7: El Gran Día I

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    Gabriel García Márquez dijo una vez que "no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad", pero no contó nunca con que el pollo de Joe era felicidad pura

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    Gabriel García Márquez dijo una vez que "no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad", pero no contó nunca con que el pollo de Joe era felicidad pura. Lo bueno es que Mercy si tenía buen gusto en comida chátara.

    —¿Quieres pedir comida de ahí?— le digo animadamente.

    —¡Sí!— dice siguiéndome.

    Me pasa una papel mal doblado y arrugado en las esquinas, era un menú con el número del restaurante. Se fue hacia la pequeña cocina, abrió el gran estante que llegaba del piso al techo, en la parte de arriba era una estantería, pero en la parte de bajo tenía una de las cosas más compactas que había visto en mi vida; una minirefrigeradora, seguramente lo tenía así para ahorrar espacio.

    Y aunque eso fue lo más impresionante de todo, sino las seis botellas de tequila en la parte superior, "San Juan" me parece que eran. Okay, el hígado de esa chica debe ser más fuerte de lo que parece.

   —Ahg... Sólo me queda cerveza light— dice con la cabeza metida en la refrigeradora —, así que nos tendremos que conformar— camina hasta mí con el sixpack en la mano.

    —Descuida— digo despacio.

~

    "Descansa, mañana es el gran día", ese fue el ultimo mensaje que recibí ayer por la noche, antes de dormir, Mercy me lo había enviado. Esta mañana desperté muy emocionado y ansioso por la cita, tanto así que regué café en mi manga mientras iba a mi clase, aunque eso pasa seguido.

    A medio día repasaba la lista de temas por si nos quedábamos sin habla entre Sarah y yo, estaba en medio de "el equipo de basketball este año está brillando" y  "esta época del año los duraznos son excelentes" cuando la puerta de mi oficina fue abierta de pronto.

    —Toc, toc— era ella, asomando su cabeza.

    —Creo que el toquido va antes de abrir la puerta...

    —¡Ay! Ni que te estuvieras tocando, ¿o si?, porque en ese caso te podría ayudar...

    —Ah...— digo sorprendido por su comentario.

    —Error— dice pasando, ahora pudo ver que sus dos manos tenían una bebida cada una y su antebrazo sostiene contra su cuerpo una bolsa de papel —. Si una mujer te da una insinuación no seas tan tonto en rechazarla.

    Pone las cosas sobe el escritorio y se sienta frente a mí.

    —No es la primera vez que me han dicho, créeme.

    —Entonces debe ser cierto— saca la botella y rocía mi cara.

    —Gracias— le digo con los ojos cerrados

    —De nada— saca unas servilletas de la bolsa y me las ofrece.

    —Oye, no es por ser grosero pero ¿qué haces aquí?— le digo frotando una servilleta en el cuello de mi camisa. Aprieta sus labios un poco y mira hacia arriba para continuar diciendo:

Sabiduría del Amor (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora