Capítulo XXVII

164 13 17
                                    

Se que estoy haciendo lo correcto y a su vez es lo mejor para ella; la amo y quiero que sea feliz, aunque su felicidad no esté conmigo.

Casi inconscientemente llego a casa, tengo demasiado frío así que me dirijo hacia la chimenea para calentarme; me siento frente a ella meditando, pensando que voy a hacer de ahora en adelante. Entrecierro los ojos y suspiro, tengo ganas de llorar, pero creo que ya he agotado todas mis lágrimas, sé que mi madre no está en casa así que podré dormir un rato tranquilo aquí frente al calor del fuego. Estoy a punto de quedarme dormido cuando observo al lado de la puerta, están las cosas que mi madre ocupa cada vez que va a la Iglesia. Me levanto porque no puedo creer lo que mis ojos están viendo en esos momentos, me acerco y está la manta, esa misma manta que vi anoche cuando fui a ver al Padre. - ¡Mi madre es la mujer que vi saliendo anoche del....! -

- ¡Thomas te he buscado por todas partes! - Precisamente mi madre entra a la casa mientras yo sostengo la manta entre mis manos.

- ¿A dónde estuviste anoche madre? - Y le enseño lo que tengo entre mis manos.

- Salí a buscarte, en cuanto me di cuenta de que saliste. - Trata de tomar mis manos para quitarme el trozo de género.

- ¿Y fuiste a buscarme entre las sábanas de la cama del Padre Byrne? - Sin pensarlo me responde con una cachetada que me hace voltear. - ¿Entonces es verdad, que te acuestas con él? - Entra y cierra la puerta de un golpe mientras yo la sigo alrededor de toda la casa. - Es por eso que no querías a Emma, porque te convertiste en lo mismo que ella. -

- ¡ESO NO ES VERDAD! - Por fin logro que me responda, aunque sea a gritos, pero lo hace. - He vivido durante años con ese dolor en mí corazón, con el dolor de vivir en una relación prohibida a los ojos de Dios y de todos los demás... y no estaba dispuesta a permitir que mi hijo sufriera los mismo que he tenido que sufrir yo. –

Llevo mis manos a mi cara y luego pasean sobre mi cabello, no puedo creer lo que acabo de escuchar mi madre, la que siempre he considerado casi como una virgen, me confiesa esto. Toma mis manos y trata de obligarme a que me siente junto a ella, pero la reúso y corro hacia la habitación; rápidamente guardo todas mis cosas y sin mediar palabras tomo rumbo a la estación de trenes. Debo volver a Londres ya que lo único que me queda en estos momentos es mi trabajo y no puedo perderlo.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------Hace dos días que he llegado al internado. Todos quieren hablar conmigo, saber porque hice ese viaje de improviso y porqué regresé en peor estado que en el que me fui.

Ya he hablado con el director y le he dicho que mi madre estaba enferma, por eso mi ausencia. Lamento haberle mentido, pero no halle otra forma de hacerlo, me ha autorizado para que hoy me vaya directo a mi cuarto, sin siquiera cenar. Según él debo descansar y concentrarme nuevamente en mi trabajo, así que eso haré y ya que tampoco tengo ganas de cenar creo que lo mejor será que vuelva a mi cama, creo que así pasarán más rápido los días y mi corazón también podrá reponerse.

Creo que llevo bastantes horas durmiendo, siento frío así que estiro mi mano y busco una manta para taparme, es ahí cuando siento un cuerpo acostado a mi lado, me doy vuelta lentamente y apenas puedo distinguir que es la Hermana Bernardette que esta junto a mí. - ¡Hermana, Hermana, Hermana Bernadette! – Apenas logro que abra sus ojos y al observarlos con detención puedo ver que son hermosamente negros.

Trata de levantarse como alma que lleva el Diablo. – Maestro Hiddleston, lo siento. Vine a verlo y estaba hablando dormido, así es que preferí quedarme para acompañarlo. ¡No sé en qué momento me dormí y mucho menos me acomodé a su lado! –

La tomo del brazo indicándole que no se vaya. – Muchas gracias por preocuparse por mí Hermana, pero creo que no es bueno que lo haga. – Bajo la cabeza. - ¡Usted sabe muy bien que el Diablo anda en todos lados y debemos resistirnos! –

- ¡Lo sé, pero lo he visto tan mal llamando a ... a esa mujer! Que no pude evitar quedarme para asegurarme que estaría bien. – Se levanta, ordena el camisón que llevaba debajo de la bata y avanza unos pasos dirigiéndose hacia la puerta. Yo me levanto rápido y me pongo entre ella y la salida, tomo una de sus mejillas y acerco mis labios hacia los suyos. - ¿Te han dicho que, como buena monja, no sabes mentir? –

Me mira a los ojos con la misma cara que pone un pequeño cachorro. – ¡Ya se lo dije, lo siento! – Va a tomar nuevamente la manilla de la puerta, pero tomo su mano y la dirijo directamente a mi entrepierna.

-No creo que quieras marcharte ahora... Bernardette. – La beso con toda la pasión que puedo para despertar todos sus más salvajes instintos. La veo sonrojarse, pero a pesar de ello no me rechaza y continúa, sus brazos se alzan hasta mi cuello bajo las mías y levanto su camisón. Sus piernas se levantan abrazando mis caderas, la llevo hasta la cama para recostarla sobre ella y enseguida me levanto y me desnudo. Me pongo de rodillas en la orilla para ayudarla a sacarse esa horrible camisola que lleva puesta, vuelvo a besarla ambos sabemos que debemos guardar silencio, pero aún así nuestros gemidos comienzan a subir de tono. Ya estando totalmente desnudos me recuesto sobre ella moviéndome sobre sus partes, la escucho decirme al oído que me desea, que de una vez la penetre. Pero quiero disfrutarla un momento más, beso su cuello y bajo hasta sus pechos, sus pezones están duros juego un rato con mi lengua sobre ellos. Por cada movimiento de mi lengua sus manos se entierran con más fuerza en mi espalda, creo que en este momento yo también estoy deseoso por hacerla mía. Me levanto un poco y me acomodo para besarla, pero antes de eso nos quedamos mirando tan tiernamente, ella me acaricia como tal como alguna vez lo hizo Emma, pero no es el momento para recordarla, así que con una de mis manos tomo mi miembro y entro en ella. Bernadette se levanta y me besa para acallar sus gemidos. La embisto con fuerza, con rabia, pero siento que de todas formas ella lo disfruta, veo como muerde su labio inferior. La cama cada vez comienza a sonar más fuerte, si no acabamos pronto, creo que todos se enteraran de que he tenido una gentil visita.

Me levanto nuevamente al borde de la cama y tomo sus caderas, jamás dejo de embestirla. Quedamos casi en el aire, porque la levanto desde sus caderas. Bernardette levanta sus manos sobre su cabeza tomándose con fuerza de las sábanas, suelta una de sus manos y muerde uno de sus dedos. Sus pechos se mueven hacia arriba y hacia abajo, no dejan de hacerlo y eso me excita aún más. Quiero gritar, pero me contengo. Paro por unos segundos y la volteo, la dejo con su estómago apoyado sobre la cama, por primera vez veo que me mira con algo de miedo y la tranquilizo. – No te preocupes, seré gentil, muy gentil – Como mi pene ya estaba lo bastante lubricado lo coloco directamente sobre su segunda entrada, juego unos momentos, porque como le dije sería gentil. Par de movimientos suaves y la gentileza se termina con mi miembro completamente envuelto entre sus paredes. La noto que quiere gritar, pero se contiene a la vez yo también trato de contenerme, pero se siente tan bien sentirla mi pene tan fuertemente aprisionado. Ahora la tomo desde la cintura y voy dando embestidas salvajes, en verdad lo siento por ella, pero fue la Hermana Bernardette quien me buscó a mí. Abro más sus piernas y siento como mis testículos golpean su clítoris, que sensación más majestuosa, pero comienzo a sentir unas pequeñas corrientes eléctricas que me indican que ya estoy por acabar. La jalo del cabello, atrayendo su cuerpo hacia el mío, muerdo su oreja mientras que ella estira sus brazos hacia atrás para apretar mis glúteos. Mis manos pasean por su cuerpo, acariciándolo y disfrutándolo, pero ya no puedo más y en un par de movimientos acabo dentro de ella y mordiendo su hombro para evitar mis gritos placenteros.

Bernardette se separa de mí y se recuesta sobre la cama, de costado mirándome. Mi respiración aún es irregular, suavemente me voy recostando a su costado coloco uno de mis brazos debajo de mi cabeza para apoyarla; Bernardette se acerca para besarme, pero antes de concretarlo le comento. – Puedes venir todas las noches si deseas y nos haremos uno las veces que quieras. Pero no esperes que mi corazón te acoja como su dueña, porque el aún está desgarrado por la pérdida de mi mujer. –

A lo que ella; aunque algo triste pero resignada me responde. - ¿Y no hay alguna posibilidad de que yo pueda reparar ese corazón roto? –

Me vuelvo para quedar mirando el techo. - ¡No, aún es muy pronto! –

Ella se levanta y se viste rápidamente se acerca a mí y me da un dulce beso de despedida. – Puede que sea muy pronto, pero no te escuche decir un jamás. – Antes de irse me mira juega coquetamente con su sonrisa y me guiña un ojo. Me quedo pensando, que, aunque fue bastante agradable lo que acaba de suceder con la Hermana Bernadette, no puedo sacar de mi mente a Emma y vuelve a dolerme el corazón como antes. ¿Será este es mi castigo eterno y nunca podré olvidarla?

Pecado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora