Capítulo XVIII

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15 de junio de 1924

Es de noche y vamos en un tren rumbo al pueblo donde nací, tuvimos que huir del pequeño pueblo donde estábamos y lo peor de todo es que creo que esto será un cuento de nunca acabar. Jamás podremos establecernos y ser felices, esta debe ser la penitencia que pagaremos por lo que hemos hecho. Llegamos a la estación y bajamos de prisa, hace mucho frío y no estamos bien, Tenemos hambre, tenemos frío, tenemos nuestras ropas mojadas. Queremos llegar y acostarnos sobre una cama caliente, pero sabemos que todos se nos hará más difícil.

Caminamos un largo trecho bajo la lluvia hasta que por fin logramos encontrar la misma casa que me vio nacer. Ojalá que mi madre está ahí o por último una de mis hermanas, aunque sé que ellas se casaron y puede ser que estén viviendo en otros pueblos; pero si tenemos algo de suerte las encontraremos y podrán ayudarnos, por lo menos por esta noche.

Con mucho temor me acerco hasta la puerta y la golpeo suavemente, Emma se acerca por una de las ventanas y con su cabeza me indica que no ve nada, acto seguido golpeo un poco más fuerte y por fin así se ve que prenden una luz; por favor, por favor que sea mi madre la que está aquí a punto de abrir la puerta. Nosotros nos callamos por completo y es así como podemos escuchar que hay movimientos y pasos que se dirigen hacia nosotros, los minutos se hacen eternos, pero por fin la llave se mueve y la puerta se está abriendo, puedo ver a una anciana mujer de pelo cano que, al verme, simplemente abre sus ojos por la sorpresa y se cuelga de mi cuello para abrazarme.

Han pasado algunas horas desde que llegamos a la casa, ambos nos hemos podido dar un baño y también hemos cambiado nuestras ropas empapadas. Mientras lo hacíamos mi madre nos ha preparado algo para que pudiéramos comer y terminásemos de calentar nuestros cuerpos. Estamos sentados a la mesa del comedor; solo los tres, aún no hemos pronunciado palabras sobre lo que nos ha traído aquí, pero puedo ver el recelo con que mi madre mira a Emma.

Suspiro para tomar el aire suficiente, miro a Emma que está a sentada a mi izquierda y luego tomo la mano de mi madre que está a mi derecha; es el momento de decirle toda la verdad: - Madre, ¡esta mujer que ves aquí sentada a la mesa con nosotros es mi mujer! -

Rápidamente me quita su mano para llevarla a su boca: - Pero que quieres decir ¿y tus votos? -

Trato de darle una sonrisa para calmarla, mientras que Emma observa nerviosa la conversación: - Madre, tú sabes mejor que nadie que yo jamás quise irme con los frailes como tampoco jamás quise convertirme en cura y que todo fue idea de mi padre para tener una boca menos que alimentar. - suspiro y bajo la cabeza: -... y con respecto a los votos tú sabes muy bien, que nunca los tome mucho en cuenta o de a donde crees que salió el dinero para las dotes de mis hermanas? -

Mi madre se levanta indignada de la mesa y me grita: - Thomas no puedo creer lo que me estás diciendo. Yo siempre creí que los dineros que nos enviabas eran porque le ayudabas al fraile de la cocina y en realidad no quiero pensar, ni menos decir lo que hiciste. -

Por primera vez le levanto la voz a mi madre: - Lo que hice, lo hice por ustedes, por ti y por mis hermanas; porque sabía que con mi padre jamás llegarían a ningún lado y yo era lo único que podía hacer para sacarlas de la maldita pobreza en que vivían en ese tiempo. -

- Entonces ahora explíquenme ¿qué hacen aquí? ¿por qué llegan a la mitad de la noche mojados y por lo que puedo ver arrancando de algo o alguien? explíquenme todo para poder entender. -

Emma y yo hablamos por horas tratando de explicarle a mi madre lo que había sucedido, como nos conocimos y por todo lo que hemos tenido que pasar. En realidad, hemos perdido la noción del tiempo y ya puedo ver los rayos del sol asomándose por entre las cortinas de la ventana, mi madre al darse cuenta de esto y ya cansada de escuchar toda nuestra historia decide que es tiempo de ir a la cama para que pudiésemos descansar y al día siguiente tomar mejores decisiones. Antes de irse a su cuarto nos deja en claro que no está de acuerdo de que sigamos viviendo en este pecaminoso concubinato, así que a mí me envía buscar algunas sábanas y almohadas para preparar una cama en el sillón de la sala y Emma podrá dormir tranquila en la otra habitación.

Obviamente como mi madre debía salir a trabajar temprano porque era una de las sirvientas en una de las pocas casas pudientes del pueblo vecino nos dejó solos y ahí aproveché el momento para ir a la habitación de mi amada Emma.

Abrí la puerta sigilosamente y pude verla ahí dormida sobre la cama, estaba solamente tapada con una delgada sábana que dejaba perfilar sus exquisitas curvas. Entré silenciosamente me arrodillé junto al borde de la cama y metí mi mano debajo de la sábana comencé a acariciar sus piernas la escuché gemir así que continúe con mi tarea, ella debe haber creído que estaba en un cálido sueño porque comenzó a moverse más y más mientras mi mano comenzaba a subir a su entrepierna para luego llegar a su dulce sexo. Cuando llegue ahí no pude resistirme y corrí su ropa interior, Emma continúa dormida, pero se movía y gemía invitándome entrar, pasé mis dedos por todo su sexo, estaba tan húmeda y caliente.

- ¡Thomas...! - veo que comienza a despertar.

- ¡Shhhhh, guarda silencio amor! - llevo un par de mis dedos sobre sus labios, me levanto y me acerco a besarla, ella se voltea y en forma inmediata separa sus piernas para que pueda posicionarme entre ellas. Mientras que lo hago jugamos con nuestras narices y nos besamos tiernamente, saco mi miembro de mis pantalones y con mi mano comienzo a jugar con el, dando pequeños golpecitos en su entrada.

- ¡Ahhhh! - ahogo sus gemidos dentro de mi boca.

- ¡Amor, te dije que debías guardar silencio! - volvemos a besarnos, pero ahora con una rudeza tal que Emma toma mis cabellos los jala y lleva mi cabeza hacia atrás: - ¡No lo vuelvas a hacer...! - le doy una sonrisa siniestra y me pierdo entre sus cabellos y su cuello. Suelto mi miembro, tomo sus manos entre las mías y de un solo movimiento entro en ella sin mayor remordimiento, sólo puedo escuchar un quejido placentero: - ¡Mmmm...! - Ella logra zafar sus manos de entre mías y las lleva sobre mi espalda, siento como sus uñas forman surcos sobre mí y luego siguen su largo camino hasta llegar a mi trasero.
Es tan delicioso sentirla así; escuchar sus jadeos y gemidos sordos dentro de mi boca. Me vuelve loco sentir sus movimientos Emma sabe lo que me gusta y lo hace de la mejor manera. Quiero gritar, pero ya estoy sintiendo pequeñas chispas recorrer mi cuerpo y siento como ella comienza a levantarse haciéndome saber que también ya está por venirse. Bajo un poco y llevo uno de sus pechos a mi boca, muerdo su pezón y puedo sentir como su cuerpo se estremece hasta llegar al clímax. trata de guardar silencio mordiendo sus labios, pero no puede evitarlo y grita mi nombre hasta el cansancio o más bien hasta que junto sus labios a los míos.

Aún con la respiración entrecortada abre sus ojos tiernamente y me habla como pidiendo disculpas: - Thomas, lo siento. No me dejaste alternativa y no me pude aguantar. -

Sonriendo le respondo: - No te preocupes mi vida, estamos solos mi madre se ha ido a trabajar. -

Ella entre cierra sus ojos para confrontarme: - ¿Y entonces por qué debía guardar silencio? -

Entre risas y besos me hago el valor para responderle: - Porque quería saber si podrías resistir. -

- Entonces ¿me mentiste Thomas? - seguimos jugando por un rato, entre besos, risas y cosquillas. Volvimos a hacerlo, pero esta vez sin prisa solo sabiendo que estábamos los dos y que más nadie sabía de nuestro paradero. Por primera vez en mucho tiempo estábamos tranquilos, solamente siendo nosotros dos.

Pecado (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora