca sucederá quiero entrar en ella: - ¡Ahhhh, Emma! - un gran chorro de semen salta sobre mi cama y queda entre mis manos.

Estoy exhausto, con la respiración agita. Se que debo rezar para pedir perdón porque en estos momentos es el demonio el que ha entrado en mi cuerpo pidiéndome que me acerque y toque a la joven; pero debo ser fuerte. Debo ser como San Agustín, que pese a todas las tentaciones impuestas las sobrellevo y se convirtió en uno de los pilares de la Iglesia.

Me volteo y siento junto a la cama, miro mis manos y de verdad me avergüenzo, le he fallado a mi familia, a los fieles y a Dios.

A la mañana siguiente le pido a Wladimir, el sacristán que envíe a lavar la ropa de cama porque voltee una taza de leche sobre ella. Por la estupidez de anoche tuve que dormir sobre el colchón desnudo.

- Padre, en la sacristía está la señorita Emma O'Brien. ¡Dice que necesita hablar en forma urgente con usted! - me comenta Wladimir. Esto me sorprende mucho ¿cómo puedo tomar esto?

-Muchas gracias Wladimir, ¡iré en seguida! - Camino hacia la sacristía y mientras lo hago trato de hacer un trato con el Señor para que me ayude a no volver a caer en la tentación... abro la puerta y creo que mi petición no será escuchada. Esta sentada dándome la espalda con un vestido rosa pálido, en sus manos tiene un rosario y puedo ver como pasa las cuentas; eso quiere decir que está rezando mientras me espera. ¿Será que ella también está pidiendo lo mismo que yo?

- ¡Buenos días, señorita Em! - cierro la puerta a mis espaldas. La pobre salta de tal forma que corro para socorrerla: - ¡Lo siento, no pretendía asustarla! -

- ¡No se preocupe Padre! - Baja la cabeza

- ¿Se puede saber a qué ha venido tan temprano Señ...? - coloca sus dedos sobre mi boca.

- Padre, quiero pedirle perdón por lo que sucedió anoche. Se que no debió ser, que usted es un hombre del Señor y yo lo hice pecar - Veo que sus ojos se llenan de lágrimas.

Quito sus dedos de mis labios para poder hablar: -Ok, está bien. ¡No se preocupe, son pruebas que nos envía el Señor y lo primero que debemos hacer para corregirlas es arrepentirnos! -

Ella vuelve a tapar mi boca, pero ahora con su palma completa: -... es que no me arrepiento Padre Thomas, es más; ¡no se imagina las ganas que tengo de volver a hacerlo ahora mismo! -

Quedo perplejo, invoco mi fuerza de voluntad porque ya sé que con las oraciones no me está yendo muy bien. Tomo aire, me calmo y trato de calmarla a ella también: - Ok, ¡si no te sientes cómoda conmigo hablaré con tus padres para que dejes tu labor aquí en la Iglesia! - deja caer el rosario que llevaba en sus manos parece muy afectada por lo que acabo de decirle.

- ¡Pero eso no es lo que quiero Padre Thomas! - Me agacho para recoger el rosario sin percatarme que ella también lo estaba haciendo y es así como incómodamente volvemos a quedar con nuestras caras a centímetros y en verdad que no se dé adonde salieron mis siguientes palabras: -...y que es lo que quiere...? - nuestros labios vuelven a encontrarse mientras que ambos nos levantamos y acercamos nuestros cuerpos. Tomo su cintura con una mano y la otra se pierde tras de su cuello. Por un segundo se nos olvida donde estamos, quienes somos y nos dejamos llevar; sus manos abren mi hábito y buscan mi cuerpo. Como quisiera poder tomarla, pero no es el momento ni el lugar. Alejo mi boca de la suya y apoyo mi frente sobre la de ella: - ¡Em, no podemos seguir con esto! -

- ¡Lo sé, lo sé! - coloca su mano sobre mi mejilla, se coloca de puntillas y vuelve a besarme.

Después de robarme ese último beso se marcha rápidamente y me deja con más interrogantes que antes.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

*Cilicio: Es un accesorio utilizado para provocar deliberadamente dolor o incomodidad en quien lo viste. Su uso estuvo extendido durante mucho tiempo en las diversas comunidades cristianas como medio de mortificación corporal, buscando así combatir las tentaciones y, sobre todo, la identificación con Jesucristo en los padecimientos que sufrió en la Pasión y los frutos espirituales que de ella se derivan.

**Sayal: Hábito usado por algunos religiosos, muy sencillo que en su forma básica forma una cruz. Tela basta de lana; era una tela utilizada antiguamente para confeccionar hábitos religiosos.

Pecado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora