Epílogo: Capítulo Final

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    Algunas veces cuando pienso en Mercy mi mente se queda en blanco, por un segundo, luego reacciono y lo primero que mi cerebro ve es esas tantas veces en que sonríe sin mostrar ni un solo diente e inclina la cabeza un poco hacia la izquierda, o...

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    Algunas veces cuando pienso en Mercy mi mente se queda en blanco, por un segundo, luego reacciono y lo primero que mi cerebro ve es esas tantas veces en que sonríe sin mostrar ni un solo diente e inclina la cabeza un poco hacia la izquierda, o cómo siempre mueve las manos al hablar, o la manera tan natural en la que puede mover las cejas, y es que ella siempre te puede mirar con ese toque de superioridad en ese rostro de perpetuo "te lo dije". Pero eso es todo, eso es todo lo que podría decir de Mercedes Rodríguez, porque por más que memorice su forma de gesticular, jamás logro ir más allá; porque para mí ella es indescifrable.

    Esa semana pasó, no podría decir si rápido o lento, Mercy no faltaba a mis clases ni dejábamos de tener nuestras conversaciones durante los recesos. Y Sarah, no podría haber estado más feliz por lo nuestro, tomábamos café en la mañana, nos deseábamos dulces sueños con nuestros celulares en las noches y el viernes le mandé flores con una nota hecha por mí, tenía escrito una hora y una fecha, la de nuestra próxima cita, "mañana a las ocho". Estaba emocionado, ya no tan nervioso como la primera vez, es increíble, Mercy fue mi salvación.

    A las siete cincuenta, estaba afuera de la casa de Sarah, aún faltaban unos minutos, no quería ir directamente a tocar su puerta y parecer desesperado. Mi auto estaba estacionado, puse un poco de mi colonia en las palmas de mis manos y lo froté en mi cuello, era aquella colonia que Mercy había alagado... La guarde y mastiqué una menta, estaba ya listo.

    Toqué el timbre y ella salió unos segundos después, no pude parar de verla, ella es simplemente brillante y hermosa, y ese vestido rojo era como la cereza en el pastel en su piel. Después de saludarnos con un pequeño beso, conduje hasta la el club al que Mercy me llevó la otra noche, sí, ese mismo. Esperaba que ese lugar le encantara como los otros lugares que me había recomendado Mercy.

    Al llegar hice exactamente lo que Mercy había hecho, soborné al guardia y pasamos sin hacer fila, creo que Sarah quedó impresionada por ese acto, la noche iba maravillosa; bebimos, no tanto como la otra noche, hablamos animadamente y por ultimo bailamos.

    Bailamos, sudamos, nuestra respiración se aceleró, nuestros cuerpos vibraban a la misma sintonía, estábamos tan pegados y ella me besó, me besó mucho y muy fuertemente, en mis labios, en mi barbilla, en mi cuello. Y yo hice lo mismo fue probablemente el momento más excitante de mi vida.

    -Sarah- la nombro para que me vea.

    -Liam- ella estaba tan emocionada como yo -vamos a casa...

    Ese fue tan sólo el inicio de una estupenda noche, ella y yo recorriendo cada centímetro de nuestros cuerpos e su cama, probarla fue éxtasis para mí y por su expresión y su forma de actuar, supongo que también lo fue para ella. En ese momento la sublime para mí, pensé que el mundo se detendría y quedaríamos así para siempre.

    Pero los momentos perfectos tienen que terminar, sólo que pensé que ese momento duraría más que hasta la mañana siguiente. Desperté, Sarah aun dormía a mi lado, sentí una felicidad tremenda al verla así, lo que habíamos hecho, que yo la amará y ella a mí, era como sentirme realizado, al fin. Todo lo malo y las malas rachas de hace treinta años atrás no importaron en ese momento.

Sabiduría del Amor (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora