5: Tal Vez Única

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    De vez en cuando, muy de vez en cuando en tu vida te topas con una persona única, no de esas a las que sus amigos les dicen por cariño "únicas", sino en serio personas que por más que intentes jamás podrás olvidar; tal vez por su aspecto, o po...

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    De vez en cuando, muy de vez en cuando en tu vida te topas con una persona única, no de esas a las que sus amigos les dicen por cariño "únicas", sino en serio personas que por más que intentes jamás podrás olvidar; tal vez por su aspecto, o por lo que alguna vez haya hecho, o simplemente por la forma en que su vivir se conecta con el tuyo.

    —¿Entonces, dónde aprendiste a sobornar a la gente?— le pregunto una vez que volvimos al auto.

    —¿Eso?— señala con el pulgar hacia atrás y arruga el espacio entre sus cejas —Eso no fue un soborno, sólo pagaste por nuestras entradas de una forma no convencional.

    —Ahhh... Creo que no.

    Ella sonríe y niega con la cabeza. Abrocha su cinturón de seguridad.

    —Son mañas¹ que se aprenden por ahí.

    —Mmm...— suspiro —Pues, gracias, me acabas de salvar el pellejo.

    —De nada— sonríe con ese rostro de autosuficiencia.

    —¿Te dejo en la universidad?— pregunto una vez que enciendo el motor.

    —No. Vamos a tu casa.

    —Amm... ¿Perdón?— pregunto sin entender que pretendía. Mercy voltea los ojos por tercera vez en menos de una hora.

    —Voy a ayudarte para que puedas hablar con confianza estando con Sarah— ¡oh! respiro con tranquilidad ahora —. No se preocupe, señor Miller, sólo vamos a practicar.

    Me guiña el ojo y mira por la ventana mientras el auto avanza, puedo ver como se muerde las mejillas para no reír mientras vuelvo a poner atención al camino.

~

    —Acogedor— menciona ella una vez le doy espacio para que entre a mi casa. Estaba viendo su alrededor como si fuera la primera vez que haya estado en un lugar así.

    Mi residencia era pequeña, estaba situada en los suburbios de esta ciudad, era lo típico, decorada por mí mismo con matices cálidos pero no demasiado. Nada de otro mundo.

    —Toma asiento— le señalo el sofá de la sala de estar.

    Ella lo hace y saca su celular mientras cruza la pierna.

    —¿Ordenamos comida? Yo invito— mueve las cejas de arriba a abajo y sonríe.

    —Amm... Claro— meto las manos en mis bolsillos —. Si voy a soportar esto contigo que sea con comida.

    —Como si pasar el tiempo conmigo no fuera lo más encantador del día.

    Me siento frente a ella, en el sofá que justo en mis sueños Mercy había ocupado, y ella en el grande, estábamos en posiciones opuestas.

Sabiduría del Amor (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora